Una mota de polvo suspendida en el destierro,
Con su bufandita hilada al sol,
Baila la danza de la dulce incertidumbre
Encaminada por el tímido correteo de la brisa.
Un cálido abanico de sólida luz
Rezuma soledad mientras permea la ventana;
Y los empobrecidos cristales le confunden
Haciéndole errar su amistosa sonrisa.
Un taciturno soplo revolotea sobre los siete vientos
Cuando el cortinaje intenta seguirle el juego,
Pobre de él, que sus ataduras le jalan;
El viento trajina y no repara.
La solitaria migaja de tiempo
Se esconde entre maderos,
La refulgencia del mundo
Escapa de la noche a los rojos avivados
El quisquilloso regato de aire amaina
Para conocer nuevos rumbos
Y ellos se despiden en el olvido propio.