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—¿Vas a casa de Hoseok? 

Fue la última conversación entre Jin y yo, cuando todavía estaba gordito y era feliz.

—Sí, primero iré a casa y luego nos reuniremos. Hace mucho tiempo que no nos vemos.

—Dale recuerdos de mi parte. Pero, de todos modos, ambos son hombres y hablaran de mujeres, supongo —dije.

—Pues, sí. ¿Te parece mal?

Se rió. Caminábamos haciendo algazara, un poco ebrios, después de haber estado juntos, divirtiéndonos, durante todo el día. Un cielo estrellado y precioso adornaba el camino en la noche de invierno, más y más fría, y yo estaba de muy buen humor. El viento me punzaba las mejillas y las estrellas titilaban. Las palmas de la mano, unidas dentro del bolsillo, eran cálidas y tenían un tacto seco.

—Ah, pero de ti no hablaré en absoluto.

Me hizo gracia que Jin dijera eso, como si recordara algo de repente. E intenté sofocar la risa hundiendo la cara en la bufanda. Entonces pensé que era extraño, pero sentía que, en aquellos cuatro años, nunca lo había querido tanto como en aquel instante. Ahora, siento que mi «yo» de entonces era como diez años más joven. Se oía débilmente el fragor de la corriente y la despedida fue triste.

El puente. El puente se convirtió en el lugar de la despedida definitiva. El agua corría rugiendo, y un viento helado me despejaba. Nos dijimos adiós con un beso breve y una sonrisa, recordando las divertidas vacaciones del invierno, bajo el fragor vivo del río y el cielo estrellado. Jin y yo nos sentíamos llenos de afecto, y el tintineo del cascabel fue alejándose en la noche.

Habíamos tenido peleas terribles, y pequeños amores. También, algunas veces, habíamos sufrido buscando el equilibrio entre el amor y el deseo. Y nos habíamos herido mutuamente a causa de nuestra inmadurez. Así pues, no fueron unos años de felicidad absoluta, sino de dificultades. Pero, a pesar de todo, fueron unos cuatro años maravillosos. Y especialmente ese día era tan perfecto que temía que acabase. Recuerdo cómo el suéter rosa de Jin, que aún se volvió hacia mí una vez más, iba diluyéndose en la oscuridad, como el sabor de ese día en el que todo había sido tan hermoso y tierno en el aire límpido de invierno.

Ésta era justamente la escena que yo, a menudo, recordaba llorando. No, más bien acababa derramando lágrimas al recordarlo. Muchas, muchas veces, soñé que le seguía, cruzaba el puente y le atraía hacia mí diciendo: «No te vayas». En el sueño, Jin sonreía, y decía: «Tú me has retenido, por eso he podido escapar a la muerte».

Ahora me siento vacío al poder recordarlo así, a pleno día, sin derramar lágrimas. Siento que él está infinitamente lejos de mí y que va alejándose aún más.

Me despedí de Yoongi, tomándomelo medio a broma y, a la vez, sintiendo ilusión por ese «algo» que quizá viera en el río. YoonGi desapareció por la calle sonriendo.

Moonlight Shadow » NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora