16.

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Es curioso cómo de repente una frase, una llamada o un gesto pueden cambiar un momento de tu vida. Y tú, no estás preparado para ello. Tú simplemente, te estás dedicando a disfrutar de tu día, sin preocupaciones, y de repente, todo es diferente. Los pensamientos se nublan, mil cosas te pasan por la cabeza y no sabes como reaccionar. El ambiente no estaba suficientemente raro para complicarlo aún un poquito más. Llámalo destino, llámalo X, pero alguien había decidido hacerles pasar por una prueba más. Eso es lo que había pasado. Y ellos no tenían ninguna culpa de ello.

Se lo estaban pasando bien. Estaban hablando, riendo, comiendo y disfrutando. Marta y David, amigos de Alfred, los habían convencido para ir a cenar con ellos esa noche y lo que al principio parecía una simple cena terminó siendo toda una fiesta. Entre plato y plato se animaron y al final terminaron en un pub tomando chupitos, escuchando música e incluso bailando. ¿Qué podía salir mal? Todo.

Recordaban perfectamente las palabras de David después de que se guardara el móvil en el bolsillo con cara extraña: «¿No os habéis enterado de la que habéis liado vosotros dos?» y las imágenes que les había mostrado Marta a continuación no desaparecían de sus mentes. Tuits ofensivos, noticias provocadoras y artículos insultantes. Nada bueno.

—¿Pe.. pero cómo? —tartamudeó Alfred al ver todo eso ante sus ojos.

—Han descubierto el título del libro que les has regalado a Amaia —contó Marta con un suspiro—. Ha empezado a correr la voz y...

—¿En serio la están liando otra vez, sólo por esto?—la cortó Amaia cabreada. No estaba entendiendo nada. No habían hecho nada malo, ¡nada!

—Otra vez van a por ti Alfred —suspiró David. No era la primera vez que atacaban al chico con una etiqueta de algo que no era. Pesado, arrogante, creído, machista y ahora se sumaba, otra vez, independentista. Independentista un joven que iba a representar España en Eurovisión.

Cómo si de una película se tratase, en sus mentes se repetía esa escena una y otra vez, a cámara lenta, a cámara rápida. Todo lo que pasó después fue muy confuso: perplejidad, incertidumbre, desconcierto, llamadas, caos. Estaban agobiados y apenados: cuando salían de un pozo, volvían a caer en uno nuevo. Era así. La tranquilidad huía de ellos.

La noche no había sido fácil para ninguno de los dos, no habían pegado ojo en toda la noche, los nervios les consumían. El hecho en no saber lo que les pasaría, las consecuencias que habrían por ello les estaban matando. Nervios, ansiedad, angustia. Separados, cada uno en su cama, se dejaron llevar por las emociones y lloraron hasta quedarse "dormidos". En las dos habitaciones se vivió la misma escena pero a metros de distancia. Sentían total y absoluta impotencia.

Alfred no hacía más que recibir palos. Él lo aclaró todo al salir de la academia, la primera vez que fueron a por él en una entrevista: «Voy a ser muy claro con esto y no lo voy a repetir porque yo soy músico, no político», «Nunca me he proclamado independentista, de hecho no me declaro independentista, mis ideas personales las guardo para mí». Y así calmó la ciclón... hasta ahora.

Y Amaia... Amaia lloraba por Alfred. No entendía tanto odio recibido, no entendía la rabia hacia ellos pero sobre todo no entendía cómo la gente era capaz de juzgar un libro por su portada, nunca mejor dicho. ¿Título insultante? ¿A caso habían leído de que iba el libro? No le cabía en su mente la idea de cómo podían haber sido atacados por medios, periodistas y personas que ni se habían ni informado. Sabía que a ella se la había criticado pero le dolía saber que Alfred había sido el más mal dañado de los dos. Por eso, ella lloraba por él.

—Buenos días —saludó Amaia cuando entró a la cocina para desayunar esa mañana. Llevaba el pelo rebelde alocado, su albornoz de felpa y unas ojeras kilométricas. Chus ya la estaba esperando con una taza de cola-cao caliente y Alfred ya estaba comiéndose su tostada en la pequeña mesa que estaba en una esquina la cocina.

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