Única parte.

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Aquél vastaya encantador caminaba lentamente al son de la tranquilidad del viento. La llovisna había empapado sus ropajes y se mezclaba con sus saladas lágrimas que brotaban de sus ojos llenos de dolor y desesperación; el sentimiento desgarrador que el joven experimentaba en aquellos momentos lograba abatirlo aún más que las heridas de balas de las que era portador.

El chico se preguntaba de dónde sacaba las fuerzas necesarias para seguir con su caminata en busca de algún recinto donde le acogiesen aunque fuera solo por aquella noche.

¿Quién diría que aquél ocaso sería el último que el vastaya presenciaría con su amada en brazos, aún respirando?

Aquél espeso líquido carmesí que goteaba de su brazo hasta las yemas de sus dedos estaba causando la pérdida de energía del vastaya, lo que también iría a provocar que este cayera desmayado o incluso muerto por pérdida excesiva de sangre. Las balas habían atravesado cuatro puntos de su ser: su brazo, su muslo, la palma de su mano y su abdomen; había recorrido demasiado desde lo que alguna vez fue su tribu hasta casi llegar a la frontera de Jonia gracias a sus poderes curativos, aunque obviamente no eran suficientes como para curar parcialmente tan solo una herida.

Entrecerraba sus ojos mientras caminaba como podía, con sus patas llenas de lodo atravesando un pastizal lleno de charcos. Recordaba como cruelmente el Demonio Dorado le había arrebatado todo lo que él amaba: su hogar, su gente y su amada. La esencia de su vida se desvaneció por aquella noche.

¿Por qué todo tuvo que pasar el día en que las celebraciones de su tribu se hacían presentes? 

Aún podía oír a los niños reír, a su amada Xayah bailar al son de la música creada por las arpas e instrumentos típicos, podía oler su cabello y sentía aún el tacto de aquellas delicadas manos en su piel. El peliblanco sabía que aunque todos aquellos que él amaba habían perecido, seguirían cuidándolo aún después de la muerte.

 —Parece que estás perdido— una mujer de belleza mortal, cabello azabache y ojos dorados dió unas cuantas vueltas delicadas alrededor del encantador, acariciando sus mejillas con una de sus nueve colas —¿Quieres que te ayude a encontrar un camino a casa, cariño?—

 —No tengo casa ahora— musitó el vastaya ignorando por completo a la chica. Sorprendida ante la rebeldía de no caer en sus encantos, la anterior mencionada trotó hasta el chico de plumaje naranja y rodeó el cuello de este con sus brazos, apegándose a la espalda del contrario.

 —Entonces, ¿por qué no vienes conmigo?— rió la kumiho ancestral con un toque coqueto en cada palabra que decía. El chico se limitó a suspirar pacientemente deteniendo sus pasos.

De pronto un olor que activaba los sentidos de la muchacha levantó sus defensas y, separándose del vastaya, buscó el origen de aquél olor a sangre, encontrándolo casi al instante al ver al chico totalmente herido.

 —¿Qué te pasó?— preguntó alarmada la kumiho mientras palpaba las heridas del chico, a lo que este se quejó y tambaleó.

—Mi tribu y yo fuimos victimas del Demonio Dorado, fui el único sobreviviente—

Un bajón de energía hizo que el encantador se desplomara de repente, abriendo un poco más su herida de su adbomen. Instantáneamente y usando toda la fuerza pero a la vez, la delicadeza posible, la azabache montó al vastaya en su espalda y corrió hacia el pueblo más cercano en busca de ayuda.

Al llegar a su destino observó la mayoría de las luces apagadas, podía apreciar por las ventanas de algunas casas que algunas familias estaban cenando o conviviendo, algunas otras estaban despidiéndose para ir a dormir. La kumiho caminó lentamente entre las calles de ese pequeño pueblo, esperando pasar desapercibida con un medio muerto en su espalda; lo había logrado de no ser porque un campesino abrió su puerta y se encontró con ellos justo enfrente de ella, advirtiendo a toda la aldea de un posible "peligro".

 —¡Esperen!— exclamó la chica liberando una de sus manos para mostrar su mano en son de paz —Por favor, necesita atención médica o morirá—

—Es lo que bestias como ustedes merecen— aquél campesino tomó una hoz y apuntó a la kumiho con ella —¡Largo de aquí!—

No tuvo más opción que escabullirse rápidamente entre las calles.

 —¡Niña, por aquí!— divisó a una anciana dentro de una posada haciéndole señas para entrar, no lo pensó mucho y corrió hacia ella, entrando a la posada aún con el chico en su espalda.

 —Gracias— musitó. La señora le ordenó a la kumiho que dejara a su acompañante en una de las camas de su humilde posada y aplicó unos pequeños remedios caseros en las heridas del vastaya para ayudar a su pronta recuperación.

—Tuvo suerte de haber escapado de ese mounstro, es un muchacho muy fuerte— decretó la viejecilla ordenando las cosas que había necesitado para curar al vastaya —Por el momento debemos dejarlo descansar; puedes dormir aquí o en otro lugar si así lo prefieres— le ofreció.

—Agradezco la oferta, pero yo debo irme en cuanto sepa que estará bien— negó con la cabeza la azabache —Prefiero cuidarlo toda la noche para que no necesite de mi mañana—

—Como guste, señorita— la viejecilla le indicó lo que debía hacer en caso de que el encantador despertara o tuviera algún malestar y la kumiho se limitó a asentir con la cabeza a la vez que escuchaba y tomaba notas mentales.

"Será una noche larga" pensó la chica tomando asiento al lado de la cama donde yacía el vastaya.

(...)

El chico de cabellos blancos se levantó sobresaltado, algo en la habitación donde se encontraba lograba recordarle a su carpa en la tribu, por lo que un efímero pensamiento de que toda la masacre que presenció fue un simple sueño pasó por su mente; sin embargo, esos pensamientos fueron perturbados por un sonido de un encendedor de luz al otro lado de la puerta, se escuchaba como si alguien intentara prender el foco pero este estuviese fundido.

Miró a su alrededor más a detalle, observando a la chica que lo había salvado observándolo discretamente mientras se encontraba acostada en el suelo cuan felino.

—¿Te sientes mejor?— preguntó levantando su cabeza que se encontraba recostada en sus propios brazos.

—Un poco mejor, gracias— el vastaya forzó una sonrisa.

—Soy Ahri— soltó sin más para volver a recostarse como anteriormente estaba.

—Rakan

—Cuéntame sobre ti, Rakan. Quiero saber acerca de como terminaste así de herido, tanto física como emocionalmente— murmuró Ahri sin moverse ni un solo centímetro.

El encantador suspiró tristemente y apretó un poco las sábanas que cubrían su cuerpo.

  —La orden de las sombras planeaba un ataque en nuestra contra... Pero no contábamos con el famoso Demonio Dorado irrumpiendo en aquél ataque que teníamos ganado— 

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⏰ Last updated: Jun 19, 2018 ⏰

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Rakan.Where stories live. Discover now