ú n i c o

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Jimin estaba vivo.

Pero se había sentido vacío por mucho tiempo ya.

— Oh Jihyung, ¿Eres tú? —preguntó su abuela al entrar en la fría habitación. Jimin la amaba, claro que lo hacía, pero evitaba pasar tiempo con ella a causa de eso. Siempre le confundía con su hermano gemelo, Jihyung. Quién por cierto, estaba muerto.

Su abuela había sido diagnosticada hacía unos pocos meses con Alzheimer en sus primeras etapas. Y aunque aún no era grave, Jimin sabía que lo sería con el tiempo. Todos lo sabían. Solo por eso, perdonaba el hecho de que la mujer no fuese capaz siquiera de recordar su nombre.

Pero eso no significaba que no le dolía. Él existía. Pero, a pesar de que su hermano había muerto, nadie parecía darse cuenta de eso.

Las primeras veces que sucedió, Jimin había defendido su existencia con firmeza:— No soy Jihyung, soy Jimin —había protestado. No pudiendo acostumbrarse al hecho de que la anciana no lo recordaría de todas formas. Él quería que dejasen de compararlo con su hermano. El quería que lo notaran de una vez por todas.

Pero con el pasar de los meses, ni siquiera él sabía quién era. Después de todo, siempre había sido el gemelo excluido, el que nadie nunca tomaba en cuenta. Y ahora, que ya nada dolía, no le importaba. Bueno, casi nada. El recuerdo de su hermano gemelo, al que tanto había amado, aún seguía fresco e intacto en su memoria. Y cada vez que su abuela o alguien le confundía con él, no hacían más que echar sal a la herida. Una herida que nunca acababa de sanar.

Cuando el accidente ocurrió; una devastadora caída al acantilado debido a la falta de frenos en una autopista resbalosa por el aguanieve, su abuela (su única familia además de su hermano) y los amigos de Jihyung habían estado esperando en la sala de espera del hospital por alrededor de veintitres horas corridas. Todos ellos habían estado rezando, rezando por Jihyung. Y cuando fue Jimin quién salió ileso de aquel catastrófico accidente, todos rompieron a llorar.

Por supuesto que Jimin lloró también. De todas las personas, él era el que más se lamentaba por la muerte de su hermano. Y se culpaba a si mismo por mantenerse en vida cuando su gemelo no pudo hacerlo.

Y es que, contrario a lo que muchos pensaban, Jimin no odiaba a su hermano. Él había amado a Jihyung con cada fibra de su ser, justo como estaba seguro nadie lo había hecho. Él repudió su muerte. Incluso se preguntó porque no había sido él mismo el que estuviese pudriéndose tres metros bajo tierra en lugar de Jihyung, ¿Por qué el había sobrevivido si nadie se esforzaba siquiera en recordar su nombre?

Con el pasar del tiempo, Jimin ya se había acostumbrado a que su abuela siempre pronunciara otro nombre que no fuese el suyo. Sin embargo, aún así, él intentaba recordárselo vagamente con un:— Soy solo yo, Jimin.

Pero ahora, cuando ya habían pasado años, Jimin ya no lo hacía. Sólo llegaba tan rápido como un suspiro a la habitación de su pariente, dejaba la comida y los medicamentos que sabía no harían nada para curarla, los cuales las enfermeras le obligaban a darle ya que ella no obedecía a nadie más que no fuese él, y se iba. Él ya no protestaba cuando su abuela preguntaba si era Jihyung. Él solo recordaba que se llamaba Jimin porque, cuando iba a visitar la tumba de su hermano, era el nombre de Jihyung el que se encontraba tallado en la lápida descolorida, y no el de él. Como debió de ser.

Jimin siempre había sido un chico callado. Uno de esos que no habla con nadie y siempre va directo a casa después de la escuela, a encerrarse en su habitación a simplemente estudiar o invertir su tiempo en libros o en alguna otra cosa de su interés. Quizá por eso nunca nadie lo notó. Quizá fue por el hecho de que nadie lo notara que terminó siendo invisible. Porque, ¿Cómo sobresalir en un mundo que se esforzaba por extinguirte?

[𝙤.𝙨] It's me ↠ p.j + j.jDonde viven las historias. Descúbrelo ahora