Quiero recalcar que el autor de esta historia o relato es de:
Felipe Jesús Valenzuela Espinoza
Vamos? Debo ir a cuidar la casa de mi amigo e ir solo es algo aburrido, tengo unas cervezas y vino.
Esa fue mi oferta a la cuál ella accedió sin pensarlo.
Vamos en taxi, ya que vamos a beber no quiero tener problemas por si nos para la policía.
-Eres tu el que maneja, pero también es riesgoso.
Cogimos el primer taxi que se nos cruzo. Ya de camino, su cuerpo se torno algo tenso y nervioso.
Coloque mi mano en su rodilla y pregunte
¿Te pasa algo? Te noto algo rara, te quedaste en silencio de un momento a otro y no haz parado de jugar con tu pelo. ¿Todo bien? Si no quieres ir, le digo al chófer que nos volvamos hasta tu casa.
Al momento de poner mi mano en su rodilla, cerró sus ojos y mordió sus labios.
-No pasa nada, sólo que no conozco a tu amigo ni tampoco su casa, entonces me da nervios. Respondió.
Relajate, vamos a estar solos, como cuando estamos en tu casa o en la mía. Le dije mirándola a los ojos y guiñando uno de los míos.
-Ambos sabemos que esta vez será distinto. Me dijo bajando sus manos por su cuerpo.
En ese momento, mi mano comenzó a subir lentamente hasta su muslo y mi mirada fija en como sus dientes estrujaban sus labios.
Bajamos del carro, abrí la puerta de la casa y le digo. Adelante, las damas primero.
Paso por delante mío, deje que cruzara la puerta y le di una nalgada acompañado de unas palabras "bienvenida, siéntete como en tu casa"
Me miro algo sorprendida y me dice.
-Perdón, pero en mi casa nunca me haz dado una nalgada, pero deberías comenzar a hacerlo.
En ese instante cerré la puerta.
Se abalanzó sobre mi cuerpo, entrelazando sus piernas por mis caderas y yo la tomé bien firme por las nalgas, nos comenzamos a besar como locos, por fin nos íbamos a quitar esas putas ganas...
Nos dimos contra las murallas mientras la ropa se despojaba de nuestra piel, caímos al sofá semi desnudos, ella encima de mi, sus pechos al aire, uno lo cubrí con mi mano y el otro con mi boca.
Más abajo se podía sentir como la humedad traspasaba su tanga mojando mi bóxer.
Mientras sus manos jugaban por mí pelo y mi espalda, medias nerviosas, medias desesperadas queriendo que se lo hiciera ya.
Nos acomodamos en el sofá, ella sentada, mientras yo con mi boca bajaba por su cuerpo para llegar a sus bragas y quitarlas con mis dientes y desprenderlas por sus largas piernas. Las deje caer al suelo y fui subiendo besando desde el tobillo hasta sus muslos.
-Para!! Me dijo, tomando mi cabeza, estas seguro de lo que estas haciendo?
Le sonreí y seguí en donde iba.
Me arrodille frente a ella y no precisamente para pedirle matrimonio, sus piernas abiertas y en medio de ellas un delicioso paraíso.
Con mis dedos índice y medio, separe sus labios mojados, pase mi lengua hasta que la punta topará con su clítoris, salió el bendito primer gemido, uno que ya llevaba mi nombre.
Luego de un buen rato en su entre piernas y varios gemidos, levante mi cabeza y le pedí que se pusiera en cuatro.
Me quedo mirando algo asustada y le dije.
-Tranquila, será vagina, no anal.
-Okey pero con cuidado. Respondió poniéndose en la perfecta posición.
Tomé mi pene para guiarlo a la entrada que ya estaba inundada, las gotas corrían por sus piernas.
Lo introducí lentamente, para que fuera sintiendo cada centímetro de mi miembro, para que sintiera cada vena excitada por el flujo de sangre que provocaba el placer en mi.
Tocate. Le dije. Mientras no paraba de penetrarla.
-Si lo hago tendré un orgasmo. Me dijo entre gemidos.
Un orgasmo? Eso no es lo que yo busco. La jale por el cabello, mi otra mano la pase por mi lengua y le di una fuerte nalgada, mientras la empujaba hacia mi cuerpo.
Llevó su mano a su clítoris y le dio movimientos que la llevaron al orgasmo, pero como no es eso lo que yo buscaba, seguí perdiendo mi carne en la suya, fundiendo nuestros cuerpos en placer, sentí la presión para hacerme salir, me eyecto su explosión y nuestros sexos mojados por su squirt. Tomé mi miembro, casi por acabar, mientras ella chorreaba en el sofá, sus gemidos hacían eco en mis odios y yo ya no daba más, acabe en su espalda y otro poco cayó en sus nalgas.
Los cuerpos rendidos en aquel sofá, que más tarde habría que limpiar, el suelo todo mojado por la erupción de ese volcán, una copa de vino en nuestras manos y el silencio nos acompañaba entre suspiros.