Un día normal

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Aclaración: Detroit: Become Human no me pertenece.

Nota: Son relatos de como la convivencia entre Hank y Connor al día a día los une hasta convertirse en grandes amigos (o puede que algo más).

Un día normal.

Ya habían pasado algunos meses desde la llamada "revolución androide", y en el mundo (más específicamente Detroit) se estaban acostumbrando a esta nueva participación de quienes antes eran solo sus objetos, aquello que pagaban para que lo ayudaran en tareas domésticas u otras actividades. Las cosas estaban cambiando rápidamente para traer la paz que todos deseaban, puesto que el gobierno había creado viviendas temporales para los androides hasta que lograran incorporarse a algún trabajo renumerado para lograr su independencia, se estaban creando decretos para crear la sana convivencia por los altos mandos de Estados Unidos y el grupo directivo de Markus. Sin embargo, ya en las calles se podía ver androides caminar tranquilamente en armonía con las personas.

Connor se había quedado a vivir mientras en la casa de Hank. En un comienzo pensaba ir a las viviendas que estaban siendo otorgadas para no molestar a su momentáneamente ex compañero, pero el susodicho había insistido en que no se fuera a esa, llamada por él mayor, pocilga. Hasta que no se regularizaran las cosas, Connor aún no tenía permitido volver a la estación de policía (por lo que aún no tenía salario alguno), pero su amigo le comentaba que en un plazo no más de dos semanas podría volver al trabajo. Mientras ayudaba en dejar la casa limpia, cuidar de Sumo y en las compras.

El teniente cuando se encontraba en la oficina tenía un horario desde las 9 a.m. hasta las 5 p.m. puesto qué, después de que vieran su gran desempeño en su momento con el tema de los androides, le habían establecido mayor trabajo.

–Pura mierda- Le había comentado el canoso hace un par de meses.

Pero se sentía optimista, al tener mayor trabajo podría distraerse más, dado que Connor lo estaba ayudando a superar con la depresión que tiene de hace años y más trabajo podría tenerle la mente ocupada, además por el momento había tenido un par de recaídas y esperaba que no se agregaran más.

Ya eran pasadas las 5 p.m. por lo que debía empezar a arreglar la mesa. Hank siempre aparecía aproximadamente a las 6 p.m. y debido a que no comía al almuerzo más que un sándwich siempre llegaba con hambre, por lo que al llegar a la vivienda descargó e incorporó a su sistema diferentes libros de cocina para prepararle.

Eso si, no quiso incorporar recetas de comida chatarra, no eran nada nutritivos para el humano y éste ya a su edad debía cuidarse.

Ya se acercaba la hora y se apuró en poner la mesa y darle de comer a Sumo, también era su hora de la cena. Terminó rápidamente y se sentó en el sillón, esperando a que golpeara la puerta. Admitía que se ponía ansioso siempre en ese momento del día, esperaba a que llegara su amigo puesto que se entretenía conversando y a veces salían a dar una vuelta. Desde que descubrió que era un divergente no ha descubierto alguna actividad que le gustara por el simple hecho que le asustaba experimentar, aunque ya había pasado bastante tiempo aún le costaba trabajo sentirse algo más que un simple software.

Sumo empezó a ladrar y a mover la cola, y en un instante escuchó el golpeteo en la puerta. Rápidamente se levantó.

-Hola teniente- el androide saludó con una sonrisa.

-Hola- Hank se sacaba la chaqueta y la colgaba en la entrada, dio un reojo a la casa y se percató de lo que se encontraba en la mesa.

-Connor, qué te he dicho sobre la comida, no necesito que me cuides- pero de todas maneras sonrió levemente -Aparte me haces sentir opresor tratándote como un sirviente sin paga- se dirigió a sentarse.

-Usted sabe que no tengo ningún problema al respecto, además que es un pago por tenerme cordialmente en su casa- le contestaba mientras llevaba la comida a la mesa.

-Como sea- Hank probaba un bocado de su plato, pero seguidamente tomó un vaso de agua con apuro –¡esto está que arde! ¿qué le echaste?

-Le agregué picante, las instrucciones decían media cucharada pero puesto que al teniente le gusta la comida picante le agregué la cucharada entera- Connor había empezado a sentirse preocupado.

El mayor sacaba la lengua para que pasara mientras su amigo le servía más agua.

-L-le preparo algo de nuevo rápidamente- El androide abría los ojos intranquilo, odiaba haber arruinado la comida.

-No... no, no es necesario, está perfecto- Hank le dio una sonrisa –solo que para la próxima no le agregues tanto picante, ¿eh?- siguió comiendo.

-¿S-seguro?

-Si, solo no me lo esperaba, así que ven y siéntate- le hizo un gesto de que se sentara en la silla junto a él. En realidad si le seguía picando, pero a medida que comía perdería la sensibilidad de su boca y casi no lo sentiría, además no quería que su amigo se preocupara más de lo debido.

Conversaron en toda la comida sobre el trabajo que tuvo, casos que se le presentaban y los otros detectives, luego jugaron con Sumo y posteriormente vieron una película. Connor no entendía tanto dramatismo en aquella secuencia, era una escena romántica en una película de acción. El policía le respondía que era cosas de mujeres, no era necesario comprenderlo. Ya a media noche Hank se iba a su habitación a dormir mientras el androide se recostaba en el sillón (algo que había protestado el canoso, pero Connor sentía que era lo mejor para no molestar aún más).

Ya recubierto con las frazadas y Sumo acurrucado encima de él, procedió a cerrar los ojos para que el sistema reposara debidamente. Se sentía enormemente feliz.

Y así era un día normal viviendo en la casa de Hank.

Connor, el divergente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora