Capítulo 01

11 1 0
                                    

Catorce años viviendo en un lujoso e inmenso castillo a las afueras de la gran ciudad de Nóscar, haciendo prácticamente todo lo que me daba la gana y disfrutando de la tranquilidad y la compañía de mis mejores amigos y del personal del servicio. Vivía como un rey, de eso no hay duda. No valoré lo que tenía, de hecho, dudo mucho que alguien lo haga. Pensé que mi vida sería así siempre, pero de repente todo pareció desmoronarse el día que mi tío abuelo segundo Hernán falleció. Los motivos de su muerte no estaban muy claros. Se decía que sufrió un ataque al corazón, pero yo no terminé de creérmelo. ¿Un vampiro con problemas de corazón? Sí, ya. Parecía más una broma de mal gusto.

Ah, claro, no os lo he contado todavía. Veréis, yo también era un vampiro, es decir, en la familia Stoker lo hemos sido desde siempre. No me miréis así. No es como si durmiéramos en ataúdes y hablásemos con acento raro, es más, a simple vista los vampiros apenas nos diferenciamos de un humano más que por los colmillos y las orejas en punta. Os parecerá extraño, pero en este mundo conviven humanos, monstruos, criaturas mágicas y demás seres sin problema alguno. La naturaleza no es algo que importe, la verdad, la vida continúa igual para todos seas bruja, humano, elfo, presentador de La ruleta de la suerte o toalla rosa parlante.

Continuando con la historia, como os decía, la muerte de un lejano pariente significó para mi familia un gran cambio en nuestras vidas. Ese viejo con las arterias taponadas, al que ni siquiera conocía, había tenido la genial idea (entendiéndose lo de genial con tono irónico) de incluirnos a mi madre y a mí en su testamento. No sé si estaba borracho cuando lo redactó o si es que no tenía otros parientes a los que encasquetársela, pero la cuestión es que nos dejó en herencia todas y cada una de sus propiedades, que eran: una fábrica textil, una mina de carbón, una pequeña mansión y mucho dinero (la cantidad exacta nunca me la dijeron, pero sí que era mucho). ¿Qué tenía de malo toda esta herencia? No, no solo que tuviéramos que pagar una gran cantidad de impuestos para recibirla ni nada de eso, que también, sino que esas propiedades con sus respectivas obligaciones y responsabilidades se encontraban en un pueblo alejado de La Mano de Dios. La Mano de Dios es un lugar que siempre se ha utilizado como medida de distancia. En función de dónde esté cada ciudad o pueblo con respecto a ella, se sabe si está muy lejos o no. Al final entre unas cosas y otras mi madre y yo nos teníamos que mudar del castillo a un pueblucho lejano, y yo, lógicamente, estaba en contra.

—Pero mamá, yo no quiero irme. Eso solo afectará a mis estudios y alterará mis hormonas. No puedes hacerle esto a un adolescente como yo. Podría acarrear graves problemas de conducta y personalidad. Acabaré siendo un adolescente problemático que pase sus días yendo a callejones oscuros y tratando de robar algo de dinero para comprar su dosis de...

—No empieces con las tonterías, Nuro —así me llamaba yo, bueno, así me llamaba y me llamo, que hasta día de hoy no me lo he cambiado. A decir verdad, nunca me ha gustado mucho mi nombre.

—Pero si es verdad. Está demostrado que este tipo de cambios no son buenos...

—Nuro, ya sabes que no podemos seguir manteniendo este castillo por mucho tiempo —me dijo mientras introducía las últimas sábanas y prendas en una caja de la mudanza—. Esta oportunidad de prosperar nos ha venido de perlas, y justo a una semana de que venciera el pago de la deuda, si es que no se puede ser más oportuno. Estábamos a punto de irnos a la ruina y ahora somos más ricos que nunca. Eso sí, las deudas ya no la pagamos, que nos embarguen el castillo si quieren, total, tenemos una nueva mansión, y encima en una zona rural. Todo ventajas.

—Pero ahora que volvemos a tener dinero, ¿no sería mejor cumplir con nuestra obligación y pagar las deudas? Así yo podría seguir viviendo aquí —le dije.

—La vida es dura, cuanto antes lo asimiles mejor.

Ese es el argumento que utilizaba mi madre para cerrar todas las discusiones, «la vida es dura». Por supuesto acabé cediendo. Tampoco es que tuviera otra opción, y al fin y al cabo no me convenía hacerla enfadar más de lo necesario. Si ya las madres por el simple hecho de ser madres dan miedo, imaginad una que además es vampiresa. El terror en persona.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jun 20, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

NUROWhere stories live. Discover now