Capítulo 1.

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Despertó a las once de la mañana, lo que usualmente no sucedía. Su padre suele llegar a su habitación, abrir las cortinas para darle paso a los rayos del sol y moverlo suavemente hasta que abriera los ojos. Y otras veces, salía de la cama con un salto al escuchar los gritos de su madre llamándolo soldado y exigiendo que desayune. Podía adivinar que ninguna de esas cosas habían sucedido porque sus progenitores seguían tumbados del cansancio producido por la mudanza. Decidió que él mismo se encargaría de ello.

Salió de la cama de un gran salto, con su pijama verde aún puesto. Luego corrió hacia la habitación de sus padres —que estaba exactamente junto a la suya— y abrió la puerta con una patada. Ellos estaban con las mismas ropas con las que los vio ayer, roncando suavemente en un desastre de sábanas. No se inmutaron por el estruendo, así que Katsuki avanzó hasta estar al borde de la cama matrimonial, comenzando a mecer violentamente los pies de los mayores. Tampoco despertaron ante eso.

Frunció el ceño, subiéndose sobre los adultos con algo de dificultad. Saltó sobre ellos hasta que se quejaron del dolor, riendo un poco al oír los quejidos que soltaban sus progenitores, sin un poco de consideración al verlos cansados. Ganaría algunos gritos de su madre, daba por seguro. Cuando ambos abrieron los ojos, paró sus bruscos movimientos. Su madre despertó sobresaltada, confundida, mientras que su padre buscaba con desesperación sus anteojos posados en la pequeña mesa de noche.

—¿Katsuki? —dijo su padre bajándolo de encima de él y colocándolo en medio del colchón, entre ambos adultos fatigados.

—¡¿Qué mierda te pasa, mocoso?! ¡Vuelve a la cama y déjanos en paz! —protestó de malhumor la mujer, volviendo a recostarse.

—¡Pero nadie fue a despertarme!

—¡Pues habrías aprovechado para dormir!

—¡Ya no quiero dormir! —se cruzó de brazos—. Iré a jugar.

Seguidamente, intentó bajarse del colchón, arrastrando las sábanas en el camino. Sin embargo, su padre lo estuvo y lo llevó de nuevo a su lado.

—¡De ninguna manera! Primero te asearás y desayunarás. Ve —dijo él.

Katsuki gruñó, pero no atrevió a desobedecer, ya que su estómago rugía por algo de comida. Corrió hasta el baño luego de asentir resignado en dirección a su padre. Las baldosas blancas se sentían frías bajo sus pies descalzos, pero poco importaba. Como es usual, tomó su cepillo de dientes rojo y cerró la puerta. Abrió la llave del agua unos segundos, se mojó la cara y salió a los pocos minutos fingiendo haberse limpiado correctamente. Desde que comenzó el verano la rutina era la misma.

En la cocina encontró a su padre buscando ingredientes en la alacena, y a su madre de malhumor sentada en la mesa de madera circular. Katsuki se apresuró a sentarse allí también.

—¿Y bien? ¿Dónde está el niño lindo que me prometiste? —inquirió la mujer bebiendo de su taza de café.

Katsuki gruñó y se encogió de hombros. Ayer había conocido a un niño, pero de lindo nada tenía. De hecho, aún siente el ardor de la marca en su pierna. Su madre entrecerró los ojos y frunció el ceño. Justo en ese momento, el timbre de la puerta principal sonó. Mitsuki se rascó la sien. Su progenitor apagó la estufa rápidamente y se limpió las manos con su propio delantal, para luego retirarlo. No dejaría que su esposa o su hijo atendieran la puerta con el ánimo mañanero que traían.

—Si son esos mocosos otra vez, voy a...

Masaru repartió masajes en los hombros de la mujer, destensándolos, luego plantó un casto beso en la mejilla de la misma—. No te preocupes, yo iré.

» Iridiscencia | Bakushima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora