El camino es largo

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El camino ahora era largo ambos iban llorando cada uno por su lado ella por el golpe y él por ella, para José hoy no tendrían donde dormir tranquilos, Juan Domingo de seguro los estaría buscando a los dos a como diera lugar, ellos no estarían a salvo mientras Juan Domingo estuviese vivo así que estaban obligados a idear un plan para poder escaparse de él. Manuelita ya antes había planeado escapar de todo ese dolor, aunque José no entendía nada de nada. No caminaban sin rumbo iban directo a verse con el Padre Rodriguez que le ofreció cobijo hacía poco tiempo a Manuelita así que ella sabia a donde ir.

–José que fue lo que le hiciste a Juan Domingo –preguntó Manuelita. Ella se había percatado del cambio de los ojos de José en el último instante que Juan cayera al piso–. Los demás niños no se dieron cuenta que paso, pero yo sí. Tus ojos cambiaron como a rojo intenso.

–Pero que dices –espeto–, yo no me acuerdo de nada después de caer y salir corriendo para tomarte del brazo y huir fue entonces cuando te vi tirada en el suelo, después de eso no recuerdo nada.

–De verdad no recuerdas nada. Juan Domingo me golpeo y luego tu te colocaste frente a él y lo derribaste, aunque aun no se como lo hiciste la verdad es que fue muy extraño.

Ambos estaban en un cuarto que el Padre Rodriguez les había asignado.

–Bueno... el Padre Rodriguez de verdad que es raro, ya me habían hablado de él y sobre todo que ayudaba a los huérfanos como nosotros.

–Verdad... –sonrío un poco–, su barriga es muy cómica.

–Y el bigote es mas cómico, aunque todos mis amigos que ya estuvieron aquí dicen que es una buena persona.

–Manuelita... –cambio su tono de voz e hizo una pausa–. ¿Qué vamos hacer?

–Ya mañana veremos. Hoy aprovechemos de dormir un poco.

–No me refiero a eso... sino a esta cama tan suave, jamás tuve una así. –Ambos rieron largamente hasta quedar rendidos.

El día los alcanzó durmiendo como nunca antes lo habían hecho a pesar de los fallidos intentos por vivir, esa había sido una noche tranquila, la cama les brindo un apacible sueño. El Padre ya les esperaba con vegetales para comer un par de zanahorias con papas, al parecer era algo muy rico que ellos hace tiempo no habían probado, de hecho hacía dos días que no ingerían nada de alimento solido.

–Ahora niños que se proponen hacer –preguntó el Padre Rodriguez. Ambos intercambiaron miradas sospechosas estaban recordando lo de la barriga y el bigote así que sonrieron.

–Estamos muy agradecidos de que nos recibiera ayer –dijo Manuelita.

–Si estamos muy agradecidos –concluyó José.

–A ver niño, ¿cómo te llamas tu?

–Yo me llamo, José Antonio Palacios –expresó con emoción.

–Eres de la familia Palacio –soltó sorprendido.

–Si así dicen que me llamo.

–Ah ya entiendo eres de esos jovencitos –pausa y sonrío–. Y tu jovencita me debes contar como te hiciste eso –señaló el rostro de ella.

–No es nada –sonrío con una leve mueca de sus labios–, olvídelo me caí fue algo tonto.

El Padre expresaba una alegría insoslayable capaz de arropar el corazón de aquellos dos jóvenes que sonreían olvidando el mal rato que la noche anterior habían vivido, hace un buen tiempo que los niños no se acercan a la iglesia, bueno si esto se puede llamar iglesia, cuando todo esto empezó este era un maravilloso lugar, en lugar de dos niños habían cientos de ellos danzando de un lado a otro con sus juegos inocentes.

Ojos RojosWhere stories live. Discover now