16 Gallinas

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Esa mañana había en el corral dieciséis gallinas. La misma cantidad de años que tenía ella cuando se casó. Algunos en el pueblo pensaron que fue vendida, esa no era la realidad. Catalina escapó con el alejándose de su familia.

La casa no fue lo único nuevo que se encontró Carolina en su nuevo hogar. La nueva personalidad de Juan... o más bien la verdadera personalidad de el apareció. La oscuridad y confusión fueron todo lo que reinaron en la vida de ella a partir de ese momento.

- ¿Ya está listo el desayuno? – Su prominente esposo acababa de entrar en la amplia pero solitaria cocina.

- -Si, Juan.

- No veo mi plato en la mesa.

- Perdóname enseguida te lo sirvo.

No se daba cuenta. Era como una simple autómata que cumplía con los deseos de un ser humano por el simple hecho de que el la había amado por algunas instantes en su vida.

Por la noche cuando regresó Juan de los labores sólo había catorce gallinas.

- ¡Carolina! – Los gritos se escuchaban desde el corral. Ella se levantó inmediatamente como un soldado bien entrenado. Corrió hasta el lugar.

- ¿Qué sucede? ¿Qué sucede? – Le dijo ella con una mano en el corazón.

- ¿Alimentaste a las gallinas esta mañana?- Él se acercó lo más que pudo intimidándola. Ella medía 1.50 m. El 1.86 m. A esa distancia ella se sentía de 10cm. Deseaba correr pero al mismo tiempo lo que pensó que era amor le plantaba los pies en el suelo.

- Si lo hice.

- Faltan dos gallinas.

- Yo no... no vi nada... -Automáticamente agachó su cabeza tratando de recordar que era lo que había hecho mal.

- Tu único trabajo es cuidar de la casa y ni siquiera eso puedes hacer bien. Con un demonio Carolina. –Ella recibió ahí mismo una paliza. Después de eso entraron a la casa y le sirvió de cenar a Juan.

Cuando salió de nuevo el sol sólo había 9 gallinas en el corral. La rutina diaria inició. Carolina sirvió el desayuno a Juan. El se fue a su trabajo en el campo y ella se dirigió a los corrales con una cubeta de alimento. Cuando se dio cuenta de la evidente falta de animales el sonido de la cubeta cayendo de sus manos resonó por el lugar.

Se dirigió al bosque. Podía escuchar sus latidos. Se sentó debajo de un pino y observó sus muñecas aún marcadas por los dedos de Juan. Dirigió su mirada a sus manos y sus dedos. Con ellas había cabalgado hace muchos años. Recordaba sentir la adrenalina en sus huesos y el aire fresco en su rostro.

Fue una tarde de cabalgata cuando conoció a Juan. El plantó semillas en su interior y nacieron retoños. Pero las semillas de lo que parecía florecer comenzaron a estrangularle el corazón.

Salió de su trance habían pasado aproximadamente cuatro horas. Entro a su casa. La limpió preparó la cena y esperó en la entrada a su esposo.

- Desaparecieron cinco gallinas.

- Desaparecieron o ¿ las vendiste?

- ¿Qué?

- ¿Planeas abandonarme?¿ Quieres escapar con el dinero?

- No Juan eso nunca. Yo te amo. - El la tomó de el cuello

- ¿Qué le hiciste a las gallinas?- Ella sólo trató de negar con la cabeza. – Mañana voy a la ciudad. Pasaré ahí la noche. Cuando regrese quiero ver nueve gallinas en el corral. Me entiendes? Ahora dame de cenar. – El la soltó. Entró a su hogar seguido de Carolina (o mas bien a el infierno que llamaba hogar).

Sirvió el desayuno. Todo estaba en silenció hasta que una voz gruesa lo rompió.

-¿Sabes que haré si faltan gallinas?

-No...

-Te asesinaré .

- Pero yo te amo .

- Y yo a ti pero no dejaré que me veas la cara.

Aún no amanecía cuando Juan se fue. Carolina se dirigió a los corrales y sólo había cuatro gallinas. No sabía qué hacer. No tenía amigos. Todo lo que tenía era a Juan. Si el no la quería a su lado ¿qué se supone que haría?

Carolina se recostó y recordó la vieja escopeta guardada en el ático. Espero que anocheciera y la tomó. No sabía usar un arma así que se puso a practicar. Se sorprendió cuando ni siquiera vio la bala que fue a dar en un tronco.

Entró al corral y se escondió para resguardar a sus cuatro animales y atrapar al ladrón.

A la media hora un cacareo sonó entre sus gallinas. Era imposible ella no había visto nada. A caso ¿era un fantasma? Cuando salió de su escondite observó como un zorro tenía a una de ellas en su hocico. Accionó su arma y disparó pero no dio en el blanco. El zorro corrió hacia el bosque con Carolina persiguiéndolo. Justo antes de poder escapar ella lo asesinó.

Se acercó y sintió lastima por el animal. Sólo deseaba alimentarse, ahora estaba muerto. Ella lo estaría también. Se supone que debía haber nueve gallinas en el corral pero sólo quedaban tres. No había nada más que hacer. Se recostó en el suelo y observó el cielo estrellado que comenzaba a llorar con ella.

Las estrellas fugaces tenían diferentes colores: azules como los ojos de Juan, rojas como el fuego..."¿Fuego?" Pensó, "¡FUEGO!". Recordó algo a su favor. El mismo día en que ella imaginó el epígrafe de su tumba ella aprendió a usar un arma.

Una sonrisa dibujo en su rostro. Esas curvaturas eran mucho más hermosas que el arco del triunfo. Hace mucho que no se veía nada así en aquellos lares.

Carolina entró en el corral y mató a las restantes tres gallinas. Se quedó ahí esperando a Juan. No se dio cuenta de cuantas horas pasaron. Lo que si sintió fue de nuevo la adrenalina en sus huesos. Su corazón se volvió joven y las raíces que tanto lo apretaban comenzaron a secarse.

Juan entró encontrándose con una Carolina diferente y una escopeta apuntando en su cabeza.

- No queda ninguna gallina. Ni siquiera la que tu creaste.

- Es un error lo que estás haciendo...

- No lo es. No quiero que hables más.

Sé lo que tu mente retorcida está pensando. Te encantaría que Carolina le hubiese disparado a Juan. Ella no lo hizo. Aún recordaba ese tierno joven del pasado que había logrado que ella pensara que el futuro sería maravilloso. Todo eso era una vil fantasía pero ella no podía ser la culpable de que esos hermosos topacios se cerraran para siempre. Sólo corrió. Él no la siguió.

Llegó a la casa más cercana. Sus piernas temblaban. Hurtó el caballo que tenían en el patio. Tampoco, nadie la persiguió. Sintió el viento en su rostro, fue muy rápido, tan veloz como el caballo se lo permitió. Sus ojos brillaron de nuevo, tanto como el sol.

No sabía a dónde iba. Ni siquiera conocía su propósito en la vida ya que siempre creyó que Juan lo era. La realidad es que el sólo era su celda. Se liberó cuando se dio cuenta que tenía las llaves en su bolsillo.

Ese día Carolina dejo de ser sumisa a Juan. Lo abandonó gracias a la muerte de dieciséis gallinas. 

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⏰ Last updated: Jun 22, 2018 ⏰

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Dieciséis gallinasWhere stories live. Discover now