Donde la respiración se convierte en simples suspiros, donde las miradas se convierten en puñales y mas allá, donde habitan todos tus sueños, siempre estará ese lugar; solo tienes que luchar por él, y huir de un psicópata.
¿Adónde iba?; la mirada fija, puesta en la carretera, de madrugada, la oscuridad me sorprendió tanto, como la llamada hace unos días o al menos eso creo, ya que esto se hace interminable, pero no mucho más:
Ring, ring…
Mi mirada se clavo en aquella cabina roja de teléfono, mientras la gente pasaba ignorando su peculiar sonido, y yo no iba a ser menos.
Salía de trabajar; me tiraba diez horas metida en una habitación bebiendo té mientras repasaba informenes y hacia cuestionarios de empresa, y lo primero que hacía nada más salir, era meterme en un Starbucks a tomarme otro té, estaba sumergida en una rutina bañada en té de limón, y algo de café, o baileys cuando la cosa pintaba mal.
El té que tenía entrelazado por mis dos manos intentando calentarlas, se derramo ante el sonido incesante de la cabina, mientras mi cabeza debatía si descolgar o no descolgar.
Descolgar.
Mi desesperación era extrema, hace unos 15 minutos pasaron al menos ocho personas descolgando y preguntando por mi nombre; siempre sin contestación.
Mi voz se encharco en el miedo, y no conteste nada a la siguiente pregunta obvia:
-¿Tru…?
+ (Respiración agitada, y quizás un hilo de voz contestando un déjame)
- Venga ya…, ayer no parecías tan tímida; vas preciosa con esa chaqueta de cuero, aunque al tacto no parece tan suave, en cambio ayer, ibas muy escot...
Colgué con la misma fuerza que arranque mi tic nervioso.
El parpado temblaba sin cesar.
La noche abrigaba a toda la ciudad, mientras yo intentaba localizar mi vieja moto para volver al motel.
Nunca me había sentido tan sola, y no solo por estar en una ciudad desconocida sin apenas amigos, o por lo menos familiares, la llamada de un extraño me causaba tales nervios, como los que sentí la primera vez que fui al dentista.
Estaba a punto de coger un taxi para no marcharme sola cuando escuche un tiroteo y me metí en un cubo de basura.
Creo que es lo más estúpido que hice en meses.
Eran petardos.
Creo que sí que necesito un taxi.
Mientras lo llamaba, iba pensando en sacarme la licencia de armas, una idea no muy lejana desde que cumplí los dieciséis, diez años después seguía siendo la misma niña que soñaba con tener un arma para sentirse segura, cosa que ya daba por hecha cuando no, lo que no daba por hecho era mi salida del país, cosa que si funciono.
A veces lo más fácil no se consigue mientras lo más difícil te cae del cielo.
Me comporte como una maleducada, mire al taxista de arriba abajo inspeccionando cada rasgo, mientras él, sorprendido, con un gesto me invito a sentarme:
+ A gato negro 28
Tenía la costumbre de dar el nombre de la calle de atrás, y no directamente el nombre del motel, la absurda idea de que alguien supiera donde me hospedo, me daba bastante miedo, y más ahora.
En la radio sonaba Walk on the Wild Side, voy a reconocer que esa canción me encantaba, pero me había hecho llorar y mucho, desconsoladamente, la letra era algo sádica para mi gusto, de temas tabús, pero de algún modo me sentía identificada, ya que la escuche antes de marchar, y tenía un pensamiento parecido hacia esa enorme ciudad.