Capitulo 21. 1/1

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Había gente agradable, como también había gente perra, pero le agradaba el lugar, el otro barman, Carl, se había mostrado escéptico de que una mujer pudiera con esa labor, pero tras estar unas horas en la barra, tenía su aprobación, el lugar brillaba, el alcohol circulaba, la música tronaba, ella sentía tantas ganas de bailar, siempre le había gustado bailar, pero era hora de trabajar, así que se concentro en su tarea; la gente iba y venía, la atmósfera le atraía, había una chica con la que empezaba a llevarse bien, era una mesera llamada Irina, le agradaba la chica, así que siempre que venía por una bebida tenían una mini conversación.

―Que calor. ―dijo, mientras se abanicaba la cara con una carpeta, estaban en su descanso, se encontraban sentadas en una de las tantas mesas altas que eran solo para dos personas.

―Claro que tienes calor, mira la ropa con la que andas. ―ella tenía un punto, se le había ocurrido la genial idea de venir a trabajar con la ropa que había tenido puesta todo el día, el sudor se pegaba a su cuerpo, repugnante, odiaba el calor.

―Tienes razón, lo tendré en cuenta mañana. ―dijo mientras miraba la pista llena de universitario ebrios, ella quería bailar, pero eso solo la haría sudar más, y todavía le quedaban unas horas en la barra, los cuerpos se movían unos contra otros, la música parecía tentarla, esa debió haber sido la misma sensación que tuvo Eva al ser tentada por la serpiente en el Edén, a ella siempre le había gustado la música, y muchas veces bailaba en el bar con Ian, era una parte de sí, que mantenía escondida, April sabía que le gustaba la música, pero como solo habían estado juntas en el colegio, era más difícil para ella escaparse durante la época escolar, por lo que pocas veces habían podido ir juntas a fiestas o discotecas, y las pocas oportunidades en las que había podido ir, nunca se soltaba mucho, ya que siempre estaba preocupada por lo que le esperaba al llegar a casa, pero eso ahora era diferente, no tenía porque escabullirse por la mañana para ir a trotar, ni tener miedo por llegar tarde, no tenía porque, debía empezar a darse cuenta de que había cosas que ahora podía permitirse, como salir de fiesta, bailar, poner música a todo volumen en el apartamento, era hora de ir disfrutando de las cosas que antes le habían sido negadas; se puso de pie.

―Voy a bailar.

―¿En serio? No pensaba que a ti te gustara bailar.

―¿Por qué?

―No sé, pareces tímida.

―Nah, me encanta bailar como loca. ―ella sonrió y ambas se fueron a la pista. Bailo como si no hubiera un mañana, pero si lo habría, ella no conocía el futuro, mañana podría arrollarla un autobús o cualquier otra cosa, pero tenía el presentimiento de que tendría al menos el día de mañana; sacudió sus caderas, su pecho dolía horriblemente por el movimiento, su piel ardía por el sudor, su cabeza le dolía por el cansancio, sus oídos le pitaban por la música ensordecedora, pero eso no le importaba, sentía un calor del demonio, pero no le importo y siguió bailando, hubo un momento en el que ya no escuchaba la música, la sentía, por muy cliché que sonara, su cuerpo solo se movió como si estuviera siendo halado por hilos invisibles, se sentía tan libre, mañana estaría cansada y adolorida, pero esto valía la pena, su corazón corría, pero tan solo por unos minutos se olvidaría del dolor de su cuerpo maltratado, solo disfrutaría.

Después de una larga y movida jornada en la barra se despidió de Irina y se subió a su moto, no sabía a dónde ir, pensó en el hotel, tal vez esa era la mejor opción, pero esa opción pronto quedo descartada, ya que al llegar, peguntó de qué color estaban pintadas todas las habitaciones― todas están pintadas de azul claro. ―le contesto el dueño. No, definitivamente no, era estúpido temerle a un color, pero estar rodada de algo que le recordara a su antigua vida era ser masoquista, así que condujo sin rumbo por un rato, ella ya no tenía nada pendiente de la universidad, así que tenía que encontrar la forma de pasar la noche despierta, hasta que en una de las calles visualizo una discoteca, la gente entraba y salía, la fachada era de color rojo, y en la entrada había un enorme anuncio "Sinners" ella consideró por unos minutos entrar, no tenía porque pasar la noche encerrada, además, bailar la mantendría despierta, aunque algo le decía que no era buena idea entrar a una discoteca llamada "Pecadores" pero espantó la voz con rapidez, y entro al lugar.

Era grande y de dos plantas, al final se veía una escalera custodiada por dos guardias ¿Zona VIP tal vez? Había dos barras, una en cada extremo del lugar, había pocas mesas, tan solo unas ocho o diez, la pista era lo que ocupaba más espacio, había bailarinas sobre plataformas con tubos y artefactos extraños, el lugar estaba oscuro, y solo podía ver a las personas precariamente, luces rojas estroboscópicas inundaban el lugar, la gente se movía descontroladamente, hombres y mujeres de todas la clases atestaban el lugar, era genial, le gustaba más Vesubio porque era menos tenebroso, aquí las parejas no bailaban, prácticamente era ver sexo con ropa, ¡Ugh! Pero por una vez en su vida no le haría daño arriesgarse un poco. No bebió nada más que agua, lo que hizo que recibiera una mirada extraña de uno de los barman, pero no le importo, ella no bebería alcohol bajo ningún motivo, bailo toda la noche, no le importaba bailar sola, aunque todos ahí parecían estar en parejas, pero eso le vino sin cuidado, no necesitaba de nadie para bailar, movió su cuerpo de forma desinhibida, sus manos y cadera parecían ser autónomas, solo se detuvo en algunas ocasiones para descansar un poco los pies, o ir al baño, vomitó lo poco qué había comido, pero eso no le detuvo, ignoro el dolor y solo bailo.

Salió de Sinners a las 4:30 de la mañana, sus pies le dolían terriblemente, sentía como si sus pies fueran a despegarse del resto de su cuerpo, no hizo ni el más mínimo ruido al entrar a la residencia, gracias al cielo Sara seguía dormida cuando llego; se acostó en la cama y escucho música hasta que decidió bañarse y cambiarse, salió a la cocina para prepararse algo de comer, no quería comer nada, su garganta le ardía por haber vomitado hace unas horas, pero tenía mucha hambre, el sonido de su estómago le aturdía, sentía como si alguien estuviera rasguñando las paredes de su estómago, bastante similar al sonido de las uñas de alguien contra un pizarrón.

―Hola Alex ¿Cómo dormiste? ―Sara estaba en pijama y se restregaba los ojos.

―Bien, ¿Y tú? ―estaba sentada en el sofá comiendo su cereal favorito con yogurt de fresa, a ella le encantaba el cereal, esperaba que siendo que era liviano, no terminara por vomitarlo.

―Como una piedra, tienes que enseñarme tu secreto, no sé cómo es que siempre te acuestas más tarde que yo, pero siempre te despiertas antes, y cuando despierto ya estas lista, eres un cyborg, te envidio.

―No, no lo haces. ―se rió, su voz había sonado seca, lo que ella daría por poder dormir tan plácidamente como Sara, ella no tenía ni idea de que hablaba, ni nunca la tendría ella no dormiría en este apartamento, no mientras siguiera sin encontrar la forma de no gritar en sus sueños. Sara pareció desconcertada por el tono amargo de su voz― ¿Sabes lo difícil que es para un cyborg conseguir los repuestos? ―dijo para aligerar la situación, Sara se relajó y se rió como loca. Una hora después ya se encontraban en el estacionamiento de la universidad.


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Cicatrices en el Alma [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora