Capitulo 28. 3/4

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Ya no necesitaba que nadie cuidara de ella, pero, al final lo hacía con buena intención, ¿Acaso podía culparla de preocuparse por ella? No, no podía, entonces debía enseñarle que había cambiado, así ella sabría a que se enfrentaba, debía mostrarle que ya no era una niña, debía demostrárselo a April y a ella misma, apreciaba su preocupación, pero los años en los que seguía ciegamente a April habían terminado― Querer a alguien, no es controlarlo, y también te quiero. ―entonces ambas se movieron, y terminaron apretadas en un abrazo de oso, ambas sollozaban, algo se rompió, pero de una buena forma, como si los hilos de tensión que habían estado entre ellas desaparecieran, porque ya se habían gritado todo, ya podía simplemente abrazarla, puede que no le dijera la verdad a April, pero se sintió liberada de una carga enorme que no sabía que llevaba. 

De alguna forma se sentía mal, porque esto era solo un trapo húmedo para la fiebre, no era la solución absoluta, algo le decía que simplemente estaba postergando el momento, y que la tensión nunca se disolvería realmente hasta que fuera completamente sincera con ella, que esta falsa sensación de plenitud por estar haciendo las paces con su amiga, era solo cosa de momento, pero no importaba, aunque el sentimiento fuera efímero, lidiaría con las consecuencias después.

Se sentaron en el sofá, sin separarse por un momento― Escucha April, yo.... Bueno, yo he cambiado un poco estos seis meses, no soy el reflejo de la Alex que conocías, no lo sé, supongo que madure, no lo sé, o envejecí, no importa, el punto es que necesito una amiga, no una madre. ―April la miraba preocupada.

― ¿Qué te cambio? ―susurro ella, sus ojos estaban hinchados y su voz quebradiza.

Bueno, esa era una pregunta que nunca podría responder de forma honesta, o por lo menos enteramente honesta, así que respondió lo mejor que pudo ―La vida, April― no le mentía, técnicamente, era todo lo que la vida le arrojaba las que la habían cambiado; no había razón para entrar en detalles.

No sabía cómo, pero al levantar la vista al reloj de pared de la sala, se dio cuenta de que había pasado casi dos horas abrazada a Aphril, sin decir absolutamente nada, solo sosteniéndose la una a la otra― ¿Por qué no vamos a comer algo? ―sugirió, a lo que April asintió, salieron del apartamento agarradas de la mano, y por eso pudo sentir el temblor de April cuando se detuvieron frente a su moto.

―Estás loca si piensas que voy a montarme en esa cosa. ―replicó ella.

―April... Es seguro, además no soy una mala conductora.

― ¿En qué momento sacaste tu licencia para esto?

―Cuando estuviste por aquí, siempre me han gustado más las motocicletas que los autos. ―respondió, solo que no había querido arriesgarse hasta ahora, había tomado la decisión una semana después de su separación.

―Pero, ni siquiera eres mayor de edad aún, no es seguro, ni siq...

―April... ―Interrumpió― Mira, no quiero seguir peleando contigo, pero debes entender que el asunto de la moto no es discutible, se manejarla, tengo mi licencia, soy prudente, nunca bebo, así que no corro ningún riesgo, no hagas de esto un gran asunto, por favor, déjalo pasar.

―Está bien... ―dijo en un suspiro de resignación, sabía cuánto le había costado a su amiga decir eso, su voz era forzada, pero apreciaba que lo hiciera.

April no estuvo muy ansiosa con la idea de ir en su moto, pero dado que ella no tenía auto, era la única forma de transportarse, así que a regañadientes, accedió, después de que April lograra montarse con cierta dificultad, le cedió su casco y le dijo que se agarrara a ella si se asustaba; tal vez no debió haberlo hecho, porque en cuanto salieron del estacionamientos las manos de April presionaron con tanta fuerza, que estaba segura que cuando se detuvieran a comer tendría una costilla menos, pero no le importaba, era un dolor que valía la pena, no provenía del odio, ni de alguien que quisiera hacerle daño, sino que venía de la mano de alguien que ella amaba, y más importante, de alguien que la amaba ―no es que la lista fuera muy larga que digamos, era tan corta que ni siquiera era una lista― pero eso hacía soportable el dolor.

Cicatrices en el Alma [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora