Capitulo 42. 1/3

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Casi podía ver los pensamientos de Alex corriendo sobre verde, cruzando por un momento, y luego de pronto se cerraron, no sabía cómo explicarlo, pero algo en ella se cerró, era como una compuerta, sus ojos se oscurecieron un poco, había logrado llegar al templo sagrado, ver a través de las puertas de oro el tesoro, y luego, sin más, las puertas le habían sido cerradas en su cara con un portazo.

―Si.  ―dijo en voz baja― Solo estoy cansada.

―Y enferma. ―concluyó él― Además, tu siempre pareces cansada, asumo que por eso tomas tanto café. ―y ahí estabas, puertas abiertas, y de pronto, un portazo.

―Claro que no. ―ella seguramente no debía gustarle que él hubiera fijado en eso― Claro que si, ni siquiera deberías perder tu tiempo negándolo, recuerda que te he visto con café todos los días, y tus ojos se ven cansados ―contraataco.

― ¿Estás diciendo que mi aspecto es deplorable? ―algo en sus ojos cambio, había hilos de oro, Alex debía ser de esas personas cuyos ojos cambiaban de color con sus emociones, y en este momento, parecía que estaba a punto de enojarse, con él.

―No, estoy diciendo que no pretenderás descuidar tu sueño, y que no se note en tu cuerpo, aparte del hecho de que pareces beber un litro de café diario. ―dijo con una sonrisa irónica.

―Permiso. ―dijo apartándolo del camino, e intentando retirarse, alejarse de él, la sujeto de las caderas, y se inclinó hacía ella, sintiendo el impulso repentino de besarla, pero se contuvo, y le susurró al oído― No hasta que te cure las manos, cielo. ―los brazos de Alex temblaban, y sus mejillas estaban rojas, parecía nerviosa por su cercanía, se retiró un poco, quitó una de sus manos, abrió una gaveta del mostrador del baño, y saco un botiquín de primeros auxilios y lo colocó sobre el mostrador, sin previo aviso, sujetos el cuerpo de Alex, y la sentó encima del mostrador, en el momento en que lo hizo, escucho un ruido de sorpresa de Alex; sus piernas abiertas sobre el mostrador, se escurrió entre ellas, y empezó a limpiar sus manos.

La cercanía empezó a volverlo loco, estaba frente a ella, entre sus piernas, y tocando sus manos para curarlas, tomo la botella de alcohol, y agua oxigenada― Esto te va a arder un poco. ―ella asintió. Vertió alcohol en una mota de algodón, y empezó a frotarlo por los cortes, debería estar concentrado en su tarea, pero en realidad no hacía otra cosa más que pensar en cómo Alex se mordía los labios, queriendo hacer eso por ella, seguramente lo hacía para no hacer ruido, ya que al principio chillo un poco al sentir el picor del alcohol sobre las heridas― Listo, ahora viene el agua oxigenada, esto pica un poco también. ―ella no respondió, solo lo miraba como si tratara de comunicarle algo, unto el liquido con cuidado en sus manos.

―Auch. ―dijo Alex, con sus dientes pinchando su labio inferior, sonrió hacia ella, y ella le devolvió una sonrisa plena, blanca, y perfecta, ella confiaba en él.

―Si ya se, aunque ya casi termino... ―después de desinfectarlas, coloco vendas, y las envolvió― Listo. ―tomo sus caderas, y la bajo del mostrador con cuidado.

―Vamos. ―ella intentó dar unos pasos, pero parecía que estuviera borracha― ¿Estás enferma, o ebria? ―dijo burlándose de ella.

Alex suspiró resignada― Si quieres puedo cargarte. ―ofreció con una sonrisa.

―No, yo puedo, además no me gusta cuan... ―él la tomó por sorpresa, y la elevó, acunándola contra su pecho― ¿Por qué no te gusta que te carguen? ―preguntó.

Ella parecía sorprendida, y no dejaba de mirarlo, directo a los ojos― Porque nunca lo hacen... ―susurró.

―Pues que mal, a mi me gusta, además en este momento necesitas de mi ayuda. ―plasmó una sonrisa en su cara, Alex sonrió fugazmente, y apoyo su cabeza en su cuello, mientras trataba de ignorar que le acababa de decir que le gustaba cargarla, ¿En serio había dicho eso? Pero en realidad, la pregunta más importante, era si de verdad le gustaba, su cuerpo cálido, presionando su pecho, su rostro refugiado en su cuello, el contacto le sorprendía y maravillaba al mismo tiempo, como si estuviera frente a un ser mágico, lleno de luz, casi místico, esos ojos de bruja, parecían hipnotizarlo, rayos, le gustaba cargarla, le gustaba cualquier cosa que implicara tocarla, se esforzó en concentrarse, y la llevo a la sala, colocándola en el mueble― Ahora solo tienes que descansar.

Cicatrices en el Alma [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora