Los cálidos rayos del sol, que se cuelan a través de la ventana del dormitorio, iluminan el cuerpo de Kane enredado entre las sábanas de tela verde. Desde la puerta, lo observo mientras duerme plácidamente. Mis labios se curvan formando una pequeña sonrisa cuando vislumbro su expresión tranquila y relajada. Me reconforta el saber que por una noche ha conseguido dormir algo más que un par de horas.
La sola existencia de un Cambiaformas es tan grande como la del propio sol. Nuestra facilidad para crear conexiones con otras personas nos permite llegar más allá del estado consciente, convertirnos en un bálsamo que se extiende sobre los pensamientos o en un espacio seguro donde poder escapar.
Anoche permití que esa conexión que poco a poco se está creando entre Kane y yo, lo tocase brevemente. Tan sólo unos segundos y una simple palabra bastaron para lograr que su subconsciente se alejase del vacío en el que estaba siendo engullido.
Se cuenta que hace muchos años había unos pocos Cambiaformas con la habilidad de crear una conexión tan fuerte y sólida que eran capaces de introducirse por completo en los sueños de la otra persona, modificarlos a su antojo y deseo, crear un mundo completamente nuevo y oculto a los ojos de los demás... No conozco a nadie en la actualidad que sea capaz de tal hazaña, pero sin duda algo así sería impresionante.
Quién sabe si aquellos poderosos seres se perdieron en el tiempo como tantos otros de nosotros lo han hecho. Sólo unos poco quedamos, desperdigados, escondidos, perdidos e incluso algunos ajenos a su propia naturaleza.
La respiración de Kane es lenta y profunda. El repetitivo movimiento de su pecho atrapa mi atención hasta tal punto que creo haber pasado varios minutos sin otro pensamiento en mi mente. Agito mi cabeza intentando recobrar la compostura y entonces tomo una prolongada inspiración.
— ¡Buenos días! — exclamo con energía apoyada contra el marco de la puerta de su dormitorio.
Los ojos de Kane se abren bruscamente y se incorpora de forma rápida sobre la cama. Su cabeza gira como un rayo en mi dirección. La alarma está marcada en la expresión de su rostro en busca de la amenaza hasta que sus ojos caen sobre mí y me reconoce. La irritación sustituye al sobresalto anterior.
— Red —gruñe fulminándome con su mirada.
La piel bajo sus ojos parece haber perdido parte de su oscurecimiento habitual.
— ¡Vamos! — mi sonrisa se amplía y le hago un gesto con la mano para que me siga mientras me separo del marco de la puerta —. He traído el desayuno.
Su ceño se frunce, pero no me quedo esperando su réplica y le doy la espalda para encaminarme hacia la cocina. Sobre la encimera descansa una bolsa de papel blanca con la parte superior doblada hacia abajo. Me aproximo a ella y la desdoblo para abrirla. El olor a panadería inunda mis fosas nasales e inmediatamente mi boca se hace agua.
— ¿Qué es eso? —pregunta Kane, todavía adormilado y algo enfadado probablemente por la brusquedad con la que lo he despertado.
— Café y unos cuantos bollos de la panadería de la esquina
La pequeña tienda siempre parece estar abarrotada de gente y me ha llevado más de media hora conseguir el desayuno.
Bajo su atenta mirada voy sacando el contenido de la bolsa y colocándolo sobre la encimera. Kane se acerca hasta detenerse a mi lado y agarra el vaso de café para llevar que le tiendo. Lo destapa con mirada desconfiada e inhala.
— ¿Cómo sabes que me gusta negro y sin azúcar? —pregunta frunciendo el ceño.
— He estado siguiéndote por semanas, ¿recuerdas? —respondo con un pequeño encogimiento de hombros.
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La chica sobre los tejados © #2
FantasyA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...