18.

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La conexión estaba tardando más de lo normal así que, mientras esperaba, se puso a hacer caras raras y a mirarse por la pantalla de su teléfono. El tiempo se le estaba pasando muy, muy lento, le daba la sensación que llevaba horas mirándose cuando en realidad sólo llevaba unos minutos. Estaba nerviosa. Necesitaba hablar con alguien, necesitaba sentir su voz, sus consejos, su punto de vista. Necesitaba su energía y alegría. A lo mejor su Wi-Fi no funcionaba muy bien o a lo mejor su amiga no recibía bien su llamada, o bien...

—¡Amaia! —la saludó ella gritando de alegría pero de pronto su expresión facial cambió cundo vio a su amiga con cara extraña—. ¿Qué haces?

—Ay Aitana... —se asustó al ver que la pantalla cambiaba rápidamente de verse a ella a ver a su amiga que tanto añoraba—. Jo, es que estaba tardando en conectarse y me aburría y...

—¡Que mujer! —rio la chica—. ¿Cómo estas? ¡Cuéntame! Os vais ya mañana, ¿verdad?

—Bien, bien, estoy bien. Aquí terminando de hacer la maleta —movió su teléfono para enfocarle el suelo donde tenía la maleta abierta de par en par con solamente un par de camisetas dentro.

—¿Nerviosa? —preguntó.

—Pues no sé que decirte de verdad... —suspiró—. ¿Y tú que tal? Debes estar flipando por Los Ángeles.

—Fua, es que... Amaia.... Es todo una locura... ¡Es otro mundo!

Por mala suerte, las dos amigas llevaban demasiado tiempo sin verse cara a cara. Sus obligaciones profesionales interponían los planes que intentaban trazar para verse sólo unas horas. Cuando una podía la otra no y así sucesivamente. Pero eso no impedía que a diario mantuviesen el contacto, contándoselo todo, o casi todo, e interesándose por la vida de la otra dándose apoyo y ánimos.

Aitana estaba aprovechando al máximo su estancia en Los Ángeles, hablado con varios productores, escuchando maquetas, yendo a clases de inglés y aun así tenía energías para visitar todo lo posible. Amaia la admiraba completamente, su fuerza, su ilusión y su pasión.

—¿Cuándo vuelves? —preguntó la chica sabiendo que Aitana se molestaría por tener tan mala memoria. Siempre le preguntaba lo mismo y Aitana ya no sabía que hacer para que recordara la fecha.

—A tiempo para Eurovisión —le recordó poniendo los ojos en blanco—. No te preocupes de que os veré actuar y luego me emocionare y diré: esos son mis amigos, mis padres,...

—Tus padres divorciados —le recordó Amaia.

—Divorciados o no seguís siendo mis padres —la pinchó—. Ay Amaia...

—Aitana...

Amaia suspiró y Aitana la miró; sabía que algo le pasaba, algo le rondaba por la mente, algo que no parecía bueno y que la estaba consumiendo. Amaia era más que una amiga para Aitana y esta sabía reconocer cada una de sus expresiones. Sabía perfectamente que cunado su amiga tenía hambre se volvía borde o que cuando perdía a cartas no paraba de picarse. También sabía que si algo le molestaba nunca lo contaba hasta que alguien le preguntaba o que si se mordía el labio era porque algo le fascinaba.

—Amaia... ¿Por qué me has llamado? —inquirió sabiendo que esa video llamada tenía un buen trasfondo.

—Por que te echaba de menos... —le contestó con un puchero.

—¡Y yo a ti! —le recordó ella con una sonrisa—. Pero no me mientas... ¿qué ha pasado?

Amaia suspiró y se preparó para contarlo todo como si lo estuviera viviendo otra vez.

Era de noche y se encontraban todos en un salón de la casa de alguien, habían decidido juntarse todos en una casa en vez de salir fuera, sólo por la privacidad de estar en un sitio cerrado sin que nadie externo a ellos les observará hasta el más mínimo movimiento. Había cervezas, vodka y algo de ginebra sobre una de las mesas. Había buen ambiente, risas y recuerdos. Hacia tiempo que no se reunían tantos de sus amigos juntos en un mismo lugar, con las clases y otras obligaciones se les hacía imposible verse pero ese día parecía sido creado sólo para ellos.

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