Danger

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Miguel Repasaba las sagradas escrituras bajo la atenta mirada de Gabriel, desde siempre el menor de los arcángeles había tenido una grata admiración por su hermano mayor.

Un poco fastidiado al sentir la mirada del menor, miró molesto en su dirección provocando que Gabriel alzace la mirada hacia él.

— ¿Ocurre algo hermano? —. Preguntó el menor ladeando la cabeza.

Miguel torció un poco el gesto apretando los labios y frunciendo el ceño —. ¿Es indispensable qué me estés observando mientras leo? — Proclamó con molestia el arcángel mayor.

El menor se encogió avergonzado, miró cabizbajo al suelo jugueteando con sus pies un breve momento y se levantó de donde estaba sentado para poder dejar a su hermano en tranquilo.

Minutos después y cruzado de brazos entró un Rafaél molesto tironeo de una de sus alas.

— ¿Qué le hiciste? — Preguntó furioso con una ceja alzada,

Miguel le miró confundido.

— ¿A quién? —. El arcángel del medio apretó los dientes al escuchar tal incoherencia producida por el príncipe de la milicia celestial.

— ¿Cómo qué a quién? ¡Gabriel llegó llorando a mi habitación exclamando que esta vez no le perdonarías! Así que repito ¿Qué le hiciste? —. Cuestiono aun más iracundo el arcángel Rafael.

— Simplemente deseaba aquella soledad que nunca me ha sido otorgada ¿Acaso es la gran cosa pedirle que me dejase solo? —. Replicó Miguel desinteresado.

Rafaél dio un golpe seco sobre la mesa, captando la atención de Miguel.

— ¡Para Gabriel lo es, así que anda, mueve esas alas y ve a disculparte! — Dijo como rabia.

Asombrado por las palabras de su hermano y sin poder argumentar nada ante esa lógica, se levantó arrastrando los pies, bajo la atenta mirada del arcángel del medio.

Salió de la biblioteca lanzando una mirada curiosa encima de su hombro, percatándose de que su hermano venía detrás de él con el ceño fruncido y los brazos cruzados, sólo lanzó un suspiro cansino, una vez que llegaron a la puerta de Gabriel, Rafaél señaló molesto hacía la manija indicando que abriese y entrara a charlar con él.

Bajo un suspiro, realizó la orden impuesta por su hermano, focalizó al menor y hablo.

— Lamento la forma en que te hablé — Introdujo las manos en los bolsillos del faldón a la par que suspiraba para poder reunir sus ideas — Eres mi hermanito y siento un gran afecto hacia ti, sin embargo, estos días me he sentido un tanto desconcertado por problemas que atormentan a mi recipiente y de forma intrínseca me afectan a mi, me doy perfectamente cuenta de que no debí desquitarme contigo... No es la solución a mis problemas, te pido por favor Gabriel puedas disculparme, ya que no soporto la idea de tener que observarte sin esa bella sonrisa en tus labios —. Dijo Revolviendo sus cabellos.

Gabriel con una sonrisa temblorosa se lanzó a los brazos de su hermano, haciendo homenaje a ese acto humano que denota cariño de una persona hacía otra.

— ¿Todo bien? —. Preguntó Miguel al separarse.

— Todo bien —. Respondió Gabriel con una contagiosa sonrisa, el mayor apretó una de sus mejillas y sonrío de vuelta.

Gabriel se recostó en un sofá tomando un libro de literatura humana y comenzó a leer.

Miguel observó de reojo una última vez al arcángel más pequeño y salió de la habitación.

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