Capítulo 9: Ocaso

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Fayry contemplo a su doctor con una fina línea de amargura en sus labios. La joven soltó un suspiro pesado y paso su mano, por la congelada mejilla del hombre frente a ella. Podía leer en sus ojos la desesperación y ella era una tormenta andante, arrastrando todo a su paso.

- No me disculpare, porque es lo último que quieres escuchar de la persona que te gusta, me siento honrada que tengas esos sentimientos por mí, cualquier mujer estaría más que dichosa de escucharte decir esas palabras, Peter, eres el hombre más increíble que he conocido en la vida, me levantaste cuando era un vegetal y me diste fuerza cuando tenía que usar pañales, cuando mis piernas no servían para nada, solo tú y tu infinita paciencia me saco de la zona de devastación en donde quede, no solo como profesional, si no como amigo, en este momento de mi vida soy una tormenta, estoy en el ojo del huracán, no sé ni quien soy y todo está viniendo a mi sin medida, no me puedo frenar ahora y mi corazón, es un caos, no puedo ser esa persona para ti, porque no mereces a alguien a medias, mereces todo en esta vida.- una sonrisa amarga se dibuja en los labios del doctor, cierra los ojos y aprieta suavemente la mano de la joven en su mejilla, no quería dejarla ir, no se quería rendir.

- No me rendiré de todas maneras, sé que no puedes corresponderme ahora, lo sé y se a lo que me enfrento en este momento, pero, no temo salir herido, bien vales las heridas que me cause esto. – dice dejándole un suave beso en la palma con la decisión brillando en el espejo verde agua de sus ojos.

- Pero, que terco me has salido doctor.

- Todavía no conoces nada de mí. – Fayry suspira y se aparta de él levantando una ceja.

- No digas que no te advertí, mi postura es esta y no te creare falsas expectativas, no soy ese tipo de persona.

- Y eso es lo que más me atrae de ti.

Peter la observo impasible, decidido como nunca lo estuvo en toda su vida. Ella resplandecía como un sol a sus ojos. Su calidez cobijaba los rincones oscuros de su alma. No quería deshacerse de aquel sentimiento que lo hacía sentir vivo. No le importaba cuanto le doliera. Lo valía, valía cada mínima gota de sufrimiento. Cuando la dejo con el terapeuta apretó los puños intentando contenerse. Estaba asustado, probablemente ese hombre iba abrir partes oscuras de su mente y lo más terrible, de su corazón. Moría lentamente de celos. Si con solo un vistazo de sus recuerdos la mujer que era dueña de sí mismo, era todo un caos. Lo sacudía la desolación al pensar en los sentimientos que pudiera tener por aquel sujeto que la perturbaba. Si hubiera alguna manera de eliminarlo de la ecuación.

La sed golpeaba su garganta y sus entrañas cuando regreso a su propio consultorio. Podía imaginarlo en su mente, la mejor manera de deshacerse de ese insignificante sujeto. Hecho el cerrojo en su oficina y se sentó detrás de su escritorio. Saco la hielera que guardaba y la abrió revelando las bolsas sanguinolentas de Ab negativo. Destapo una y no dudo en llevársela a los labios. Los pensamientos oscuros revelaban su naturaleza. Podía saborearlo en la punta de su lengua. Escuchar sus huesos tronar cuando el solo apretara un poco. Si el no existía, su amor podía funcionar.

La llevaría lejos desde luego, donde nadie los conociera. La transformaría, no iba a poder soportar que la simpleza del tiempo de los humanos los separara. Si solo ese sujeto molesto no existiera. ¿Y porque no? ¿Qué lo detenía? Él era superior a un simple humano. Si así lo quería podía deshacerse de ese rival. Bebió con placer la sangre de aquel donador anónimo con una chispa de oscuridad marcando el jade de sus ojos. Él había jurado eliminar la enfermedad... y en aquel momento ese simple mortal era la bacteria más peligrosa del mundo, de su mundo...

Fayry se estaba enfrentando a su propia caja de pandora, todos sus demonios habían salido a jugar. Desde que el metrónomo empezó a moverse de un lado a otro ella fue transportada a otro lugar. Su cuerpo no reaccionaba y una mala película dramática empezó a tomar forma en su mente. Tras sus ojos pudo palpar la pena y la desesperación. Su corazón roto por Matt mil veces. Su esfuerzo por penetrar en su mundo. Y por último la escena que más le interesaba ver.

Don't RememberWhere stories live. Discover now