«Oneshot que participa en la onceava convocatoria de "Gundam Wing Yaoi en Español" (página de facebook)» Basado en el prompt número 77.
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Cuándo y quién
Heero sabía que estaban en tiempos de paz, pero era difícil no sentirse fuera de lugar. Eran personas bañadas en sangre y solo sabían vivir para la guerra, aunque todos intentaban adaptarse, quizás porque el instinto de supervivencia de un soldado era mayor y ninguno quería dejarse arrastrar por la locura, la visitante anticipada de la muerte.
No era lo único que le estaba molestando.
Había sucedido el San Valentín del año anterior... quizás había estado sucediendo desde antes, no lo sabía con exactitud, pero sí recordaba que aquel día se había dado cuenta. Sus emociones de pronto eran difíciles de controlar; sin duda, luego de la guerra había descubierto un sinfín más de ellas que solo le añadían molestias a la pacífica existencia que deseaba llevar.
El amor nunca había sido algo que estuviera en su lista, claro que no, ¿siquiera sabía lo que era? Su plan futuro era trabajar, trabajar, trabajar para mantener la paz, envejecer trabajando y morir. Fin. Nada de cursilerías de encontrar una pareja, casarse, envejecer y morir acompañado. Una expectativa bastante insípida para alguien de apenas dieciocho años. Así que había sido un baldazo de agua fría... mejor dicho, congelada, cuando se dio cuenta.
Duo lo había obligado a ver una película de... ¿zombies? Era algo inverosímil. Desde el principio no tenía lógica alguna para él, los protagonistas parecían correr hacia el peligro en vez de tomar acciones inteligentes para evitarlo. Pero no se quejó. Ahí, ambos en el sofá, envueltos en una manta que el otro había insistido en usar "porque así es como se hacían esas actividades según internet para que fuesen perfectas", el cuerpo de Duo se sentía cálido cuando de tanto en tanto se recargaba más de lo necesario contra el suyo. A veces presionaba su brazo con fuerza ante una escena que lo asustaba. Era gracioso, podía ser una máquina de guerra, pero le daban miedo seres biológicamente insustentables.
Casi al llegar al final de la película lo sintió acurrucarse, como quien no sabe lo que hace y luego el suave olor de su cabello, a chocolate y vainilla, inundó sus sentidos cuando Duo descansó la cabeza en su hombro, la calmada respiración cosquilleó en su cuello. Era extraña, esa proximidad e invasión a su espacio, mas no desagradable. En años anteriores probablemente ni siquiera se hubiera dado pie para una situación de aquel tipo, pero ahora... era diferente. Todos habían tenido que cambiar, él no era la excepción.
Ladeó el rostro y apoyó su mejilla en su frente, entonces lo sintió, lo entendió, ¿y lo procesó? Bueno... eso fue un poco después. No sintió las cursis mariposas en el estómago ni un desenfrenado latir de su corazón. Fue más bien como una patada en las bolas y un escalofrío. Duo, tan tentador y confiado, con mechones de cabello cayendo descuidados sobre su rostro y esas largas pestañas rozando sus mejillas... quería follárselo, ¿quién no querría?, pero también ansiaba cuidarlo. Qué aterrador y desconocido sentimiento.
Duo, por supuesto, no se enteró de nada. Seguía muy a sus aires casi viviendo en su departamento, así que se resignó a dejarle una de las llaves de lugar al forzado inquilino; también se resignó a aceptar lo que sentía, y a que su presencia se lo recordara a cada momento. No era fácil, era una debilidad, pero ya no estaban en guerra y podía permitírsela.
Cuando el siguiente San Valentín, Duo cruzó la puerta rezongando por la cursilería de la fecha, no se sorprendió. Ya tenían una rutina. Duo se desparramó en el sofá y encendió el televisor hablando sin cesar mientras él trabajaba en un proyecto que le habían asignado en Preventers, hasta que de pronto se quedó callado.