Algo le pasaba a su capitán.
Altura media, pelinegro, varias cicatrices. Joven, mirada penetrante, de actitud decidida y vivaracha.
Definitivamente algo le ocurría a Monkey D. Luffy,
Hacia un par de semanas que los Mugiwara viajaban hacia la isla Gyojin. Al principio, todo había sido... normal. Vaya, todo lo normal que podían ser las cosas en ese barco. Trabajaban, comían, bebían, entrenaban, se divertían, planeaban sus próximas victorias... Todo eso a su manera, claro.
Sin embargo, desde hacia un par de días su capitán no actuaba como solía.
El primero en darse cuenta fue Chopper. El doctor del barco podía ser aniñado, tal vez infantil, pero también era muy observador; posiblemente debido a su profesión. Él fue el primero en observar que el comportamiento de Luffy había cambiado. Eran pequeñas variaciones, detalles, miradas y gestos nerviosos. Sin embargo, como parecía ser el único que pensaba eso, decidió pasarlo por alto.
El segundo fue Sanji. El cocinero no era quien más tiempo pasaba con Luffy. El capitán solía pasar muchas más horas jugando con Ussop y Chopper que con él. Sin embargo, sí que estaba acostumbrado a tenerlo correteando a su alrededor buscando comida, intentando robar algo de la despensa o simplemente dándole prisa para que hiciese el almuerzo. Pero un día toda esa actividad simplemente cesó.
La primera vez que Sanji notó algo fuera de lo común, era mediodía, casi la hora de comer. Él se encontraba cocinando, cuando de repente notó como su capitán entraba, despacio y sin armar estruendo, para lentamente sentarse en la mesa; nada de reproches, ni prisas. Sanji bufó, con gracia, no creía que iba a vivir para ver ese día.
— Luffy, no te preocupes, la comida estará enseguida. — Canturreó Sanji feliz. Amaba cocinar.
— Sí, bueno, tampoco tengo tanta hambre, Sanji. — El corazón de Sanji pareció saltarse un latido.
— ¿Eh? ¿Te encuentras bien, Luffy? — Le preguntó realmente preocupado, al fin y al cabo, por mucho que siempre discutiesen y pelearan, él quería a su capitán tanto como el resto.
— Sí... no sé...— Murmuró su capitán mientras se apretaba el pecho. — Es sólo que... creo que lo añoro mucho...— Susurró el moreno. De no ser porque lo estaba mirando tan fijamente, probablemente Sanji ni siquiera hubiese sido capaz de entender sus palabras. — Bueno, no importa ¡¡estaré esperando la comida, Sanji!! Shishishishi. — Le gritó antes de irse corriendo.
¿Añorar? ¿Su capitán? ¿A quién demonios añoraba Luffy? A ver, que sí, que echar de menos es un sentimiento de lo más común. Sobre todo en el tipo de vida que ellos habían elegido, pero... ¿su capitán? Luffy era activo, feliz, decidido, apasionado, despistado, nervioso,... Se le ocurrían tantos adjetivos para describirlo... Y ninguno de ellos estaba relacionado con 'añorar' o con 'tristeza'. Aunque... ahora que lo pensaba, tampoco era tan extraño, pensaba Sanji. Su fuerte capitán había pasado por experiencias especialmente traumáticas y ellos simplemente habían dado por hecho que lo había superado.
Ese tipo de sucesos siguieron ocurriendo durante varias semanas más hasta que finalmente toda la tripulación llego a la misma conclusión. Algo le pasaba a Monkey D. Luffy.
— "¿Qué demonios te ocurre, capitán?" — Pensaba Zoro. Esa misma tarde, mientras Ussop y Luffy intentaban pescar algo, el resto de la tripulación había mantenido una breve conversación sobre el tema.
En efecto, todos sentían que a su pequeño capitán le ocurría algo. Como si continuamente intentase comportarse con normalidad, pero de vez en cuando sus verdaderas preocupaciones saliesen a la luz. Quizá era su culpa, habían coincidido todos, por dar por hecho que Luffy era un niño grande que siempre estaba feliz. Todos en esa tripulación habían sufrido, deberían poder comprender lo que le ocurría. Sin embargo, ni juntando todas las ideas habían podido sacar alguna conclusión útil. Al final, simplemente habían decidido darle unos días de espacio a Luffy.
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¿Añoranza?
FanfictionAlgo le pasaba a Monkey D. Luffy. Hacia ya un tiempo que la tripulación lo pensaba: Algo le ocurría a su capitán. Comía muchos menos, no saltaba, no jugaba y parecía estar constantemente nervioso. "¿Qué podemos hacer?", pensaban todos. Sin embargo...