D o m i n g o

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Yoongi había aprendido hace unos pocos días sobre la conciencia. La definición fue tratada en su clase de Psicología. No solía prestar mucha atención a sus clases y su interés se reflejaba más en el club de música al final de éstas.

Pero Yoongi decidió ésta vez si prestar atención. Es curioso como una clase había logrado cambiar la perspectiva de su vida. Es curioso como una clase le había abierto los ojos.

Y aún así, Yoongi decidió mantenerlos cerrados.

Aquella tarde de Domingo se había anunciado con una lluvia torrencial, una que parecía no querer detenerse de momento. Nadie pensaría en querer salir en un día tan lluvioso como este, sobre todo porque la semana entera había sido igual de tormentosa y los caminos se encontraban empapados y lodosos.
El clima parecía estarles jugando una maldita broma a los estudiantes que esa misma semana comenzaban sus vacaciones de invierno, todo plan había sido cancelado tras el alerta que rugía y evitaba que cualquiera pudiese salir de su casa con tranquilidad.

Sin embargo, para Yoongi, éste tipo de días eran los ideales; podía dormir hasta tarde, levantarse sólo para picar algo y pasarse el día escribiendo nuevas letras que le venían a la mente, con el sonido de la tormenta de fondo como un buen acompañamiento. No moría de calor por altas temperaturas y el caluroso sol que se posaba en su ventana; una manta alrededor de su cuerpo y una buena taza de café eran sus protectores en ese frío día de invierno.

Solía pasarlos tranquilo en su casa, comunicándose con sus amigos a través de las redes sociales o videollamadas ocasionales.
Pero justamente éste no era uno de esos días.

¿Qué clase de magia negra había logrado sacar a Min Yoongi de su calentita habitación un día de invierno, a menos de 2 grados y con una lluvia que amenazaba con llevarse todo a su paso?

Park Jimin.

Esa era la única respuesta. El pequeño Jimin, su mejor amigo y primer amor. Aquel niñato que con su dulzura había logrado encantar al gruñón de Yoongi.

Min siempre iba a verlo todos los días, sin excepción. Pues, se encontraba a sí mismo con la necesidad de verlo, apretar sus regordetas mejillas y oírlo quejarse por ello.

Por eso mismo, Yoongi estaba en la puerta de la gran casa de Jimin, apenas con un buzo cubriendo su cuerpo del frío y la lluvia, esperando que el menor apareciera para abrir la puerta y dejando que ingresara a su cálido hogar.

- ¡Hyung! - La aguda y bonita voz de Jimin lo recibió junto a un abrazo que dejó el corazón de Yoongi latiendo fuertemente. Nunca podría acostumbrarse a los abrazos sorpresivos y afectuosos de su menor.

El más bajo lo reprendió por salir sin algún paragüas o algo que lo cubriera mientras ingresaban a la casa y Jimin corría a por una toalla para comenzar a secar el azabache cabello de su hyung.
Yoongi sonrió por lo bajo, abrazando al menor por la cintura, ocasionado un tenue rubor en las mejillas contrarias.

- Bienvenido de vuelta, hyung...

Después de asentir mil veces a los regaños de Jimin, prometiendo ya no volver a salir en la lluvia sin protección, finalmente pudo descansar, tanto como le gustaba.
Pasar las tardes con aquel mocoso hacían que se sintiera en paz; una paz que creía haber perdido hace mucho tiempo atrás.

Jimin se encargaba de acariciar las hebras oscuras de su cabello con suma ternura, logrando adormecerlo sobre el regazo del menor. Ambos recostados sobre el sofá de la sala, con el tenue sonido de la lluvia que comenzaba a calmarse de a ratos. Si Yoongi pudiera detener el tiempo ahora, dejaría que éste momento continuara hasta nunca acabar.

S u n d a y ; O S ; YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora