Capítulo 1/2

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Jisung apagó el televisor, eran cerca de las once de la noche y mañana debía ir temprano a la cafetería o Kim lo regañaría de nuevo, humillándolo frente a los otros empleados y clientes, era un maldito idiota, pero un maldito idiota que firmaba su salario.

Caminó a la cocina para dejar el vaso de leche vacío y el plato de galletas, vaya cena. Pasó a un lado del refrigerador, cosa que no había hecho cuando llegó, lo que impidió que viera la nota que estaba en la puerta.

¨Hijo, te hicimos una visita en la tarde, por favor ya deja ese lugar, te extrañamos.¨- Mamá.

El chico suspiro cansado antes de despegar el papelito y tirarlo a la basura. Todos los fines de mes era la misma historia. Al chico no le interesaba volver a rodearse de adultos que le dijeran qué hacer y cómo hacer las cosas, juzgándolo como un loco. Jisung no quería eso. No otra vez, ya que a sus dieciocho años era lo suficientemente maduro como para saber que hacía o como vivía.

Lo que veía, y si, estaba en sus cinco sentidos.

Sus padres, junto con los policías y todos lo tenían tachado como un chico raro y enfermo, él estaba seguro de lo que pasó aquella noche, que él no era el loco, sino el maldito pueblo que le tenía miedo a la verdad, a lo sobrenatural y al mundo exterior superior al nuestro.

Jisung subió a su habitación, cubierta por penumbras, en la oscuridad levemente iluminada por la luna y siendo los arboles sus acompañantes fuera de la ventana, se recostó.

Volvió a tener ese sueño, o recuerdo más bien.


...


¨Ve por ella Jisung¨. Decían todos sus compañeros al unísono.

¨¿Por qué debo ir yo?¨. Se quejó el niño de ocho años.

La pelota había sido pateada por el más pequeño de los chicos, Jisung, todos sus amigos le decían que el debía ir porque el había sido el culpable, pero la verdad es que todos tenían miedo. ¿Por qué? Fácil. Se trataba del bosque a las orillas del pueblo. Los niños ni siquiera debían estar jugando en esa parte del pueblo, pero todos eran bastante desobedientes, bueno, no tanto para cruzar esa gruesa maleza y caminar entre los pinos que se alzaban en el profundo territorio posiblemente lleno de monstruos y criaturas extrañas que comían niños. O eso les decían sus padres.

Cosa por lo que todos los pequeños se encontraban empujando a Jisung, dejándole la responsabilidad de entrar y recuperar la pelota.

A cortos pasos el infante caminó por la línea divisora, era hasta cierto punto muy raro, como a pesar de las mil y un advertencias de los padres de Jisung y sus maestros de nunca bajo ninguna circunstancia acercarse al bosque, tenía este ni siquiera una cerca o rejas, o algo. No, nada de eso.

Jisung avanzó por las ramas y rocas, por el camino de tierra, hasta que los murmullos de sus compañeros fueron alejados e imposibles de escuchar.

Si le preguntaran a Jisung cuanto tiempo estuvo deambulando por el bosque, por entre los pinos y el aire cada vez más frío, no sabría que responder, parecieron siglos, para un niño de solo ocho años, el sol se ocultó y la luna tomó lugar en el cielo, el viento que antes estaba cálido era casi helado, y Jisung sentía sus manitas congeladas, así como su nariz y mejillas que debían estar rojas, cosa que pasaba cuando estaba por enfermar.

Miraba por el suelo en busca de la pelota roja, pero no veía nada, no sabía si era por la oscuridad o por las lágrimas de miedo que asomaban sus ojos haciendo borrosa su vista. Estaba asustado, quería regresar a casa, quería que alguien apareciera y le dijera que estaría bien, que mañana despertaría en su cama lejos de este lugar que era totalmente extraño y peligroso.

Just One Bite ∆ MinSungWhere stories live. Discover now