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Fue abrir los ojos y que las sensaciones de dolor me inundaran el pecho. Al principio me desconcertó este vacío tan repentino, pero luego recordé: Ana...

Ella ya no estaba, no era mi novia, o eso creía. Sus palabras dolieron y no creo que quiera volver.

Es cierto que no me enamoraba, pero sí me gustaba, y mucho. Siempre tuve miedo de perderla... y ahora lo he hecho. O eso creo.

Me levanté y tras vestirme y coger la mochila avisé a mis madres. Pero mamá no estaba.

-Cómo Laura no está, me ha dicho que te vayas tú solo en la moto. No creo que te digan nada. - Asentí y cogí las llaves.

Que raro que mamá me haya dejado... Suele ser sobreprotectora, de ahí que no quería que me oyera o me viera ayer.

Monté y me fui al colegio. Quizás hoy no fuera el mejor día para que mis madres confiaran en mí, ya que no me sentía capaz de concentrarme en nada. Mi cabeza daba muchas vueltas al día de ayer, sin antes pedir permiso a mi corazón.

Perdí a la chica que hacía mis días algo más amenos y conocí a otra que, si sale bien, podría enseñarme lo que significa amistad realmente. Pero... ¿Ella estaría ahí de verdad? ¿Podría mostrar quién soy yo? ¿O sólo había sido el aburrimiento de una noche que nunca más se repetiría?

La verja del instituto me sacó de mis pensamientos, puesto que casi se queda con la forma de mi moto.

Aparqué y entré en el edificio, todavía había tiempo.

Ella estaba allí. Creí que pasaría de mí, que les habría contado a todos lo que pasó en la tarde, que me daría de lado... Pero eso no pasó.

Me saludó con un corto beso en los labios, cómo siempre. Pasó su brazo por mi cintura, cómo siempre. En su cara estaba dibujada aquella sonrisa que me encantaba, cómo siempre. Desprendía un olor a vainilla, por ese perfume que tanto la encantaba, cómo siempre. Incluso llevaba puesta aquella falda negra que yo le regalé. Pero la única cosa de siempre que yo quería ver era la única que no tenía: aquel brillo permanente en sus ojos, que encendía su mirada cuando estaba furiosa, que la embellecía cuando estaba contenta y que la delataba cuando lo que pensaba era pícaro había desaparecido. No estaba. Y eso me mataba por dentro al saber que yo era el culpable.

Sentí su respiración cerca de mi cuello, y enseguida la oí, en un pequeño susurro, diciéndome que esta tarde nos veíamos en aquel parque dónde empezó todo, al lado de la fuente que fue testigo de nuestro primer beso, en el tercer banco, dónde la pedí salir.

Asentí. En el recreo avisaría de que no iba a comer.

Uff, a primera hora tenía ciencias sociales, que coñazo... Y encima la profesora era una hija de p... De su madre...

[...]

Chat con mamá.

Yo: mamá, no iré a comer.

Mamá: ¿por qué? No te ha pasado nada con la moto, ¿verdad?

Yo: No, mamá. Estoy bien, tranquila. Solo que voy después de clase con Ana.

Mamá: Oh, vale. Está bien. Avísame cuando vayas a venir, no sé si esta tarde estaré en casa.

Yo: Vale.

Mamá: Y avisa a Amanda, que luego se preocupa.

Chat con Amanda.

Yo: Amandaaa.

La chica del tejadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora