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Cuando desperté, no recordaba el sueño que estaba teniendo, pero sí sabía que, fuera lo que fuera, era muy agradable. No quería volver a la realidad. Por eso, el despertador se rompió "accidentalmente" cuando lo tiré contra la pared.

¿Qué? Ya no los hacen como antes, ahora se rompen con un golpecito de nada...

Sí, sí, un golpecito de nada... - Chicos y chicas, os presento a mi horrible conciencia, que aparece siempre en el momento más inoportuno.

Oh, no, ya me estoy pareciendo a las Unikas y Detergentes. Ok, no. Mucho Wattpad anoche.

Junto al despertador estaban... ¿las llaves de la moto? ¿Por qué...? Ah, ya. Mi madre había ido antes al trabajo y Amanda iba a pasarse el día en la comisaría, con el "caso Jimena". Yo quería ponerle "caso puta loca roba-maridos asesina-hombres" pero Amanda me dió un somnífero y una asquerosa pastilla contra la fiebre y me mandó a la cama... ¿Con 39°C de temperatura corporal se delira?

Me dirigí al instituto. Allí estaban mis amigos. Hablamos de lo típico: lo buena que estaba esa tía de ahí, a esa chica se la había tirado uno del grupo y con su amiga habían hecho un trío. Que si yo ya no podía disfrutar de esas noches porque tenía novia y que si yo follaba bien y que si ella era buena en la cama. Sí, chicos, esta era la mierda que tenía que soportar cada día.

Me disponía a ir a la única clase que no comparto con ninguno de estos imbéciles: lengua y literatura, cuando algo me paró.

Unos brazos se enrollaron en mi cintura, haciendo que todo mi cuerpo se paralice.

Yo ya conocía esos brazos, conocía ese envolvente aroma a lavanda, un olor inconfundible para una chica inolvidable. Yo había sentido cada centímetro de su cuerpo deslizándose por mi piel. Yo sabía lo excitante que era su mirada, lo mágico que se sentía tomarla de la mano o abrazarla. Sabía lo bien que se sentía besarla, lo perfecto que era el presionar mis labios con los de ella. Yo conocía su boca de memoria y podía recrear un beso suyo en mi mente sin necesidad de esforzarme. Yo sabía lo jodidamente sexy que era esa chica. Ella había despertado en mi antiguo yo sensaciones desconocidas. Ella me había descubierto la magia.

Pero, a pesar de tener tan intensos recuerdos, ya no causaba tan efecto en mí.

Me giré, confirmando que mis sospechas eran ciertas. Allí estaba Jennifer, abrazándome por detrás. Mi primer amor, mi primera novia, la chica que drogó a mi hermano (gay, por cierto) para acostarse con él, después de haberle besado mil veces cuando él estaba desprevenido.

Lucía tan bella cómo siempre, pero yo solo podía sentir el dolor de su traición.

Ella me sonrió, pero no era su habitual sonrisa, pervertida, sino una triste, cabizbaja. ¿Acaso tenía una hermana gemela y no era ella la estaba ahí?

-Lo siento. - Murmuró.

¿Había oído bien? ¿La orgullosa Jennifer Gutiérrez estaba pidiendo disculpas? Mantenme ahora porque el mundo se va a acabar, no hay otra explicación.

-¿Jen...?

-No, calla. En verdad lo siento. No debí hacerte eso, fue por una cosa que prometí no decirte. Jamás me acosté con tu hermano, nunca lo haría. Él cree que sí lo hice, pero, hazme caso que no. Por favor, créeme.

-Lo siento, Jennifer. Yo ya no me creo nada que salga de tu boca.

Y me fui, intentando ignorar el hecho de que ella no era la que yo conocía. Ya no.

Me dediqué a andar por el campo de fútbol, ya que me había entretenido demasiado y no podía entrar en clase.

Tras las clases, sonó el timbre de fin del día​ escolar. La gente salió gritando, alborotados. Algunos chicos se peleaban por invitar a un grupito de chicas que se habían atrevido con un pronunciado escote y una manga corta, notando ya el tenue calor que provoca la primavera. Pero hoy se sentía diferente, más alocado, más animado, más feliz. Hoy era viernes y hasta los profesores se notaban más alegres.

La chica del tejadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora