-Yo... Eh.. -La miré a los ojos.
-Lo siento. Fue... Un impulso.
Sonrió.
-¿Podemos olvidar esto? - Asentí con la cabeza.
Esa conversación daba vueltas en mi cabeza. Mi diosa, esa misteriosa chica pelirrojo que ha conseguido sacar muchas de las pocas sonrisas verdaderas que he exhibido desde la muerte de mi padre.
Esta mañana, Amanda nos ha dado la buena noticia: Jimena ha perdido el juicio. Tendrá siete años de cárcel.
Tras eso, entré en la habitación y Marcos me siguió.
Me preguntó que pasaba y se lo conté todo tras varios intentos fallidos de negación.
No quise bajar a comer. No tenía hambre, tampoco ánimo.
Parecía una puta cría enamorada, lo sé, pero acabo de ser oficialmente rechazado.
Pasaron días, semanas, hasta un mes. Cada día hablábamos de cosas diferentes, de tonterías. Cada día reíamos de cualquier cosa y fingimos olvidar el beso, tal y cómo habíamos prometido. Pero yo no lo había olvidado y sé que ella tampoco. La veía mirarme en silencio cuando creía que estaba distraído y no me daba cuenta. Un día se durmió en mis brazos y me sujetó fuerte mientras susurraba mi nombre con una sonrisa, soñando.
Las cosas con Ana estaban demasiado tensas. Le contó a todos que me había negado a acostarme con ella después de un segundo rechazo.
Ahora mismo estaba echado en el sofá de al lado de la puerta, nervioso y reaccionando a cada leve sonido que podía escucharse fuera. Ella me había propuesto un paseo por la playa, pero seguía sin saber su nombre.
Nos habíamos unido muchísimo. Ella compartía conmigo sus canciones, y a mí me entusiasmaba escucharlas, sobre todo de su boca.
La primera que me cantó, terminó grabándola en un pendrive y ahora está en mi ordenador, siendo mi canción preferida.
Estaba escuchándola por quinta vez en media hora cuando entró una llamada: Ana.
Quería que quedásemos, tenía "la casa sola".
Me negué y dije que tenía muchas cosas que hacer con mi hermano. Esa era la mejor excusa.
Acto seguido, sonó el timbre y me levanté de tal forma que un deportista profesional me hubiera envidiado.
En menos de cinco segundos ya tenía la puerta abierta, y, tras ella, una pelirroja con la sonrisa más hermosa que he visto.
Sí, en este mes me había dado cuenta de algo: la quería. La quería de verdad. Pero no tengo los huevos suficientes para decírselo, para cortar con Ana o para que mis amigos me manden a la mierda. Soy imbécil, lo sé.
La guié hasta dónde estaba mi moto.
-¿Sabes conducir? ¿Cuántos años tienes?
-Se conducir desde hace un año. Tengo diecisiete, técnicamente, no podría, pero conduzco bien y no hay motivos para que me paren. Además, aparento perfectamente dieciocho o diecinueve. - La sonreí y ella me devolvió la sonrisa.
Enseguida llegamos a la playa. Todavía no hacía tanto calor cómo para querer bañarnos, pero daba igual, aún así teníamos la ropa de baño.
El paisaje, el sonido, la soledad hacían todo perfecto. Perfecto para estar con ella. Perfecto para olvidarme de todo lo que fingía ser. Para ser feliz junto a la persona de la que ~ sí, lo admito ~ me he enamorado.
Ella me confesó lo que nunca me habría imaginado: es cómo yo. Una copia de mí en lo que a personalidad respecta.
Su verdadero yo sólo me lo muestra a mí, pero la gente piensa que es una chica fría y muy directa.
Me contó todo, pero yo no tuve el valor de confesarle que me pasaba lo mismo. No quería que me viese cómo una persona despreciable, así cómo se veía a ella misma.
La sequé sus lágrimas, la aparte el pelo de la cara, y la levanté del suelo.
La quité el móvil y empezé a correr, consiguiendo así mi propósito: que me persiguiera.
Estuvimos así unos cuantos minutos, hasta que se lo devolví.
Acto seguido, la llevé hacia una columna y la puse justo en frente mío, de modo que eso nos separa. Empecé a girar, haciendo con nuestros cuerpos una especie de lento remolino.
Pero, dios, sí vieras su sonrisa en ese momento me darías la razón de por qué la llamo diosa.
Era hermosa, era simplemente hermosa. Su sonrisa conseguía inmediatamente la mía, porque, joder, no había ninguna igual que la suya. Era tan inolvidable cómo lo es un cielo estrellado.
Y sus ojos... Sus ojos brillaban cuando sonreía, de una manera tan adorable que no parecía humana.
Durante una hora o así estuvimos jugando cómo niños. En un momento, la empujé al mar, y ella consiguió tirarme.
Estuvimos cerca de hora y media dentro, con las gilipolleces que se suelen hacer en el agua: tirándonos agua, saltando las olas y empujándonos.
Después, casi a la noche, salimos del agua, y nos pusimos a pasear por la orilla, dados de la mano.
Pero nos encontramos con un inconveniente: mi grupo de "amigos" vino. Y con ellos estaba Ana. De la mano y cariñosa con un chico. Con Cristian. Con el hermano pequeño del primo que la violó. Aquél que ayudó a la causa.
En cuanto me vió corrió hacía mí.
-¡Aaron! ¿Qué coño haces aquí? ¿No tenías mucho que hacer? ¿Y quién es esta zorra? - Gritó.
Quise apartar la mano, lo último que quería era buscar problemas a la pelirroja, pero ella me la apretó fuerte.
-No, Aarón. - Me susurró. - No me sueltes.
-Lo primero, Ana, no es una zorra. De hecho, la única que aquí eres tú. Quejándote de que te violaron y mírate... Patético. Además, "cariño" sí es que alguna vez pude llamarte así, creo que no tengo que darte explicaciones de nada. Ya veo por qué en este último mes apenas quedábamos.
-Yo no... ¿Y tú? ¿Cuántas cosas nos has ocultado? - Y tras esa frase, exploté.
-¿A quiénes? ¿Al grupito que dice ser mis amigos sólo porque soy popular? ¿Creéis que no me doy cuenta de lo que habláis de mí? ¿Queréis la verdad? ¡Aquí la tenéis! ¡Soy virgen! ¡Ana es mi segunda novia! ¡Jamás he tenido rollos de una noche! ¡Ni he querido a Ana! ¡Sí, se lo que es querer, porque quiero a esta pelirroja que está a mi lado! ¡Os he ocultado que ella es mi diosa! ¡Os he ocultado que la besé!
Me callé. Mi respiración estaba tan agitáda como mi corazón.
-Tranquilo, ángel.
Esas palabras de mi diosa colmaron todo. Ana se marchó indignada, de la mano de ese tío, delante de los demás, que estaban completamente en shock.
-Yo... Lo siento diosa... No quería que te enteraras de esta forma y... - Me calló poniendo un dedo en mis labios y sacudió la cabeza.
Y creo que fue lo mejor, porque, ¿qué era lo que no quería que supiera? ¿Ana? ¿Mis amigos? ¿Mi supuesta personalidad? ¿Que soy virgen? ¿Que la quiero? Quizás todo.
Ella me abrazó por detrás, pero se la notaba distante.
-Creo que no es el mejor momento para decirte que me voy...
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La chica del tejado
Short StoryY si ella no sabía hacer magia, explícame por qué su sonrisa me hacía temblar. A veces el destino te pone a una persona especial en tu vida para darte una lección, pero puedes terminar enamorándote. Y es justamente ese momento el único en el que des...