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Era de mañana, mamá trabajaba muy lejos y la veíamos no tan seguido. Ese día no había ido al colegio y papá trabajaba en casa, así que me quedé con él, estaba encerrada en mi cuarto dibujando cuando escuché un ruido del cuarto de mis papás, la curiosidad invadió mi cuerpo, así que fui hacia allá, la puerta estaba entreabierta, me asomé y vi a mi papá con la falda roja preferida de mamá, tenía puesto sus tacones, sus talones estaban por fuera pues sus pies eran grandes. También tenía puesta la camisa blanca con líneas negras en los bordes que tanto le lucía a mamá. Un moño adornaba su peluca larga, castaña y con churcos en las puntas. Vi como agarraba el maquillaje de mi mamá y fallando en el intento de pintarse los labios, dejó labial alrededor de toda su boca.

–¡Papá, así no se hace! –grité y abrí la puerta por completo dirigiéndome hacia él.

Mi papá se asustó y prácticamente saltó de la silla del tocador de mamá, me miró con una cara muy graciosa, me solté a reír y cuando ya pude calmarme lo senté otra vez en la silla.

–Puedo tener seis años, pero mamá me enseñó a maquillarme y te puedo decir que lo que estás haciendo está muy mal, papi. –dije y agarré un pañuelito para desmaquillar, le quité el pintalabios y con mis pequeñas manos le aplique bien el labial sin salirme de los bordes.

Me sentí orgullosa de mis habilidades, se miró al espejo por unos momentos y volvió a mirarme, estaba pálido, no me había dicho nada desde que entre al cuarto, me sentí mal, pensé que había puesto bien el labial, pero su expresión daba entender que no le había gustado.

–Si no te gustó como te quedó, lo puedo volver a quitar. –dije con ojos aguados, temerosa de que papá se pusiera bravo.

La expresión de papá cambió por completo, sus hombros se relajaron, su cara, ahora ya no tan pálida, estaba más calmado.

–Mi amor, está perfecto, eres una excelente maquilladora. –dijo y una gran sonrisa se puso en mi cara.

–¡Sí! Ahora siguen los ojos.

Terminé de maquillar a papá y él se vio en el espejo, debo admitir que se veía más bonito que mamá, en sus labios rojo intenso se formó una sonrisa de ojera a ojera.

–Ya no serás papá, te llamaré... Kookie, mi nueva mejor amiga. –dije, le agarré las manos y salté emocionada por la idea de tener una nueva amiga.

–Amor, prométeme una cosa –dijo mientras me miraba fijamente–. Prométeme que no le vas a decir nada a mamá sobre esto, ¿sí?

–Pinky Promise. –dije y juntamos nuestros dedos meñiques para hacer la promesa.

Duramos toda la tarde jugando con mis muñecas, bailamos, cantamos, nos pintamos las uñas, hicimos un desfile, tomamos el té, vimos películas de Barbie, nos reímos mucho durante ese tiempo, pero ya casi era la hora en la que mamá regresaba del trabajo y Kookie dijo que tenía que irse, pero que cuando mamá no estuviera regresaría otra vez a jugar conmigo.

Se encerró en el cuarto de mis papás, y al rato salió papá, con su camisa blanca manga larga, su pantalón café y sus zapatos grandes, ya no tenía maquillaje puesto y su peluca se la había quitado dejando ver su pelo negro, corto y peinado a la perfección.

Mamá llegó del trabajo, saludó a papá con un beso y a mí me alzó en sus brazos.

Fuimos al comedor a cenar la deliciosa comida que había hecho papá antes de que mamá llegara, estábamos sentamos en la mesa, listos para comer, cuando mamá le agarró la mano a papá y se dió cuenta que tenía las uñas pintadas.

–Corazón, ve a tu cuarto por favor, papá y mamá tienen que hablar a solas un momento. –me dijo mientras soltaba la mano de papá, puso los codos en la mesa, juntó sus dos manos acercándolas a su boca, esperó a que me fuera.

Kookie, mi papá | jjk•kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora