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Un grito fue lo que lo despertó.

Se removió con incomodidad y abrió los ojos sin prisa al sentir la luz del sol chocar directa sobre su rostro. Tomó asiento, bostezó, se rascó la nuca y vio a Yuuri. Éste había retrocedido hasta que su espalda chocó contra la pared, y lo veía como si se tratara de un espectro de apariencia poco agradable.

—¿Qué sucede? —se atrevió a preguntar.

—¡Tú...! ¿Qué haces en mi cama? —Yuuri apretó las sábanas, y él ladeó la cabeza como si esa pregunta resultara ser estúpida.

—Me colé y vine a dormir contigo —respondió como si fuese lo más obvio. Yuuri balbuceó algunas cosas que él no alcanzó a comprender y bufó—. Tú permitías que Viktor hiciera lo mismo incluso antes de comenzar a salir.

—¡Pero esto es diferente! —Yuuri estaba molesto, se notaba en la expresión en la que su rostro se contraía—. Yo estoy comprometido, Yurio. No puedo permitir que hagas este tipo de cosas a tu antojo. Es incómodo.

Lo observó por unos instantes enfrascado en el más puro mutismo, y tras pensar en algo, se acercó. Sus labios se habían trazado en una sonrisa ladina y divertida, y cantó victoria cuando se percató de lo nervioso que estaba Yuuri. Lucía como una presa vacilante que trataba de imponer presencia frente a un depredador mayor que él.

—¿Entonces no te provoco nada? Ya no soy un niño, ¿Sabes? —se relamió los labios, pero Yuuri respondió empujándolo al punto de provocar que cayera de la cama. Se quejó del dolor en voz alta, y un pequeño tic nervioso comenzó a palpitar en su frente—. ¿Por qué mierda hiciste eso?

—¡Porque te lo mereces! —Yuuri temblaba—. Por más que hayas crecido, Yurio, seguirás siendo un niño para mí. No hay nada que puedas hacer para cambiar eso, lo siento.

Yuuri se puso de pie con rapidez y abandonó la habitación sin esperar a oír su respuesta. Yuri se mordió el labio inferior y frunció el ceño al percibir que su faena sería más difícil de lograr de lo que imaginó al principio.

El desayuno transcurrió en silencio mientras veían la televisión. Él todavía repasaba en su mente lo dicho por Yuuri antes de abandonar la habitación: «Por más que hayas crecido, Yurio, seguirás siendo un niño para mí.» Joder. No pensó que necesitaría recorrer tanto camino para alcanzar su meta. Eso no lo frustró, más bien generó cierta diversión. No sería bueno si lo consiguiera con tanta facilidad, y esa sola idea le encantaba.

Observó a Yuuri desde su lugar, pero éste se hallaba concentrado en las noticias matutinas y no notó la mirada insistente de Yuri sobre él.

—¿Sabes? Me importa un pepino si me ves o no como un niño —dijo confiado—. Te conquistaré, lo quieras o no.

Se puso de pie, se acercó a su objetivo, y lamió provocador el lóbulo de su oreja. Los colores subieron al rostro de Yuuri, quien se llevó una mano al área afectada, y él rió entre dientes. Sus dedos elevaron la barbilla contraria, y contempló su mirada con los ojos brillantes.

—Eres mío.

Promesa de conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora