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—Sigues siendo tan popular como siempre —comentó Viktor con una sonrisa mientras lo observaba firmar autógrafos a la Yuri Angels, que no paraban de gritar, presas de la euforia, y llorar por el retorno de su amado ídolo. Yuri afiló la mirada y gruñó cuando fijó sus ojos en Viktor—. Vamos, tranquilo. No tienes por qué actuar tan receloso conmigo.

Yuri dio la espalda a las chicas que exclamaban su nombre mil veces, y se enfrentó a Viktor con el ceño fruncido.

— ¿Qué es lo que quieres? —Sin percatarse, su apariencia se asemejaba a la de un gato erizado, lo cual ocasionó que Viktor riera—. Si lo que deseas es venir a buscar pelea por lo del cerdito...

Viktor negó con la cabeza.

—No pretendo separarlos, llenarles la cabeza de ideas falsas o hacerlos sufrir. Al contrario, debo decir que me siento muy feliz por ustedes dos —aseguró con una sonrisa que rebosaba amabilidad—. Lo cierto era que, al principio, deseé reconquistar a Yuuri, pero no existía la forma en la que pudiera desviar su atención hacia mí. Lograste ganar la guerra, Yuri, siéntete orgulloso de eso.

Estrechó su mano mientras el mismo Yuri no sabía cómo reaccionar. Es decir, no estaba acostumbrado o, más bien, no imaginó que Viktor lo tomaría tan bien... Demasiado bien, al decir verdad. Ahora estaba el triple de receloso.

— ¡Viktor! —Mila se acercó con una sonrisa, agitando el brazo para llamar su atención—. Los reporteros desean hacerte una entrevista antes que todo comience.

El aludido giró el rostro y la contempló con una mirada... extraña.

Yuri pasó sus ojos de Viktor a Mila una y otra vez varias veces y, entonces, comprendió.

— ¡Espera un minuto! ¡No me dirás que tú y ella...! —lo apuntó con el dedo. Viktor rió y lo obligó a bajarlo de nuevo. Le guiñó el ojo e hizo un gesto para que guardara silencio, entonces, se acercó a su oído y susurró:

—Guarda eso como un secreto entre los dos.

Yuri se sonrojó y lo apartó de un empujón, volviendo a erizarse como un gato, a lo que Viktor rió con diversión.

— ¡Buena suerte! —exclamó—. Manda saludos a Yuuri de mi parte.

Y, sin decir más, abandonó la escena. Yuri continuaba conmocionado, así que no fue capaz de ofrecer palabra alguna.

¡Maldito Viktor!

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Yuri se sentía extraño al volver a la pista de patinaje, pero no permitió que esos sentimientos nublaran su concentración y ofreció lo mejor de sí mismo. No prestó atención a absolutamente nada. Se dedicó a patinar lo mejor que podía. Había llegado tan lejos... Se había esforzado tanto, y ahora era el momento indicado para demostrar que absolutamente nada lo detendría.

Patinó en todas las competencias más importantes, y aunque quedó en segundo lugar en la mayoría de ellas, no se sentía tan decepcionado. Sabía que acababa de retornar de un largo tratamiento para volver a caminar, así que no podía hacerlo completamente perfecto.

Él y Yuuri no se encontraron personalmente durante ese transcurso de tiempo, aunque siempre lo veía sujetando una bandera con su nombre en las gradas.

Hasta que llegó el día del Grand Prix.

Su primera presentación acabó en tercer lugar, lo cual casi lo obligó a derrumbarse. Yakov empleó sus mejores tácticas de persuasión para demostrar que todavía podía conseguirlo y, así, en el Free Program llevó su propio cuerpo más allá del límite con más saltos y volteretas de las que se encontraba acostumbrado. Al culminar la presentación, cayó de rodillas sin poder moverse a causa del agotamiento, y Yakov y Mila se apresuraron a ayudarlo a ponerse de pie y caminar.

Obtuvo el máximo puntaje y, entonces, se quebró.

No podía creerlo.

Lo había logrado.

¡Lo había logrado!

— ¡Yurio!

Vio a Yuuri aguardándolo tras haber recibido el puntaje. Sin dejar de llorar, se acercó a él y lo rodeó con los brazos.

—Lo lograste, campeón —mencionó Yuuri cerca de su oído. Él asintió. A causa del llanto no era capaz de mencionar absolutamente nada.

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Mark y otros competidores también consiguieron puntajes altos, pero ninguno logró alcanzarlo.

Cuando subió al podio para recibir su medalla de oro no lo podía creer aún. Todo parecía tan irreal que temía que se tratara de algún sueño alocado y que, al despertar, estuviera postrado en el hospital, postrado en la cama, y sin poder mover las piernas.

El pellizco que recibió en la mejilla de parte de Mila lo sacó de sus pensamientos.

— ¡Yuri, acabas de ganar el oro! —dijo ella—. ¡Pon una expresión mejor que ésa!

Él sonrió y asintió con la cabeza con torpeza antes de contemplar cómo ella se acercaba al sitio donde se encontraba Viktor.

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La voz del anunciador sonó por encima de las cabezas de los presentes:

«A continuación, el ganador del Grand Prix, Yuri Plisetsky patinará en conjunto con la estrella retirada, Katsuki Yuuri»

Todo estaba a oscuras.

La canción An Historic Love comenzó a sonar, y las luces se encendieron sobre él y sobre Yuuri.

Los movimientos de ambos fueron suaves al inicio, acorde a la melodía, pero cuando comenzó a tornarse intensa, cerraron la distancia que los apartaba, y patinaron juntos, con la delicadeza de la melodía y el amor que reflejaba la canción.

Un amor histórico.

Un amor que rebasaba las fronteras del tiempo mismo.

—Luces muy feliz —susurró Yuuri cuando estuvieron lo suficientemente cerca. Se apartaron brevemente y, cuando nuevamente lo tuvo cerca, Yuri replicó por lo bajo:

—Solo pensaba que, si vuelvo a nacer, quiero enamorarme una vez más de ti.

El rostro de Yuuri pasó al carmín en cuestión de milésimas de segundo, y estuvo a punto de perder el equilibrio, pero Yuri lo sujetó a tiempo.

La canción culminó, y todo el público se puso de pie y ovacionó.

Yuri se puso de rodillas, besó la mano de Yuuri, y lo contempló con la mirada de alguien que se hallaba profunda y perdidamente enamorado.

—Cásate conmigo, Katsuki Yuuri.

Promesa de conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora