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Todo siguió igual. Podría hablar infinitamente de mis noches con ella, de lo que hablábamos, podría hablaros siempre y para siempre de mi diosa, pero diríais que no sé hablar de otro tema, os aburriría fácilmente y de nada sirve que escriba le aire, que la comparta al mundo y el mundo no esté ahí para recibirla.

Bueno, hoy hay algo que contar.
Hoy, Marco, vuelve de Londres. Hoy, oficialmente, dan las vacaciones.

He de decir que me apena, pues (me ha costado descubrirlo) ella va a mi nuevo instituto. Pero es un año mayor que yo, y procura no cruzarse conmigo. Ha prohibido que alguien diga su nombre. Es fría, calculadora, solitaria y agresiva. Es todo lo contrario a sí misma. Su máscara no se corresponde con la realidad y sigo sin conseguir que revele por qué tanto maquillaje a un corazón hermoso.

Retomando con Marco, resulta que, al enterarse de que iba a venir, Jennifer ya nos tiene la agenda ocupada. Viene por la noche, por lo que mañana quedamos con ella.
  Él regresa de nuevo con Ethan. Se quedará todas las vacaciones en mi casa. Y, parece ser que es costumbre ya, Miare cena con nosotros. No me incomoda tanto como cuando invitaron a Ana. Miare me tranquiliza. Es una buena persona. Me calma, me tienta, me quiere, ¿me enamora?
Debo sonar como un idiota ahora mismo. Tanto hablar de ella y ahora no sé si me estoy enamorando de otra. Otra que, por cierto, es mi novia. Miare es, en cierto modo, la mujer de mis sueños, la chica perfecta para mí. Mi diosa es solo mi alma gemela.
¿Qué eliges, el amor de tu vida, o la mujer de tu vida? ¿Renunciarías al amor de tu vida por la chica perfecta para ti? ¿O renunciarías a la chica perfecta por el amor de tu vida?
Difícil elección.

Tras el instituto, me crucé con mi antiguo grupo en la moto. Creo que no me reconocieron, pero yo los observé atento. Ana iba de la mano de Cristian. Y le besaba. Y no me dolía, pero rabiaba por dentro.

Tanto tiempo consolándola, tanto tiempo haciéndose la víctima, tanto papeleo y odio malgastado en la familia para la niña violada crezca y se líe con el ayudante del violador.
Me estaba revolviendo el solo pensarlo. Por cómo la tocaba, cómo la susurraba, cómo se miraban, era obvio que lo que no la di en un año (referente a temas sexuales), se lo da él cada vez que quiere. Y probablemente hoy, ni aguantarán hasta llegar a casa. Y me da asco.
Me da asco que me llame de todo por querer enamorarme, por querer ofrecer mi alma antes que mi cuerpo. Me da asco que se haga la víctima y luego se la sude su papel. Me da asco que no se respete. No quiero malinterpretaciones, una persona puede acostarse con quién quiera siempre y cuando sea con consentimiento, pero hacerlo con aquel que utilizó tu cuerpo, que te maltrató de niña, no me parece normal. Y nunca me lo parecerá.

Aceleré el vehículo con rabia y llegué a casa. Esa tarde, hablé con Marco y le imploré que en cuanto llegase me dedicase tiempo a solas. Esa tarde, recibí un mensaje de mi diosa diciendo que Raúl la invitaba al cine y a cenar y que no podía quedar esa noche. Esa tarde, desbloqueé a Ana y borré su chat, deshaciéndome del odio que rezaban sus últimos mensajes hacia mí, razón por la cuál la bloqueé. Esa tarde deseé como nunca que pasaran rápidas las horas, necesitaba desahogarme y no había nadie. Necesitaba a Marco. Necesitaba a mí hermano mayor. Le necesitaba a él. A nadie más.

Y al parecer, el tiempo se puso en mi contra y las horas corrieron despacio, que, más que pasar, parecía que retrocedían, cada vez más, llegando a la mañana, a ayer, a años atrás. Aunque, finalmente, le gané la batalla al mundo, y cayó la noche. Y, tras ella, el timbre de casa sonó. Rápido para cualquiera, lento para mí, pero fui escaleras abajo con una sonrisa dibujada en la cara al oír el grito de un acento ni extranjero ni nacional llamándome enano. Si él estaba aquí, todo estaría bien.

Tras los típicos saludos, Marco, Ethan y yo subimos a mi habitación.
Les conté sobre Ana, Miare y mi diosa, profundizando en el tema, pues ya sabían algo por lo que le contaba a Marco en mis mensajes y llamadas.

Marco dijo que hice bien en cortar con Ana. Estuvo como diez minutos cabreado con la vida, llamándola de todo menos bonita, pero, qué decir, él es así, y por lo menos me hizo reír. Me habló de que si mi diosa tenía novio, no me entrometiera en una relación y dejara de romper corazones, como a Miare. Que si era perfecta, la aceptase. Y que sí, que me estaba enamorando.

Pero Ethan me caló hondo y sus palabras no se me olvidarán fácilmente.

-Olvídate de Ana. Es un pequeño clavo que no te deja avanzar. No la guardes rencor, tampoco aprecio. Que sea solo un recuerdo más, incapaz de producirte sensaciones buenas o malas. Ella sabrá por qué Cristian. Ella sabrá cómo quiere destrozarse la vida y cada uno tiene derecho a elegir una forma. Tú, por ejemplo, decidiste hacerlo construyendo un muro de mentiras entre tú y todos. Y has decidido rematarte de una manera común y curiosa: enamorándote. Supongo que has elegido la mejor manera de morir y la peor de destruirte. Te estás enamorando de Miare, es obvio. Aprovecha eso. Ámala hasta que duela si crees que es lo mejor para tí. Pero no la engañes. Nunca engañes a alguien que lo da todo por ti. Jamás. Y cuando tengas claro qué bando elegir, tómalo y no te arrepientas. Si es Miare, quiérela mientras dure el amor. Si, en cambio, es tu diosa, díselo a Miare. Y hazle saber a tu amor que lo es. Lucha. Lucha como debe ser, con todas tus fuerzas, pero sin trucos sucios y a armas descubiertas. Si de verdad es para ti, vendrá. Pero no juegues a dos bandos ni vuelvas hacia atrás. Aaron, nunca quedarás bien con todos. Pero es mejor estar bien con alguien, a que nadie esté a tu favor. -Me palmeó la espalda y me dejó ahí, quieto, pensativo y en silencio.

Estaba roto. Lo peor de todo es que tenía razón, toda la razón del mundo. Y yo lo sabía.

Aquella noche cenamos juntos. Aquella noche, me fijé en lo preciosa que era la sonrisa de Miare. En cómo brillaban sus ojos. Aquella noche no vi a mi diosa, pero tampoco pensé en ella. Aquella noche mi corazón daba saltos y volcaba por una pelirroja. Pero una totalmente distinta a aquella con la que compartía noches. Esta vez, le cedí a otra chica lo que era nuestro. Esta vez, la noche no era suya.
Aquella noche, subimos a mi habitación. Aquella noche me enamoré de Miare.
Y también aquella noche, probé la dulzura de cada milímetro de su cuerpo.
Con una hermosa pelirroja, por dentro y por fuera. Pero no con la que mi mente recreó tantas veces. Solo que esta vez, no me importó. Y quizás fuera mejor así.

La chica del tejadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora