Carta número 6.

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Te quiero. 

Sí, así, de primeras. 

Te quiero y no puedo evitarlo, te quiero y aunque solo tengo ganas de gritarlo a los cuatro vientos no puedo hacerlo y todo porque tengo miedo de hacerlo. Puedo escribirlo de un millón de formas, puedo pensarlo un millón de veces, pero no puedo simplemente decir esas palabras refiriéndome a ti. Nadie me ha oído decirlo, y cuando digo nadie me refiero a nadie, ni si quiera yo misma me he oído decirlo en voz alta. ¿Por qué? Muy sencillo, si lo digo en voz alta se volverá real, pero si simplemente lo pienso solamente es un pensamiento que solo me causa dolor, pero sin embargo, si lo digo no solo me hará daño a mí, sino que hará daño a todas las personas que me oigan, porque ellos se preocupan por mí, porque ellos me están diciendo continuamente que estar enamorada de ti es malo, que me está haciendo daño, que está afectando a mi salud seriamente, que he cambiado... Que me estoy destrozando sola. 

No quiero preocupar a nadie más, no he hablado con nadie sobre esto... de todas formas ¿con quién más lo iba a hablar? No quiero molestar a nadie con este tema, porque tengo la sensación de que empiezan a hartarse de mí y de que siempre esté mal por lo mismo, por ti. Y mucho menos puedo hablar lo con mi  mejor amiga. No tengo derecho de hacer lo cuando a ella también la gustas, cuando ambas estamos tan perdidamente locas por ti. No tengo derecho de llorar delante de ella por ti, no tengo derecho de decirla nada de todo lo que he dicho aquí cuando desde un principio yo no debería de haber sobrepasado los límites, de haberte dicho todo lo que sentía, de haberme expuesto de tal forma que he quedado completamente desnuda con mis sentimientos como ropa. 

Ella lo entenderá, me dirá que no pasa nada, que todo estará bien y que ella está igual de sola que yo. Pero lo cierto es que no, ella puede contar contigo, ella no está desnuda ante ti cuando te tiene delante, porque a ella no la has dejado de tratar como siempre, porque a ella la sigues abrazando igual que lo hacías desde el principio, porque ella fue lista, no fue una estúpida que siguió sus impulsos y se expuso. 

Veo cómo la miras, veo cómo la tocas, veo cómo la hablas, y sé que, en esos momentos, sobro por completo, porque ella te gusta y tú la gustas a ella, pero ninguno dice nada y no sé si no lo dices por miedo o porque simplemente eres tonto. Cualquier chico con dos dedos la querría tener a su lado, porque ella sí merece la pena, ella sí lo vale. 

Por favor, no seas tonto. No la dejes escapar solo por miedo a quien ya sabemos. Él te apoyará llegado el momento, porque por mucho que a él le guste ella, ella siempre te elegirá a ti, siempre. 

Llevo intentando terminar de escribir esto una semana, y por muy cabreada que esté en este momento contigo por cosas que han pasado recientemente no puedo decir nada, porque es tu vida y no somos más que amigos. Pensaba que si dejaba pasar el tiempo el calenton del momento se me pasaría pero ha sido todo lo contrario, es más, no estoy cabreada por lo que has hecho, sino dolida y una vez más mi cabeza no para de decirme una y otra vez que no tengo derecho de sentirme así ni de llorar por ti porque tú no eres para mí.

Podría seguir escribiendo sobre esto hasta quedarme sin papel, hasta que las letras del teclado se borraran de tanto tocarlas mientras intento expresarme, mientras intento exponer mis sentimientos en una carta que, en mi cabeza, el destinatario eres tú pero que en realidad ni si quiera leerás. ¿Sabes por qué no lo harás? Porque ya fastidie mucho nuestra relación al decirte lo que sentía por ti así que aprenderé de mi error y me quedaré callada y como venía diciendo al comienzo del párrafo, podría seguir así y extenderlo todo mucho más, pero no merece la pena, como toda historia todo tiene un final, aunque casi siempre sean finales felices, intentaré con toda mi alma y todo mi corazón que este sea el final. 

Te quiero, y ojalá tú me quisieras a mí. 

Adiós. 

Cartas para él.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora