Viviendo en una montaña de secretos Kaname jamás espero que alguien tuviera secretos tan grandes como los suyos. Sin embargo, se había equivocado.
Zero había terminado de aguantar este circo, lo que perdió y lo que experimento nunca lo olvidaría...
Generalmente el escuchar a alguien llegar directamente donde él dormía era para una gran alarma, Frankenstein se había acostumbrado a mantenerse siempre vigilante incluso en su sueño. Sus enemigos (que eran muchos) siempre se hallaban al acecho, por lo cual en el pasado el percibir pasos directo a su habitación encendía sus instintos de supervivencia al máximo.
Pero eso fue en el pasado.
Eso había sido cuando era perseguido por los humanos, su raza a quienes tanto ansiaba proteger, cuando era perseguido por los nobles, arrogantes seres que no se daban cuenta del daño que ocasionaba, o no les importaba.
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Eso era cuando a pesar de tratar de protegerlos los propios humanos lo habían traicionado, una y otra vez, llevándolo a un sendero de soledad infinita donde el la ira, el odio y el deseo de venganza era lo único que habitaban en su corazón.
Eso fue antes de haberlo conocido.
A él, su maestro y su salvador.
Por supuesto eso fue hace muchos, muchos años en el pasado.
Así que ahora él sabía a quienes pertenecían esos pasos, él sabía la razón por la que se dirigían a su habitación, y por supuesto él le dio la bienvenida a su grata presencia.
— ¿Una pesadilla?
No habían tocado, no dado indicación de una visita, pero Frankenstein era consciente de la pequeña figura al otro lado de la puerta, se levantó lo suficiente para sentarse en su cama y espero pacientemente. No tuvo que esperar mucho, ya que la puerta se abrió lentamente, los azules ojos del rubio científico vieron como una mata de cabello plateado se asomó seguido de unos inusuales y grandes ojos lilas.
—....—
El silencio no era incomodo, pero el rubio no planeaba estar despierto mucho tiempo, así que con una inclinación de cabeza y una llamada silenciosa, insto al otro a acercarse a la cama.
—Lo sé, yo tampoco termino de acostumbrarme a este silencio...—una pequeña mueca de tristeza se instaló en su rostro, el fresco recuerdo aun en su mente—, Puedes dormir aquí, ven...
No necesito decirlo dos veces, el peliplata entro por completo a la habitación y se dirigió directamente a la cama.
Frankenstein observo como el ser de apariencia de un niño de cinco años de edad, se subía a su cama, por lo general él jamás admitirá tal cosa bajo ningún costo, pero este niño era especial, no solo por su descendencia sino por ciertas situaciones mucho más profundas.
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