Seis meses

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Llegó el día en que se cumplía el plazo de seis meses apostado por Atsushi con Akutagawa durante el cual no mataría.

Akutagawa había ganado.

Esa noche a las 23 horas iba a cobrar su recompensa: la vida de Atsushi.

No iba a huir, no se iba a esconder, no iba a intentar que el otro le perdonase la prenda. Atsushi había aprendido lo que era ser un hombre de palabra gracias a Kunikida. Si había puesto su vida como premio, su vida ya no le pertenecía.

Aun así, mientras caminaba hacia el lugar indicado por Akutagawa en el mensaje que le había mandado aquella mañana a las cinco, Atsushi sentía rabia y dolor, mezcladas ambas sensaciones por la decepción de no haber conseguido llegar al corazón del moreno.

Durante todos esos meses en que habían trabajado juntos, cooperando en diversas misiones, incluso antes de que Akutagawa dejase de matar indiscriminadamente, Atsushi había pasado del terror hacia el mafioso a la incredulidad, a la rabia, al enfado y finalmente, casi sin darse cuenta, al entendimiento.

Había empezado a surgir entre ambos una compresión sin palabras, casi sin gestos.

Ambos eran buenos estrategas, ambos eran buenos luchadores, no temían a nada ni a nadie, y ambos admiraban a su maestro, a quien les había juntado formando, contra todo pronóstico, un dúo capaz de solventar la situación más imposible de ganar.

Durante casi todo el tiempo discutían, se pegaban, se insultaban.

Atsushi no comprendía la obsesión con matar de Akutagawa.

Akutagawa no entendía porque Atsushi tenía ese trato de favor y los celos le envenenaban.

Atsushi pensaba de Akutagawa que escondía su falta de confianza matando para sembrar el terror. Era conocido como el Perro de la Mafia, un perro peligroso por la desconfianza hacia quienes le habían hecho daño en el pasado.

Akutagawa veía en Atsushi, una ofensa para todo su esfuerzo en ser reconocido por él.

¿Por qué le propuso Atsushi aquel reto?

La respuesta era sencilla: nunca pensó que lo pudiese lograr.

Pero Atsushi había cometido dos errores:

El primero infravalorar la determinación de Akutagawa y el segundo contarle que Dazai lo sabía.

Akutagawa antes se dejaría atravesar con cuchillos, ser cosido a balazos, ser hecho puré por un tráiler o desmembrado, que decepcionar a Dazai-san.

Una vez había conseguido su reconocimiento no podía, por nada del mundo, perder su confianza.

Cada noche Akutagawa tachaba en rojo con un aspa en el calendario que marcaba el fin del plazo de los seis meses y cuando llegó al final, se permitió una única sonrisa triunfal que iluminó su soledad y mandó el mensaje a su rival para la cita mortal.

Esa noche le mataría.

Atsushi llegó al callejón y allí le esperaba ya la figura oscura de Akutagawa.

-Viniste Jinko –le saludó con ironía Akutagawa en su tono seco cargado de desprecio.

-¿Por qué no tendría que hacerlo? –la rabia por lo insoportable que era el otro con su mala leche continúa superó la prudencia de Atsushi y le replicó asqueado por la manera de comportarse del otro.

-Pensaba que te gustaba vivir, Jinko pero vienes aquí, cual cordero al matadero ignorante de su destino, sabiendo que te voy a matar.

Atsushi no vio ni rastro de duda al pronunciar Akutagawa sus intenciones de asesinarle pero aún así, no podía creer que lo fuese a hacer. ¿no significaba nada para el otro todo lo que habían vivido juntos?

Seis meses. Shin Soukoku. Bungou Stray Dogs. One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora