PRIMERA PARTE

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Eduardo

En esta ocasión, la noche es más fresca de lo habitual, el viento es débil, pero tiene la suficiente fuerza para hacer danzar las hojas de los árboles en un ritmo único. Son pocos los sonidos que hoy adornan la obscuridad, un grillo en la lejanía y el ruido de las hojas al bailar al son de una melodía triste, pero, tranquilizante. Estoy sentado fuera de la casa, en una de las sillas de la cocina, todos duermen, son pocas las luces de lámparas y focos que adornan la calle arenosa y el ambiente entero. A mi lado, un árbol que en la primavera da unas pequeñas bayas. Luce hermoso. A un costado, en el horizonte, la luna adorna la noche, en esta ocasión, una aurora de luz blanca la rodea. De vez en cuando algún perro de los vecinos ladra, pero ninguno aúlla. El suelo es arenoso, estos granos siguen por los caminos y suelos de las casas, y sobre todo en las orillas del lago.

El lago es enorme, incluso es acertado decir que es majestuoso. Es de los pocos lugares que encuentras descontaminados y con agua cristalina en la orilla que deja ver la arena y rocas del fondo y a su vez, puedes ver tu rostro. Navegar en una canoa por el lago y observar los peces, las garzas volando y patos nadando es un espectáculo. Las pocas veces que he ido han sido con el gran astro dominado la tierra, sin embargo, un día quiero ir cuando es de noche, navegar al lugar donde el agua es más profunda y sentirme libre.

Antonio

Permanezco recostado en mi cama, revisando Facebook, es mi rutina de cada noche. Los memes abundan y las noticias son como un oasis en el desierto. Es cierto que como joven tengo que aprender a conllevar responsabilidades que de niño no tenía, y es cierto que conocer mi mundo y lo que pasa en el para pensar en propuestas y participar en su cambio es una de mis responsabilidades, ¡pero váyanse a la mierda! Aún sigo en la preparatoria, tengo diecisiete y solo quiero divertirme y sentir la libertad.

Por un momento aparto mi vista de la pantalla del teléfono y miro la ventana, ‒ Una noche serena ¿no es así? ‒ digo al tiempo que retiro la frazada de mi cuerpo. Meto mis pies en las sandalias de color negro que compre hace un par de años en la ciudad. Me acerco a la ventana, la abro y un perro comienza a ladrar, ‒ ¡Maldito animal! ‒ exclamo, intentando no gritar para no despertar a mis padres. El animal es de los vecinos de al lado, ladró al verme y tiene buenas razones para hacerlo. Soy un chico que da miedo, gordo, alto y con una cara de pocos amigos. Tomo una de las piedras que tengo en un plato en la mesita de noche de mi habitación y se la arrojo al perro, ‒ ¡Mendigo animal! ‒ digo entre dientes. Es raro tener una dotación de piedras, pero ese estúpido perro me obligo a llegar a estas medidas, ladra con unas tremendas ganas de lanzarse a mi cuello y matarme.

Cierro la ventana y vuelvo a la comodidad de mi cama y por supuesto, a Facebook.

A la mañana siguiente, mi teléfono está en el suelo. Lo recojo sin más y reviso la hora, ‒ ¿Las seis con doce?, parece que hoy soy un chico bueno ‒ digo volviendo a apagar el teléfono. Permanezco recontado observando el techo. De repente un olor llega hasta mí, el café de olla, sin pensarlo me levanto, pongo mi teléfono en el bolsillo de mis shorts negros y camino a la cocina, apenas me asomo mi madre me saluda, ‒ ¡Buenos días amorcito! ‒ la sonrisa de mamá es brillante, ‒ ¿Pensé que yo era tu amorcito Julia? ‒ replica mi papá en un tono bromista, siempre lo es.

‒ Siéntate Toño y en un momento tu madre te servirá una taza de café ‒ dice mi papá señalando la silla. Casi de inmediato mi taza esta frente a mí. Tomo una de las galletas de forma ovalada que mi padre compra en la tienda de los vecinos por quince pesos. Son perfectas para remojar en el café y saborear una por una. Los pájaros comienzan a cantar y el sol entra levemente por una de las ventanas. Una vez que termino salgo al fregadero que hay fuera de casa para lavarme la cara. La mañana es calurosa y casi todo mi cuerpo se empapa en sudor. Muy cerca de la casa pasa un pequeño rio que proviene del lago del pueblo y, tal como el mismo, el río posee aguas cristalinas. El sonido que produce al correr y pasar por las piedras es relajante, cuando lo escucho, cierro los ojos y solo me concentro en su canción. Vuelvo a entrar a la casa.

Aquella libertad Where stories live. Discover now