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A la mañana siguiente, despierto sumamente cansada, como si por la noche no hubiese dormido nada, cuando la realidad es que hice mis horas  completas de sueño y un poco más. Las náuseas reinan a primera hora, mi estómago está vuelto loco, por lo cual, debo beber una infusión que me mejore un poco. A media mañana, tras el desayuno, emprendo mi viaje al hospital. A tempranas horas, llamé para avisar que llegaría. Por tanto, los señores Zimmerman y yo, hacemos un cambio de turno para que ellos puedan irse a descansar y cambiarse de ropa. Pese a lo que dicen los médicos, mis ojos no mienten, Paul continúa igual que ayer. Me quedo a su lado, conversándole sobre trivialidades, mis ideas sobre escribir un nuevo libro, le leo el periódico de hoy.

—Eres muy famoso, Zimmerman. —Me mofo. —Has salido en el periódico, yo también, pero por tu culpa, tonto.

Entre risas, me leo toda la nota. Me causa gracia la forma en que cambian ciertas cosas dentro de la noticia para hacerlo más interesante y vender. Mi representante debería ver estas cosas, pero ahora no sé si tengo uno. Ahora que Braulio ha dejado al descubierto su verdadera identidad, no sé cómo quede su puesto dentro de la editorial. Saco el móvil que mi madre me ha facilitado para enviarle un mensaje:

1 pm. En la cafetería del hospital.
Phoebe G.

No recibo su respuesta, pero, supongo que le habrá llegado. Y espero poder conversar con él. Yendo rumbo al final del embarazo, empiezo a acostumbrarme a las contracciones, es más, creo que me harán mucha falta cuando ya no me den. Camino por la habitación para dejarlas pasar, además de que me sirve para estirar un poco las piernas.

En algún momento, me parece ver la mano de Paul moverse. Busco a los médicos para que le vean, pero me dicen lo mismo, que pueden ser los primeros indicios para que despierte o ha sido producto de mi imaginación y el deseo por verle abrir los ojos. Decido creer en lo primero, nadie puede dormir durante tanto tiempo, y menos él, que es una máquina de mantenerse despierto.

—Si no abres los ojos, Paul. Voy a ser un desorden monumental, tanto, que te vas a volver loco al verlo. Es una promesa, ¡Eh! —le amenazo en tono infantil.

Me llevo las manos a la cara, esto definitivamente no va a funcionar. Dos minutos más tarde, el señor Zimmerman entra a la habitación para que hagamos un cambio y pueda ir a comer. Le dejo un beso en la frente a Paul y me salgo, la señora Judith me está esperando en el pasillo, la idea era que me acompañara a la cafetería, pero prefiero que no lo haga. Observo el reloj y casi son las una, le explico que tendré compañía. Entonces, decide quedarse. Al llegar al lugar, hay algunas mesas desocupadas, tras buscar algo para comer, cojo una para sentarme a esperar. Veo a Braulio aparecer pasados unos diez minutos de la hora acordada.

—Hola, Phoebe. Disculpa la tardanza, he tenido que llevar a mi madre de compras y se ha tardado un mundo para elegirle un pequeño cariñito a Jeff —toma asiento en la silla de mi lado. — ¿Para qué me necesitabas?

—Ehm, Braulio, no pasa nada. —Dejo la bandeja a un lado. — ¿Has visto la nota en el periódico?

—Si, el equipo ya está trabajando en ello. Además de tratar de evitar el aglomeramiento de periodistas que se mantienen en la entrada.

—Tengo una duda sobre mi equipo de trabajo. Ahora que se sabe la verdad de tu participación dentro del mismo, ¿Continúas siendo mi representante o habrá cambios?

—Aún sigo siéndolo, esto cambiará solo si tú así lo decides. Formo parte de la línea de seguridad de los Grey, y tu señor padre a dejado muy en claro que prefiere mi continuidad como tal. Lo que quiere decir, que me soportarás detrás de ti. El asunto aquí es, ¿Qué decides tú? —apoya su codo en la mesa esperando mi respuesta.

LA CHICA DE UN ZIMMERMAN (TWO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora