1.

431 24 95
                                    




Jaemin tenía la noción del tiempo entre sus palmas, los segundos se definían por respiros, los minutos por las acciones y las horas eran el conjunto de estas.

Para el, los días eran la repetición de cada uno, la condición para poder seguir con el curso de la vida y el despertar de cada mañana que revelaba la nueva distinción del amanecer.

A sus dieciocho años no había nada más contradictorio que querer seguir al pie de la letra el rutinario contar del tiempo. Los días contados para su independencia parcial de sus padres, los días contados por las intenciones a futuro, los días contados por un camino incierto.

Era un extraño suceso, Jaemin pensaba, no es que no deseara un nuevo día, más bien seguía con la ilusión de alargar el hoy para nunca tener que verse atrapado en el mañana.


~.~

Na Jaemin tenía una regla: nunca hablar de sus sentimientos.

Era una desconocida regla que la mayoría de las personas no lograban notar con facilidad, Jaemin no era una persona reservada, si no que la mejor decisión para arraigar todo era simplemente quedarse con esa percepción dentro suyo y dejar que esta creciera.

Su madre, la mejor mujer que hubiese podido conocer en sus cortos años de vida, ni siquiera era la excepción. Jaemin la amaba con todo el sentimiento posible, más ese sentimiento trataba de demostrarlo con acciones, raramente las palabras eran necesarias en esos momentos especiales.

Jaemin creía que el mundo sería mejor si los sentimientos puros eran demostrados, no hablados. Las palabras que describían cada acción en los libros eran un mito para él. ¿Cómo poder describir el temblor en sus manos haciendo que relacione a una química que sucede dentro suyo? ¿Acaso no era mucho más complicado?

Solía ser fácil describirlo, pero en la realidad era una pequeña proyección de la magnitud del suceso, como si fuera una impresión que no alcanzó el tamaño original que debiese haber sido.

Debió haber sido así desde el principio, Jaemin lo había intuido desde pequeño, más había una clara excepción a la regla.

Y se llamaba Lee Jeno.

~.~

Se decía que las primeras impresiones eran las marcas que se quedaban como recuerdo de un encuentro.

La primer impresión había sido una combinación de sentimientos represivos, no sabía si era enojo, disgusto o simplemente un desagrado hacia sí mismo en ese momento.

Na Jaemin nunca fue asociado con la palabra "introvertido", aunque dentro de él parecía ser lo más cercano a la complejidad de su persona. A los seis años vivía como cualquier otro niño de su edad, alejado de la realidad y envuelto en su propio mundo de fantasía.

Jaemin adoraba ir al parque cercano de su casa y jugar en la caja de arena, ya que era el lugar donde los demás niños solían evitar por la suciedad y los posibles insectos que se resguardaban entre las pequeñas montañas de arena.

Los castillos eran lo primero que el pequeño solía hacer cuando su madre lo motivaba a un día al exterior, lograba tomar vasos desechables de diferentes tamaños y con cucharas definía el diseño con una delicadeza desconocida de un niño de su edad.

Ese día fue un sábado extrañamente desolado, los días calurosos de Julio solían brindar a la mayoría de las familias de Cheonan a un día al exterior disfrutando de la naturaleza que les ofrecía el mundo y las delicias del hombre como los helados para poder sobrellevar la calidez del día con simpleza. Su madre no desistió, posiblemente por permanecer lo más posible fuera de su hogar, su padre se negó con una sonrisa y Jaemin no le discutió nada más.

Pregúntale a las estrellas si volverán a ser lo que eran. {nct || nomin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora