Hellesøy

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                        Me temblaban las manos, y el sudor que humedecía las yemas de mis dedos se había convertido en agua. El líquido transparente empezó a abundar en ellas, recorriendo mis muñecas y mojando al mismo tiempo los hombros de mi chaqueta y mis zapatos. Miré hacia arriba, extrañada. El cielo estaba formado por tres de los colores más oscuros que había visto en mi vida, y uno de esos colores se formaba gracias a la gran nube que de repente se había posicionado encima de mí.

Por más que intentaba hacer memoria, no conseguía recordar qué había pasado para estar sola en esa playa nórdica, en medio del principio de una tormenta.

Estaba de viaje, decía para mí misma, y me dirigía a esta costa.

Pero un soplo de aire congelado me hizo darme la vuelta, evitando por completo que me sumiera, lo más mínimo, en mis pensamientos, y, alejándome del océano, me di cuenta cuenta de que debía salir de ahí y mirar por mi propia supervivencia.

Salí del arenoso camino con los brazos cruzados. Temblaba, ahora, de pies a cabeza, y empecé a andar cada vez más rápido. Estaba confundida y preocupada, pero mi mente parecía haber hecho una pausa y no conseguía entrar en razón, simplemente deseaba poder encontrar un sitio tranquilo y poco a poco ir averiguando qué había pasado y por qué. No me sentía yo misma. No me sentía yo, al fin y al cabo.

La limitada orilla me condujo a un pequeño bosque. Mi alrededor, el paisaje, el clima y los sonidos del viento debían resultar estremecedores, pero, de alguna forma, no tenía miedo yendo a través de los árboles y abrazando mis codos. El aire se había calmado un poco cuando me topé con unas rocas y tuve que saltarlas para finalmente encontrar una mínima señal de civilización.

A mi izquierda pude ver una pequeña embarcación y un par de casitas que parecían ser almacenes, e incluso establos. Seguí andando hasta que la niebla me permitió descubrir una casa amarilla mucho más elevada que las que había dejado atrás. Parecía un motel, pero estaba más convencida de que se trataba de apartamentos. Rápidamente subí al tercer piso por unas escaleras exteriores en forma de caracol y di golpes en la primera puerta. El pasillo en el que se encontraban todas las puertas era el balcón, así que ni siquiera entonces estaba a resguardo. El sonido de la tormenta empezó a manifestarse cada vez más y más siniestro y no podía mantener mis ojos abiertos por mucho más tiempo. Desesperada, corrí como pude a la siguiente puerta, pero tampoco nadie la abrió. No podía ver nada a través de las ventanas. Con la ayuda de la barandilla llegué a la tercera y la que sería la última antes de caerme al suelo. Una figura humana y con cara de resignación me ayudó a levantarme y me dejó entrar.

Estaba protegida por paredes y un techo, pero mi vista seguía borrosa y me sentía fuera de mi cuerpo. La mujer mayor que me había recogido estaba hablando con un hombre en noruego, y yo empezaba a dejar de sentir mis brazos y no sé cuánto más podría sentarme recta en el sofá.

- ¿Puedo dormir aquí? Me he perdido. - Dije lentamente en inglés, interrumpiéndoles, con la esperanza de que me entendieran. Ellos se miraron y, poco después, la mujer me señaló una puerta que se encontraba en un pequeño pasillo a mi izquierda.

Me intenté levantar lo más normal que pude aparentar, y me dirigí a la habitación señalada. 

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⏰ Última actualización: Jul 03, 2018 ⏰

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