Habían ido pasando los años y la amistad entre Amaia y Alfred no había hecho más que consolidarse. Habían pasado de ser dos niños pequeños que dormían juntos a dos adolescentes que no se separaban ni con cola.
A pesar de estar prácticamente pegados el uno al otro, su relación no había dejado de ser puramente platónica.
Sus personalidades se habían ido formando poco a poco, así como sus gustos, sus aficiones y sus sueños.
Alfred, era un chico especial, al que le costaba formar vínculos afectivos potentes con las personas, pero aún así poseía una gran capacidad de empatía y ganas de ayudar a los demás que pocas veces se veía en chicos tan jóvenes.
Por su parte, Amaia, era más extrovertida, tenía bastantes amigas y una gran consciencia social.
Lo que los dos habían descubierto, ya desde pequeños, era su pasión por la música. Les encantaba experimentar con diferentes instrumentos y probar técnicas nuevas con sus voces.
Por primera vez desde que empezó el instituto, Mimi había conseguido que Alfred celebrase su cumpleaños con una fiesta. A Alfred no le entusiasmaban las fiestas, él tenía suficiente con pasar su cumpleaños de la misma forma en que los había pasado todos hasta entonces, pero según su amiga los 16 años eran muy importantes y debían celebrarse por todo lo alto.
Por ese motivo, Alfred se encontraba metiendo pizzas en el horno unas horas antes de que apareciese una horda de adolescentes en su casa.
Mientras abría las bolsas de patatas no dejaba de pensar en que en aquel momento podría estar haciendo un maratón de Harry Potter con Amaia.
Suspiró y miró por la ventana, podía ver un grupo de personas acercándose a su casa. Empezaba el espectáculo.
Alfred ni siquiera conocía a la mitad de la gente que iba a asistir a su fiesta de cumpleaños, ya que eran amigos de Mimi con los que él no solía salir, pero la chica había insistido en que debían ir a la fiesta, ya que con la poca gente que él quería invitar no había ni para empezar.
Después de haberse acabado toda la comida que había preparado Alfred, y parte de la que tenía de reserva, el grupo de adolescentes desperdigados por el salón empezaron a impacientarse por hacer algo más divertido que sentarse en casa de un chaval al que apenas conocían.
Mimi, dándose cuenta de la situación, aprovechó para proponer un juego.
- ¿Os hace un verdad, beso o atrevimiento? – Preguntó mientras sacaba botellas de whisky de la mochila que había traído de su casa.
Alfred la miró alucinado y se acercó a ella.
- Mimi, mis padres me han dejado la casa porque saben que soy responsable... no puedes sacar eso. Además, Amaia probablemente ya esté durmiendo, no quiero que la despertemos.
- Primero, si Amaia no iba a unirse a la fiesta podría haberse quedado en su casa, y segundo, disfruta por una vez, que pareces un abuelito.
Sin más Mimi se mezcló entre las personas que había en el salón y empezó a colocarlas en un círculo. Alfred se acercó reticente y se sentó entre dos chicos que iban a su clase. No había jugado nunca a ese juego, no sabía las normas, o cual era su funcionamiento.
- Alfred, tu mira y aprende, que para este juego no hay que pensar demasiado. – Le gritó Mimi desde la otra punta de la habitación.
Alfred vio como todo el mundo empezaba a beberse el alcohol de unos vasos de plástico que había repartido su amiga, pero él ni siquiera olió el suyo, debía quedar alguien sobrio por si pasaba algo, además, no le apetecía nada beber.
Alguien giró la botella y empezó el juego. El chico al que le tocó participar primero escogió hacer una prueba y Mimi era quien tenía que decidir cuál.
- Sube a la habitación de Alfred y hazle un striptease a la chica que está ahí. – Rió Mimi. - Va a ser súper divertido.
.................................................................................
Es un capítulo súper cortito, pero más tarde subiré el resto.
¡Muchísimas gracias a todxs! Sois geniales, de verdad, no me puedo creer todos los comentarios bonitos que recibo
ESTÁS LEYENDO
Ya no puedo inventarlo
FanficDicen que la vida está llena de recuerdos y personas que se asocian a ellos. Amaia y Alfred irán descubriendo que encontrar a alguien que comparta todos los momentos importantes de tu vida es un regalo que no se puede dejar escapar.