Habíamos limpiado la casa entera mientras, Matt, bromeaba con que secuestraria a, Lizzie.
— ¿Tú no era que ibas a salir?
— Me arrepentí, vamos a tatuarte.
— Quiero una margarita al lado derecho de la pelvis.
Matt, y él empezaron a reír viéndome, pero yo iba en serio, quería una margarita ahí, para que cuando me casara con, Jackson, el pudiera verla. Sonreí de sólo imaginarlo viendo mi tatuaje.
Tan sólo unos segundos después de que, Malek, hubiera puesto la máquina sobre mi sentí un dolor espantoso, cerré los ojos y aguanté lo mejor que pude, diciéndome una y otra vez que no lloraría, pero es que dolía tanto, además por naturaleza no era una persona que soportará bien el dolor. Aparte de miedosa, llorona.
— Nunca más me volveré a hacer un tatuaje.
— Ya terminé, princesa.
Hago puchero viendo como ambos se burlan de mí, pero como todo buen profesional, Malek, me hablaba acerca de los cuidados que debo tener mientras me pone una venda en la parte que había tatuado.
— Los acusaré con, Jackson.
Pero era como si no hubiera dicho nada y se siguieron burlando de mí, de acuerdo, tenía que admitirlo, era una llorona, pero no quería ser más el blanco de sus burlas, así que me fui a la cocina por unas tostadas con jugo de naranja y así ahogar mis penas.
Cada vez que veía mi tatuaje ya no importaba cuanto había dolido, me encantaba, porque, aunque me molestaba un poquito, era como tener una parte de, Jackson, conmigo, una que nunca se borraría así él ya no estuviera a mi lado, suponía que era lo mismo que debió sentir, Matt, al hacerse el suyo. Ambos eran actos masoquistas ya que nos habíamos tatuado cosas que no sabríamos si tendríamos algún día.
— Un árbol, galletas, control de vídeo juego, una margarita y una mariposa, somos un conjunto hermoso ¿no lo creen?
— Te falto uno cariño.
Y fue cuando sonreí viendo la frase característica de Charlotte. Siempre habrá lluvia en verano.
Es increíble lo incomprendida que es la muerte y la inmortalidad, al principio cuando habíamos logrado entender que, Charlotte, había fallecido simplemente no podíamos aceptarlo, cada uno estaba conmocionado porque tiempo después su muerte continuaba pareciendo irreal y cada uno se había refugiado en distintas formas para manejar el dolor, pero ahora sólo quedaba una ausencia dolorosa he incluso agradable cuando juntos recordábamos a la mujer que estuvo viéndonos crecer y era ahí donde entraba la inmortalidad ya que cada uno al recordarla no dejábamos que su espíritu muriera.
Por eso no lograba entendernos, habíamos seguido adelante aun habiendo perdido a alguien importante, no había un secreto o un antídoto que hiciera que doliera menos y es que sabía que los días malos llegaban, en, Malek y Matt, hacían trizas, pero aun así volvían a levantarse. Yo había amado a Charlotte, había sido como mi madre, pero no podía comparar mi amor por ella con el de ellos, ella había sido su vida entera, literalmente, lo que era, Jackson, para mí ahora y eso era a lo que más le temía a no saber lidiar con el dolor, si finalmente sucedía el que muriera seguramente moriría con él, yo no era tan fuerte como, Matt, ni poseía el espíritu de, Malek.
— Charlotte, amaba esa frase.
— La amaba porque le recordaba que el mundo era real, que el dolor también lo era, pero sobre todo decía que a pesar de que algo doliera no se podía olvidar que seguía siendo verano y que el sol siempre seguiría brillando.
— Por años odié esa frase de mamá y luego llegué a amarla, me ayudó a salir adelante y a no odiarla del todo, me había dado más amor que amargura para recordar.
Sonreí viéndolos, me sentía tan orgullosa de ambos, feliz de que finalmente volvieran a ser esos gemelos que, aunque no eran demasiado unidos, siempre estaban el uno para el otro, sin odio o reproches, de hecho podía asegurar que ahora se amaban un poco más, que eran más unidos y esa era una de las razones por las que me sentía más tranquila, ya no tenía que pensar en que alguno se matara o me pusieran a elegir bandos.
Lo que quedaba de la madrugada pasó sumamente rápido, dando paso a una mañana llena de luz y aunque había dormido muy poco, no me sentía cansada ni triste tampoco, hoy me sentía ligeramente optimista.
Salí al patio por, Canela, y la llevé de paseo al parque, parecía contenta de verme y yo me sentía algo culpable de haberla abandonado porque amaba a, Canela, es nuestro bebé.
— Pronto, Jack, te volverá a sacar a pasear, hermosa.
Sonreí mientras jugaba con, Canela, a tirar una rama y que ella la trajera de vuelta. Mientras lo hacía no pude evitar ver a una pareja que paseaban por el parque empujando un pequeño cochecito, se veían felices. Al otro lado del parque la imagen se repetía, pero esta vez sólo era una mamá con un cochecito, ya no una pareja y me preguntaba si era porque ella estaba sola o su pareja no había podido acompañarla.
Pasó mucho tiempo en el que imaginaba la vida de las personas que estaban en ese parque y la comparaba con la mía, Matthew, tenía razón estaba loca por hacer cosas como esas, pero no me importó reírme sola ya que la situación era divertida.
Cuando dejé a, Canela, en casa me fui al hospital a ver a, Jackson, si me daba prisa podría aprovechar toda la hora de visita, iba en las tardes ya que así no tenía que ver a sus padres ni intentar dar temas de conversación triviales.
Llegué al hospital y sonreí al ver a, Sean, se veía más alegre que la última vez que le había visto, su sonrisa llegaba a sus ojos y eso me dio alegría, presentía que las cosas con, Annie, y su abuela habían ido bien. Estaba ocupado así que no era el mejor momento para preguntar, pero en definitiva apenas lo viera menos atareado iría a preguntarle por su pequeña.
Como de costumbre, entre a la habitación de, Jackson, y me senté a su lado tomando su mano.
— Hola cariño, soy Clarissa —le di un pequeño beso en la mejilla— me he hecho un tatuaje y a que no adivinas donde o qué es —apreté un poco más su mano— te lo voy a decir ya que no puedes verlo aún, es una margarita, creo que ellas siempre me recordarán a ti, cada cosa incluso tu propuesta de matrimonio está teñida de ellas.
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Frágil [1° Trilogía Puntos De Quiebre ]
Storie d'amore[BORRADOR, SIN EDITAR] Cuando la vida te arrebata sin previo aviso la felicidad no puedes más que sentirte «frágil»