00 - Canta chamaco

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La tarde estaba cayendo en el pueblo de Santa Cecilia, las personas parecían estar listas para irse a dormir pronto a la espera de la mañana siguiente, pues estaban a mediados de año y las vacaciones estaban más que presentes en el ambiente.
Los mayores se reunían a contar historias a la espera de que el sol se fuera. Sacaban sus sillas y se acomodaban afuera de las casas, otros por su parte esperaban tranquilamente viendo la calle, como si ésta fuera a decir algo o si verla les trajera a la mente los amoríos y aventuras vividas en la juventud.
Y claro que ésta podría ser una agradable tarde de tranquilidad para todos de no ser por un grito que sacó a todos de lo que estaban o no estaban haciendo.

-Aaaaaaaaaaaaaaay- acompañando la expresión se escuchó un rasgueo de guitarra no muy lejos del lugar. Seguido de eso el sonido de una chancla estrellarse contra la pared.

-Miguel, m'ijo ya te he dicho que no grites cuando duermo, pero estás bien güey y no haces caso- habló una no tan agradable mamá Elena.

Miguel se estremeció y por instinto se escondió bajo una mesa protegiendo la guitarra con su cuerpo como si así fuera a evitar la furia de su abuelita.

Diosito santo si salgo de esta sin moretones prometo no hacer ninguna pendejada los próximos tres días, es una buena oferta, ándale dí que sí, pensó para sus adentros el pequeño Rivera.

Y como escuchando sus súplicas llegó a la zapatería (que aún se encontraba abierta), un cliente que necesitaba urgentemente un par de huaraches para su niña que iba a presentar no se sabe qué para una tía que vino de visita. La verdad Miguel dejó de poner atención cuando mamá Elena se fue del lugar para atender a don Pedro y pues bueno si la vida te da limones has limonada y si te hace pendejo has pendejadas.
Con el corazón a mil por hora se escabulló lo más silencioso que pudo, cruzó la puerta trasera del lugar y ya estaba casi afuera cuando se tropezó de panza con la esquina de la puerta, de buenas que traía la guitarra en la espalda y no sufrió daños.
Mamá Elena se despidió de don Pedro para después acorralar a un Miguel que ya se veía saludando nuevamente a mamá Imelda.
-Por hoy se te pasa Miguelito, pero a la siguiente- mamá Elena se quitó su chancla amenazante- te va a dejar marca.
No era común que mamá Elena fuera tan compasiva peeeeero, si la oportunidad se da huye antes de que cambie de opinión.

Aún no oscurecía completamente así que Miguel decidió que era una buena idea ir para la plaza del mariachi a dar una vuelta y quizá a tocar un poco por ahí.
A pesar de ya tener tiempo que en su familia se aceptara abiertamente la música, seguía pareciéndole un sueño del cual despertaría pronto.

Dirás que es raro lo que me pasó,
Parece que anoche te encontré en mis sueños

Miguel siguió caminando, tenía una melodía que penetraba cada fibra de su ser, sentía inquietud no solo por que su sueño de ser músico estuviera más que cerca, sino por que justamente cuando llegó al kiosco notó que estaba pegado (justo como años atrás el anuncio del concurso de talentos el día de muertos), un panfleto que indicaba que la semana próxima se llevaría a cabo un concurso y el premio era, nada más y nada menos que una beca de estudios musicales en el instituto de San Fransokyo, muchos sabían que la escuela destacaba especialmente en su rama tecnológica, pero recientemente se había abierto un campus que impulsaba las bellas artes y por lo tanto, era una opción muy viable para Miguel.

Las palabras que dije se volvieron canción, versos que tuyos son y el recuerdo nos dió.

Con los ojos emocionados y la sangre hirviendo en decisión arrancó el cartel que anunciaba el concurso y emprendió una carrera rumbo a la zapatería, además ya era oscuro y mamá Elena lo chanclearía hasta navidad si se demoraba por más tiempo.
Pero ¿Qué importaba que lo madrearan en esta vida y en la otra?, si gracias a eso podía cumplir su más grande sueño. Claro que Miguel tenía más sueños por ejemplo, entender la letra de las canciones de amor, pues nunca se había enamorado de ninguna niña y por el momento no mostraba interés en eso.

Serenatas para el chinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora