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Veía a mi hermano jugar con una pelota de tenis, mis madres estaban ocupadas, así que lleve a Oliver al parque. Su solitario hoyuelo se marcaba cada vez que sonreía, lo hacía a menudo.

—Aquí estás.

Michael me susurro al oído, provocando un escalofrío por todo mi cuerpo.

—Aquí estoy.

Se sentó a mi lado y señalo a Oliver con su dedo.

—Por Dios ¿Qué come?, la última vez que lo vi no me llegaba ni a la cintura.

—Crece muy rápido —Mi hermano ahora corría en nuestra dirección —Será mucho más alto que yo.

Detuvo su carrera al llegar donde estábamos sentados, le dio a Michael una sonrisita y subió a mi regazo.

—Quiero helado Audrey.

—Oliver, lo siento no llevo dinero.

Arrugo el entrecejo e hizo un puchero indicando que iba a llorar.

— ¿Qué tal si te invito a ti y a tu hermana a un helado? —Michael llamo su atención con eso — ¿Te gustaría?

Oliver asintió repetidas veces, parecía uno de esos juguetes que Carly colocaba en el auto. Se apresuró a bajar de mis piernas y jalar con insistencia mi brazo. Michael me tendió su mano, ayudándome a estar de pie.

—Bien, vamos por ese helado.

Le sonreí a Michael y me gire en dirección a mi hermano.

Oliver tenía los ojos muy abiertos y llenos de pánico, abrí mi boca para preguntarle que iba mal pero levantó su dedo, confusa miré el punto que señalaba encontrándome la mano de Michael y la mía entrelazadas.

—Audrey —Oliver tenía los ojos llenos de lágrimas —Eso está mal, no vas a ir al cielo.

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