El deseo de la última calada

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  Y él, que conocía cada rincón de mi cuerpo,cada centímetro de mi piel,cada tonalidad diferente de mi ser.Él, que me había desnudado y no sólo por fuera,que había besado todas mis cicatrices y heridas aun sin cicatrizar.Él, que se sabía de memoria cada lunar de mis constelaciones,cada pestaña de mis ojos,cada imperfección.Él, que conocía sin problemas el ritmo acelerado de mi corazón:que paraba en seco cuando me besabay que iba todavía más deprisa cuando se iba de mi lado.Me había llegado a conocer como nadie;conocía la mayor parte de mi alma—y eso es algo que pocos, por no decir nadie, dicen—.Le había dado mis sueños,mis miedos e inseguridades.Le había dado mis secretosy le había dado mi risa.Esa risa que cada vez que se fijaba en él, aparecía.Esa risa que sin querer salía incluso estando enfadada.Esa risa que únicamente le pertenecía a él,que llevaba su nombre.Le había dado incluso ese deseo que pides cuando das la última calada,cuando dejas que todos los componentes del tabaco entren dentro de ti,le había dado mi vidaconvertida en el humo de ese cigarro,tan efímera,tan débiltan nocivay a la vez tan placentera.  

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