Veo el sol en su rostro adusto. Parece que sonríe, que esboza
una mueca de fantasma. Es un cascaron vacío. Juguetea con
artilugios. Colorea las vocales con su voz.
¡Está rota!
Se pierde del mundo. Imagina un lugar donde nadie pueda herirla.
Despierta. Me mira con esas pupilas hurañas.
¡Su tiempo se ha detenido!
Simplemente, todo le resulta absurdo. Ha caído en el vórtice
depresivo.