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❝A veces, las personas sí cambian❞

Algunas lo hacen porque quieren

Otras, porque son obligadas❞

Sufría de bullying... tal vez más que eso. Ángel Lawler era tan sólo un niño de doce años; pero sufría como muy pocos lo hacían. Quería morir, lo deseaba. Pero no era capaz de hacer alguna cosa para hacerlo posible.

     Era un cobarde, y se odiaba por eso.

     No sólo por eso...

     Caminó con dificultad a su casa, su cuerpo dolía completamente, más su cabeza; ésta la habían hecho rebotar con el suelo anteriormente.

     —Madre...

     —Ahora no, Ángel —espetó, sin apartar la vista de su laptop.

      —Madre, hoy me-

      —¡Ángel, te dije que ahora no!

      Él bajó su rostro y asintió, para después subir a su habitación. La mujer ni le prestó atención, toda ésta lo tenía aquel aparato.

      Siempre era así.

Pasaron años, ahora tenía catorce, pero siempre era lo mismo.

     Sus lágrimas bajaban por sus mejillas como también lo hacía el agua. Frotó su cuerpo sin delicadeza alguna, haciendo que las heridas anteriores se abrieran nuevamente.

      —¡Ángel, deja de gastar agua a lo pendejo! —Se escuchó a su progenitora desde afuera de la habitación. Apagó la llave y se cubrió con la toalla; ésta tornándose carmín en algunas partes.

      Pasaron minutos en los que sólo se observaba en el espejo; sus ojos rojos por las lágrimas, grandes ojeras bajo éstos, su piel más pálida de lo normal, y sus labios resecos. Nuevas lágrimas aparecieron, así como un fuerte nudo en la garganta.

     —¡Te odio! —gritó a su reflejo—. ¡Eres un asco, una desgracia! ¡Te odio! —Limpió con brusquedad el producto de su llanto silencioso—. No sabes cuánto te odio —susurró con voz quebrada.

     —¡Ángel, no me dejas escuchar la puta novela! —espetó la mujer desde abajo—. ¡No me hagas encerrarte otra vez en el maldito sótano porque no te sacaré en semanas!

       Deseaba morir.

Estaba escondido detrás de un árbol; era estúpido el escondite, sí, pero aun así, nadie lo había encontrado.

      Y entonces, mientras observaba a su alrededor por si había alguna amenaza cerca, la vio.
Cabellera ondulada y castaña oscura, piel trigueña y ojos cafés; unos años menor que él sin duda. Ese día Ángel cumplía los quince y ella era tres años menor... Pero le gustaba tanto, tanto que daba miedo.

      No sabía cuánto tiempo había estado viéndola, sólo despertó de su ensoñación cuando fue estrellado al árbol con fuerza.

Ángel, el Demonio © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora