Sentado en la tierra húmeda y recargado en una piedra casi en la entrada de la cueva, Matías tenía las piernas recogidas y los brazos cruzados sobre éstas. Miraba hacia abajo, hacia su pecho, pensando en la situación en la que estaban metidos y cómo podía empeorar más.
Nueve años, no lo creía pero era verdad. Nueve años llevaba en La Zona. ¿Por qué no se había largado de ahí antes? Ya lo recordaba: con tan solo 19 años fue víctima de la peor experiencia de su vida.
Faltó a una clase que duraba dos horas, era un muchacho rebelde lo que ocasionó que repitiera último año de preparatoria, al haber reprobado 4 asignaturas.
Estaba haciendo el bachillerato de Químico- Biológico, el año anterior intentó con Humanidades pero se dio cuenta de que esas materias le aburrían y que además no le gustaban para nada. Así que, cuando se enteró de que tenía que repetir curso, decidió probar con QB y, para su sorpresa, terminó gustándole mucho.
Su madre siempre le dijo que era muy listo, que aprovechara su facilidad para las matemáticas y que soñara en grande, eso se lo repetía cada que podía. Incluso antes de morir se lo repitió. –Sé bueno- le dijo- recuerda que tienes un talento muy especial, úsalo para alcanzar tus sueños...- y tomándole la mano a su hijo cerró los ojos- debes cuidar a tu padre y, debes ser fuerte.
Esas fueron las últimas palabras que le escuchó decir a su madre antes de que una enfermera apurada entrara al cuarto del hospital y lo sacara apresuradamente.
Ese terrible episodio de su vida ocurrió cuando él acababa de cumplir 17, en agosto. Y para ser claros, sí intentó ser fuerte, sí intentó cuidar de su padre que no encontraba consuelo alguno más que en el alcohol, y sí intentó alcanzar sus sueños. Pero no podía soportar el dolor que le causaba la pérdida de su querida madre y lloraba cada noche, y cada día la recordaba. Era un ciclo inacabable en el que no calmaba su dolor, su angustia, su sufrir. Y entonces un día encontró una solución: un fin de semana su padre había salido a unos asuntos de trabajo. Era domingo, ya anochecía. Matías salió a comprar un libro que necesitaba para literatura, una clase de su segundo año en preparatoria. De camino al centro, pasó frente a un bar. Se detuvo y miró el establecimiento unos minutos, pensando.
-¡CHICO! – Le gritó un señor desde el otro lado de la acera- ¡Si no entras ahora, se van a agotar los lugares disponibles!
Era un señor bajito que llevaba una barba estilo candado, cabello negro peinado hacia atrás y calculó que tendría entre 30 y 35 años. Usaba una camisa blanca y pantalón negro: mesero de seguro.
Matías se quedó parado por un instante, preguntándose si el señor se refería a él, y después de comprobar que no había nadie cerca se decidió. Cruzó la calle y entró en el establecimiento. Al llegar a la barra, se dirigió al muchacho que estaba detrás de ésta.
-Dame algo para olvidar-. Le dijo extendiendo el billete destinado a su libro. El barman lo miró confundido ¿Qué hacía ahí un muchacho tan joven y además solo? Lo miró a los ojos y al ver que Matías no dudó, tomó el billete encogiéndose de hombros y comenzó a preparar algo, que después de cinco rondas, le haría olvidar...
-La lluvia cesó- una alegre voz lo sacó de sus amargos recuerdos. Miró hacia afuera y comprobó que efectivamente, no caían más gotas- oye ¿te encuentras bien? tienes una cara terrible.
-Sí, sí. Así es mi cara, Vivi.
-¿Es un sí para que me calle y me vaya, o es un sí porque de verdad estas bien?- Insistió Vivi. Mat sonrió, pero fue una sonrisa triste, cargada de emociones.
-Es un sí para que sigamos el camino. Avisa y reúne al resto. Nos vamos.
La Capitana, después de haber trotado un rato se detuvo a caminar. Respiró profundo y miró sigilosa. Estaba cerca, lo presentía. No podía faltarle mucho para llegar al punto de encuentro que le había escuchado hablar a Isaac. De repente se detuvo en seco ¿En serio estaba haciendo aquello? ¿Desde cuando realizaba acciones que fueran en contra de sus órdenes? No, no. Lo que hacía era lo correcto ¿O no? Sí, Cris sacudió la cabeza para apartar aquel pensamiento.
Sí, estaba haciendo lo correcto.
-¿Un niño?- exclamó alarmado el Coronel rascándose la nuca, como si no pudiese creer lo que acababa escuchar de la boca del General- ¿Estás seguro de lo que viste? Me refiero... si era una persona.
-¡Claro que sé lo que vi!- soltó el General dolido por que su amigo no le creyera- a menos que me hayan dado una droga muy fuerte, estoy seguro de ello.
- Bue... bueno-. Tartamudeó Raúl sin salir de su estupor- ¿y qué hacia este niño exactamente?
-No lo sé, solo vi que había una cama dentro de ese cuarto, una cama y varios juguetes.
-No, Jorge... recuerda. ¿Qué le estaban haciendo al niño? Debe haber una razón lógica para tenerlo ahí como un animal en zoológico.
-No lo sé, le di m muchas vueltas al asunto. Y solo encontré dos motivos por los que tendrían al niño ahí. Uno para analizar todos los patrones posibles de que un humano, en este caso el niño, pueda sobrevivir a un nivel de radiación extremo como el que sufrió la ciudad que estalló por el reactor hace nueve años, misma que intentan estabilizar y, el segundo es que también estén haciendo pruebas con él pero con genes de los animales que evolucionaron...
-¡No, no, no... me niego a creer eso!-. Lo interrumpió el Coronel negando con la cabeza.
-¡Shhh! ¿Quieres bajar la voz?- indicó el General susurrando fuera de sí- Intento que no me atrapen.
-Lo siento, es solo que... algo no me cuadra. ¿Por qué el Presidente se expondría tanto al realizar tales acciones? Van contra los Derechos...
-¿Humanos?-. Adivinó el General antes de que su colega terminara- Sí, sí. En contra de eso y mil acuerdos más. Bueno, a lo largo de la historia se desarrollaron acontecimientos que con fines científicos en contra de estos derechos e incluso en contra de muchos países, y aun así nadie reclamó.
-Por que nadie estaba enterado.
-¿Y tú crees que con este asunto alguien lo está? ¡Por favor! están trabajando clandestinamente en un laboratorio secreto del que muy pocos tiene acceso y que seguramente quienes conocen este lugar es porque lucran ahí. ¿¡No lo ves!? Simplemente si no estás de acuerdo con la iniciativa, te echan. Es lo más sencillo, te desaparecen o te sacan.
-¡Por Dios!-. Soltó el Raúl sin poder creerlo- ¡Por eso estás aquí!- intentó disimular su sorpresa ante el descubrimiento que había hecho- ¡Te echaron del proyecto y te enviaron al terreno para que te olvides de la iniciativa!- el Coronel se llevó las manos a la cabeza y se puso de pie, asombrado. Mientras que el General se limitó a suspirar y a frotarse la frente lentamente.
Raúl se cubrió la boca con la mano derecha y la pasó por su cuello hasta llegar a su pecho ¡Cuanta tensión! Su mente voló, comenzó a formular teorías y según la historia del General todo cuadraba, además el silencio de su amigo después de haber insinuado que lo habían echado de La Central se lo dijo todo.
Silencio reflexivo, silencio amargo, silencio abrumador... ¡Dios! ¿Por qué había llegado tan lejos el Presidente?
Rabia, confusión, ira, angustia...miedo. Todo ello formaba parte del Coronel en ese momento su único deseo era escuchar el resto de la historia, conocer cada detalle, llenar cada hueco, seguir cada pista, hasta por fin encontrar una solución al problema, una razón lógica. Un motivo que fuera tan desesperado para que los altos mando hubiesen aceptado recurrir a tales acciones.
Mil pensamientos, tres teorías, sentimientos encontrados, pero ni una sola palabra...
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Si tú vas, yo también
مغامرةLa Zona. Más de 90 kilómetros a la redonda de lo que fue el estallido del rector. Isaac, un SOBREVIVIENTE, creía que estaban solos, él y su pequeña hermana, pero se equivocó. Su objetivo estaba claro al inicio: buscaba algo, algo que le había si...