10. Explicaciones.

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Estaba nerviosa. Mucho. Llevaba aproximadamente cinco minutos dando vueltas en el mismo lugar, y estaba casi segura de que si seguía así en poco rato acabaría haciendo un gran hoyo en el piso. Pero tampoco es como si me importara, la verdad sea dicha.

 —Emma, ¿podrías quedarte quieta, por favor? Me estás mareando—se quejó Bruno desde la silla en la que estaba sentado.

Me detuve un momento para poder observarlo. Lo miré mal, mientras achinaba mis ojos y me encogí de hombros. Nadie lo estaba obligando a que me pusiera atención.

 —Pues no mires.

Volví a seguir con lo mío: Dar vueltas.

¡No me lo digan, ya lo sé! Estaba comportándome terriblemente mal, y lo sabía. Era plenamente consciente de ello, pero tenía mis motivos. No era yo la que estaba hablando. Bien, si, técnicamente la que estaba hablando era yo, pero no era eso a lo que me quería referir. Los nervios estaban matandome cruel y dolorosamente por dentro. Juro que no lo podía controlar, ¡M estaban manejando completamente! Así que no me juzguen, era normal, ¿no? Digo, después de dos semanas de completa miseria era algo completamente cuerdo —dentro de sus estándares— que me comportara así. Las posibilidades de que papá sobreviviera a esto eran prácticamente nulas, así que sí, estaba malditamente nerviosa y con toda la razón del mundo.

 Mi celular vibro en mi bolsillo.

Mad:

 Emm, sé que estás en el hospital, voy con Tom hacía allá, ¿Estás bien? ¿Estás sola? Trataremos de apurarnos todo lo que podamos, pero hay un tráfico de los mil demonios.

Te amo

PD: ¡No me ignores!

 Sonreí e inmediatamente le devolví el mensaje:

Estoy nerviosa, mucho. Y no, no estoy sola…Alguien me está acompañando, no preguntes, luego lo veras. No te preocupes, cualquier cosa los llamo.

Yo también te amo.

PD: ¡Nunca te ignoro!

 Enviado.

 Mad me mataría en cuanto viera quién estaba a mi lado y que no le hubiese dicho nada, pero prefería que lo viera ella con sus propios ojos a tener que soportarla antes con todas sus hostigosas preguntas.

 — ¿Emma? —me llamó Bruno.

 Giré mi cabeza y levante una ceja.

 — ¿Hum?

 —Iré a ver a papá, le diré que eche un vistazo, nadie nos dice nada…. —Se rasco la cabeza—. ¿Está bien?

—Voy contigo. —afirmé rápidamente.

 —No—Negó con la cabeza—. Tú te quedas acá por si llega alguien, volveré en menos de cinco minutos, ¿Vale?

Mordí mi labio, nerviosa.

Bien, no quería admitirlo a mí misma y mucho menos a él, pero necesitaba a alguien a mi lado. No importaba si solo se quedaba en silencio a un costado de mí en todo momento, pero lo necesitaba. Sabía que en cualquier momento me podía derrumbar, y no quería hacerlo estando sola. Lo necesitaba más de lo que quería admitirlo.

Trate de disimular los nervios al imaginarme aquí sola mientras esperaba las noticias, pero al parecer no fue suficiente. Bruno debió haber visto mi cara del terror, porque en dos grandes zancadas se acercó a mí y tomo mi cara con sus dos grandes manos.

¿Cómo todos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora