Kyle

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No entendí la presencia de Kath a estas horas, pero estaba muy guapa, por lo que algo había planeado. Acepté su invitación y fui a cambiarme rápidamente. Con las prisas y el hambre, me lié poniéndome el camal del pantalón y acabé comiéndome el suelo. Escuchaba desde la planta baja una animada conversación entre Kyle y Kath.

Por primera vez desde hacía meses, me peiné adecuadamente para la ocasión. Normalmente llevaba el pelo desastrado, incluso sin peinar muchas veces. Seguro que Kath me veía muy extraño. Me perfumé todo el cuerpo y me miré al espejo. Mis ojos brillaban y sonreía como nunca. Esta felicidad sólo me la había podido dar ella.

Una vez arreglado, bajé las escaleras y Kath me esperaba en la sala de estar sentada, y Kyle la estaba haciendo reír con un par de chistes malos. Al verme, se puso de pié, se despidió de mi hermano y salimos juntos a la calle. Ella caminaba, mirando al frente, un poco sonrojada.

-          Oye…

-          ¿Umh?

-          ¿Dónde vamos? –pregunté intrigado.

-          Cállate y sígueme.

-          ¿Y esa cesta?

-          Algo tendremos que comer, ¿no crees?

-          Así que vamos a estar bastante tiempo fuera…

-          No me quites la ilusión –me ordenó con tono infantil.

-          Te diré algo…

-          Claro.

-          Te sienta genial ese vestido –bajé mi cabeza y empecé a sonrojarme.

-          Gracias –dijo con tono tierno mientras sonreía vivamente.

Seguí a Kath durante más de 45 minutos, cuando en medio de un camino de tierra, se adentró en una gran arboleda. Esquivábamos árbol tras árbol, caminando sobre rocas y ramas caídas, hasta que me di cuenta de que la arboleda empezaba a abrirse ante nuestros ojos. El color verde que predominaba, se intensificó gradualmente hasta llegar a un tono tan llamativo, que incluso dañaba a la vista. Un reflejo de luz se presentó entre nosotros hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz y pude distinguir un enorme lago en medio de un bellísimo bosque.

-          ¡GUAAAAAAU! –exclamé.

-          ¿Te gusta?

-          Sí. Es precioso –dije aún sorprendido por la belleza del lugar.

-          Me alegro. Ahora sigamos.

-          Vale.

Nos acercamos a la orilla del lago, donde se veían unos peces color naranja claro. Más adentro del agua, logré ver unos cuantos patos y algún cisne. Me había quedado realmente impregnado de la belleza del lugar. La claridad del agua invitaba a darse un chapuzón, pero desgraciadamente, no llevaba mi bañador.

Dimos la vuelta por la orilla del lago hasta que encontramos unas rocas que formaban algo parecido a una mesa. Kath dejó sobre ella la cesta y se sentó. Yo me quedé de pié, ya que me apetecía impregnarme de aquél aire puro. No había notado una brisa tan fresca desde que nací, por eso estaba en un estado hasta ahora desconocido.

-          ¿Cómo encontraste este lugar? –dije respirando profundamente.

-          Cuando dejé de hablarte, quise escaparme del mundo, y comencé a caminar sin rumbo. Cuando me di cuenta, estaba atravesando el bosque, y finalmente llegué aquí.

Cuando cae la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora