La primera noche en lo alto del acantilado

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A José Luis y Anabell tuvieron que subiros cargando, entre todos, y los dejaron juntos en una habitación. Los demás, como en realidad no estaban tan mal y aún no era muy tarde , decidieron continuar la velada junto a la chimenea. Hábiles y coordinados encendieron un buen fuego y, como siempre les pasaba cuando se reunían en torno a una fogata, se dispusieron a contar historias de miedos.

-¿Se acuerdan de la fogata cuando fuimos a Valle? –preguntó Rebeca.

-Sí –respondió Adolfo-, a mí las historias de Irma si me daban miedo.

Mónica, para evitar que la sala se llenara de humo, abrió las puertas de los ventanales y se escuchó el violento estruendo del mar que persistente reventaba contra los acantilados.

A lo lejos, se miraba una intensa actividad eléctrica entre las nubes, lo que indicaba que pronto iniciaría por fin la tormenta.

-No creo que sea muy buena idea contar hoy historias de miedo –dijo seria Arminda.

-¿Por qué? –preguntaron todos, pensando que ese comentario era en realidad una treta para predisponerlos.

-porque esta noche somos siete –respondió, preocupada.

Luego se hizo amplio el silencio y una ráfaga de aire freso los estremeció al avivar el fuego. Después todos se apretujaron entre las cobijas. Mónica y Rebeca fueron a la cocina por quesos y refrescos y, como nadie decía nada, Leonardo desafió la advertencia de Arminda.

-Pasó una vez algo terrible...- comenzó Leonardo-, hace algunos años, cuando unos muchachos de tercero de secundaria fueron a festejar el fin de curso en la playa..

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2018 ⏰

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Iba a ser solo una broma - David JorajuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora