Capítulo 6: Desatando el horror.
"Por más grande que sea tu ejército debes aprender a valerte por ti mismo, sino, no eres más que una basura que da ordenes".
Ubicación: Turín, Italia.
Fecha: 28/12/2020 – Horas del día.
Rubiette Evans.Nos congelamos al ver a Lilith llegar, pero no porque sea ella, sino por Savannah. La tiraron a un lado como si no fuera más que basura, y ese engendro que lo hizo me las pagará.
Tiene la cabeza llena de pequeños cuernos, es alto y delgado como el tronco de un árbol. Tiene cuatro brazos, dos con manos y dos terminan en unas filosas cuchillas. El engendro se pone a seis patas, y tiene una forma muy parecida a una araña. Empieza a avanzar, y cuando las cuchillas chocan contra el suelo produce un sonido agudo, como el del metal al chocar con algo.
Sé que cuando Athena vea hacia quién voy, ella irá hacia el restante y por eso no me molesto en anunciárselo.
Apreto mis puños clavando un poco mis uñas en mis manos por la impotencia, una cristalina capa se forma en mis ojos al ver a mi amiga tirada en el suelo desangrándose, y es eso lo que me da la fuerza para batallar.
Corro en mi forma humana, y Athena me grita que me detenga. El engendro acelera el paso al notarlo, y cuando estamos más o menos cerca, concentro mis poderes para convertirme en gato y pasar entre sus patas, me transformo en un ave y sobrevuelo hacia su espalda. El engendro se da la vuelta, pegando su espalda del piso, y en ese mismo instante me transformo otra vez en quimera.
Mis patas delanteras caen sobre dos de sus brazos. Sin esperar, me lanza sus dos cuchillas. Atrapo una con mi cabeza de serpiente, pero la otra atraviesa mi hombro. Dejo ir un largo y poderoso rugido frente a su cara, pero él ni se inmuta, y más por el hecho de que su rostro no tiene facciones algunas. En respuesta levanto mi pata y saco mis garras malditas, las cuales se tornan negras y al arañarlo, un rastro negro recorre la herida, impidiendo su regeneración e hiriéndolo mucho más.
Con sus pies me alza, poniéndolos en mi abdomen y tirándome hacia un lado. En lo que me levanto, lo embisto con los cuernos de cabra y llevo a la serpiente para que lo muerda en el cuello. Él se retuerce al sentir el veneno circulando dentro de sí, y me hace un profundo corte en el vientre con una de sus cuchillas. Con sus brazos me agarra y levanta.
Extiendo mis alas y las bato ferozmente, levantándolo conmigo, pero él logra mantenerse aferrado al suelo. El tacto de sus manos sobre mis patas me está quemando, como es de esperarse en cualquier engendro de Lilith, y yo vuelvo al suelo para morderle uno de sus hombros con mi cabeza principal.
Logro arrancarle uno de sus brazos que termina en cuchilla, y después aún llena de furia lo embisto con todo mi peso, apresando la restante con una de mis patas y poniendo la otra en su cuello.
—Esto es por Savannah —bramo, poniendo presión.
Y con mis garras malditas le atravieso el cuello, para después darle una brutal mordida de león que termina con él.
Me levanto cuando deja de moverse y veo a Athena combatiendo contra Lilith a la par.
La descendiente de Hades dispara sus ráfagas oscuras y sombrías, mientras que Lilith se defiende con el fuego infernal. Del fuego de Lilith unas extrañas luciérnagas se forman, volando hasta Athena y explotando al estar cerca de ella. Las explosiones surten efecto y Athena cae al piso lastimada.
Voy a ayudarla pero algo me detiene, y mi cabeza de serpiente voltea rápidamente para ver que el engendro es quien lo hace. Sacudo mi pata trasera para soltarme, pero él no me deja, y me hala arrastrándome por el suelo. Tomo posición y me lanzo hacia el cual depredador, me esquiva y vuelve a su forma de araña, acercándose a mí y haciéndome un largo corte en la espalda con su cuchilla, para repetirlo en una de mis patas.
ESTÁS LEYENDO
La Doctrina de los dioses: Los Herederos del Caos
Ciencia FicciónLa doctrina de los dioses inicia en un mundo que sufre y está en decadencia. Puedes verlo cuando los frutos de los árboles pierden su sabor, cuando la sonrisa de los niños es reemplazada por el miedo de sus padres y las ganas de vivir se extinguen...