Punto y aparte

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Renjun marcó otro día en su calendario, había estado haciendo eso los últimos meses y ya faltaba poco.

Una semana tiene 7 días y solo debía esperar esos 7 días para volverlo a ver, por fin, después de más de un año.

El chino procuraba no emocionarse o ilusionarse. Habia pasado mucho tiempo, no solo desde que no lo veía, sino también desde que no hablaba con él.

Pero le había prometido algo, y Renjun confiaba en que lo cumpliría.

En los últimos 13 meses la única forma en la que sabía algo de Mark, no era solo la televisión, el Internet o la radio; los carteles aparecían en la ciudad aunque el muchacho se encontrará a miles de kilómetros de él.

¡Y es que Mark había saltado a la fama en un abrir y cerrar de ojos!

Y también se había ido de su lado en un abrir y cerrar de ojos, dejando una notita en la almohada de la cama del menor. Una notita que ahora estaba pegada en la puerta de su refrigerador.

"Esperame 395 días. Volveré, lo juro."

Ya era 388. Renjun no podía con la emoción.

Sería mentira decir que el chico no sabía como serian las cosas a partir del momento en el que Mark regresara. El mayor ahora era reconocido mundialmente y ¿Qué era Renjun? Era un simple ser con una vida tan monótona que consistía simplemente en estudiar y trabajar medio tiempo en un restaurante de comida china. Tenía miedo de que Mark se aburriera de él tan pronto como lo viera y ese miedo le carcomia la cabeza.
Jeno y Haechan siempre le decían que no debía preocuparse, Mark lo amaba a él tanto como amaba la música y había esperado mucho por cumplir su sueño, iba a esperar también lo suficiente para estar junto a su amor.

Y ya había cumplido su sueño.

Aquella semana se pasó aún más lento que todas las anteriores. Renjun casi no podía dormir, no podía comer y se había acabado con sus uñas de los nervios.

Solo faltaba un día.

¿Qué debía hacer acaso?

Había marcado su calendario y también había intentado prepararse psicológicamente para el momento en el que se volviera a encontrar con él pero, ¿como se encontrarían?

¿El chico llegaría a su casa con un ramo de flores, pidiéndole perdón por no comunicarse con él por más de un año? O, ¿debía ir él a esperarlo en el aeropuerto?

Desechó la última idea tan rápido como llegó a él; lo más seguro era que el lugar estaría lleno de personas esperando por la llegada de su ídolo.

Debía respirar, contar hasta diez y salir con una sonrisa a la espera del chico.

El día esperado salió de su casa a las 8:30am. A las 9:15am empezaba su primera clase del día. ¡También solo le faltaba un año para graduarse, dejar de trabajar en el restaurante y conseguir un trabajo con una buena paga!
En la universidad todos hablaban de la llegada del gran Mark Lee, quien después de trece meses regresaba a su segundo hogar y de quien no se sabría su futuro artístico hasta nuevo aviso.

Renjun en su mente se tapaba las orejas y cantaba el "soy de palo, soy de palo y tengo orejas de pescado", eso para evitar que los nervios lo consumieran.

¡Dios, era tan infantil!

Con su camisa de ballenitas, su maletín aún más grande del que usaba un estudiante universitario y su corte que lo había parecer aun menor de lo que era.

¡Mark no lo querría así!

No, Renjun. ¡Debes calmarte! Se dijo. No quería sufrir de un colapso.

A las 12 del medio día salió de la universidad y se dirigió al restaurante, había empezado a trabajar allí un mes después de que Mark se fuera, eso para que su cabeza se distrajera un poco. Aunque el chico tampoco tenía en cuenta que la universidad se pondría más difícil y aun con eso sus pensamientos no se alejaban de Mark.

En su descanso abrió Twitter, su inicio eran fotos de las fanbases del mayor, desde que dejó Canadá hasta que puso un pie en Corea del Sur.

No, Renjun. ¡Debes calmarte! Repitió por milésima vez en el día.

Al salir del trabajo, empezó a caminar con miedo por las calles. Su cabecita imaginaba el reencuentro; mientras caminaba por el parque o que chocaria con él; que un auto lo recogeria o que el chico bajaría de un helicóptero. ¡Eran tantas cosas!

Tomo un desvío antes de ir a su casa, necesitaba comerse una dona para aquietar sus nervios.

¡Y eran que la donas arreglaban sus días!

¿Se vería gordo? Había estado comiendo mucho últimamente... ¿Se vería bien? Esperaba que sí.

Ya estaba cerca de su hogar cuando el canto de los ángeles empezó a sonar en su cabeza. Allí estaba.

Mark se encontraba sentado en el porche de la casita, prestando toda la atención a su celular.
¡Se veia tan bien aun a esa distancia!

Mark era tan hermoso y él era un desastre. No lo merecía.

Se quedó paralizado antes de estar lo suficientemente cerca, mirándole la cabeza gacha fijamente.

¿Ahora que seguía?
¿Debía correr hacia él y abrazarlo?
¿Debía llegar de una manera casual y cool?
¿Debería llamar a Jeno y Haechan para pedirles posada?
O quizás, sí, debía cambiarse el nombre e irse del país.

No, Renjun. ¡Debes calmarte!.

Por obra del destino Mark alzó su cabeza, haciendo contacto visual con el chico. Renjun no se movía, a duras penas respiraba y ya sentía que la respiración le faltaba.

Entonces Mark se levantó, con una sonrisa en la cara.

Renjun quería llorar.

Se fue acercando lentamente, sus ojos brillaban, sus sonrisa era la suficiente luz para aquella noche y ni la estrellas se comparaban con ella.

Tan cerca.

Entonces el mayor lo rodeo con los brazos, después de tanto tiempo.

—Te extrañé. —le susurró en el oído y el menor se encontraba aún sin palabras.

Ahí estaba, tan real.

— Bebé, no llores. —dijo Mark, mirándolo, juntando sus frentes.

Renjun no se había dado cuenta de que las lagrimas habían empezado a bajar por sus mejillas y cuando salió de su shock abrazó a Mark con toda la fuerza y el amor que había estado guardando solo para él.

Mark correspondió el abrazo, escondiendo su cara en el cuello del más bajo, el chico también había empezado a llorar, murmurando un "lo siento".

Y la noche no podía con la luz que emanaban sus corazones, los cuales, al reencontrarse habían retomado ese brillo que los caracterizaba.

Fueron trece meses separados, pero la distancia no era impedimento para aquel sentimiento. Estaban seguros que ninguno de los dos se cansaría de amar al otro, nunca.

Ahora su promesa era estar juntos, y ambos meterían sus manos al fuego por cumplirla.

Punto y aparte [Markren] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora